José Luis Mendilibar es un veterano en esto del fútbol, pero a los 62 años le ha llegado su primera experiencia en competición europea (si exceptuamos la eliminación en la extinta Intertoto con el Athletic ante el Cluj rumano hace 18 años) y no ha parecido pecar de inexperiencia. Cogió al peor Sevilla en décadas pero que había avanzado hasta cuartos de final de la Europa League y ganó la final en los penaltis después de apear en cuartos de final y semifinales a dos cocos como el Manchester United y la Juventus de Turín. Se jugó el título con la Roma de José Mourinho, que nunca había perdido una final europea, hasta que topó con Mendilibar, un técnico totalmente opuesto a él.
Porque Mendi es un tipo de técnico al que rehúyen los equipos grandes, que parecen buscar preparadores con más glamour, con un lenguaje más sofisticado, con una concepción del fútbol más moderna (al menos en teoría) o que no hayan desarrollado su carrera en equipos modestos. Pero eso no garantiza el éxito, y el vizcaíno lo ha demostrado, enderezando con una enorme solvencia (ha conseguido el mejor arranque de un técnico en la historia del Sevilla) una temporada en la que dos entrenadores de prestigio como Julen Lopetegui y el argentino Jorge Sampaoli habían situado al Sevilla en peligro real de bajar a Segunda.
Mendilibar cogió al equipo andaluz en la jornada 27 a sólo dos puntos de las plazas de descenso y hasta la última jornada ha peleado por las posiciones que daban acceso a Europa. Una exitosa trayectoria en sólo tres meses pero comparable a la que desplegó en el pasado con otros equipos cuyos objetivos no eran las competiciones continentales, sino la permanencia o el ascenso. “Con tanto piropo me siento gilipollas. Llevo 20 años en Primera División y parece que no me conocía nadie y ahora, por estar en el Sevilla y haciendo lo que estamos haciendo...”, afirmaba en ‘Relevo’ antes de la final de la Europa League. “Lo que hice en el Eibar es tanto como lo que estoy haciendo en el Sevilla. Sé que estamos en una final de la UEFA y es muy grande para el Sevilla, aunque esté acostumbrado, pero el librar cinco temporadas con el Eibar es tan importante como intentar clasificar al Sevilla entre los cuatro primeros. O más”.
Eso sí, parecía que su gesta con el Sevilla, la resurrección que ha obrado con un equipo sin rumbo hasta llevarlo a ganar un título europeo, no le iba a permitir continuar en el equipo andaluz ni debutar con él en la Liga de Campeones, a la que accederá como campeón de la Europa League. Numerosos medios hablaban de que la dirección deportiva tenía un precontrato para la próxima temporada con otro técnico vasco, Andoni Iraola, del Rayo Vallecano. No se sabe si era así o no, y si de haber un precontrato se podía romper, pero un día después del triunfo europeo, en la fiesta nocturna del equipo con su afición en el Sánchez Pizjuán, el presidente del Sevilla, José Castro, anunció a sus seguidores que le había ofrecido la renovación al de Zaldibar. Era lo justo. Y más tras escuchar cómo la afición sevillista coreaba el “Mendi, quédate”.
Jugador modesto, mejor entrenador
Nacido en Zaldibar y con una modesta trayectoria como futbolista en Cultural de Durango, Bilbao Athletic, Logroñés, Sestao y Lemona, equipo en el que se retiró en 1994, nunca llegó a jugar en Primera. Ese mismo año empezó a ejercer de entrenador, arrancando en equipos vizcaínos como Arratia, los equipos inferiores del Athletic hasta llegar a su filial y Aurrera de Vitoria.
Su primera experiencia fuera de casa lo llevó en 2002 muy lejos, a Lanzarote, equipo al que entrenó dos temporadas y al que luchó por ascender a Segunda en las mejores temporadas de la historia del club canario. Su buen hacer lo catapultó al Eibar, al que hizo soñar con subir a Primera, terminando cuarto y fichando por un equipo de la máxima categoría: el Athletic. En Bilbao las cosas no le salieron y fue despedido en la novena jornada tras sumar 6 puntos de 27.
En la siguiente temporada, la 2006-07, le tocó volver a Segunda pero por poco tiempo. Se hizo cargo del Valladolid y lo ascendió con enorme solvencia, logrando el récord histórico de puntuación en la categoría. Mantuvo al equipo dos años en Primera, pero en febrero de 2010 fue destituido, aunque ello no evitó el descenso. Cuatro temporadas estuvo en Pucela y se ganó el cariño de la afición blanquivioleta. Tanto es así que en 2009 se constituyó en Valladolid la Peña Mendilibar.
Al año siguiente vivió la experiencia contraria: cogió un equipo a mitad de temporada, en este caso a Osasuna, y en Pamplona también vivió una etapa de estabilidad. Salvó al equipo y lo mantuvo dos temporadas más pero un mal arranque provocó su despido en la temporada 2013-14.
Su trayectoria en Valladolid y Osasuna le abrió las puertas del Levante meses después. Comenzó la temporada en Valencia pero apenas duró ocho jornadas. Esos últimos dos batacazos no impidieron que siguiera en Primera. Retornó al Eibar y logró mantener al modesto equipo armero cinco temporadas consecutivas en la élite, aunque con el descenso en la sexta el club decidió prescindir de él a finales de mayo de 2021.
Despedido en Vitoria, reclamado en Sevilla
Poco tardó en volver a entrenar. Siete meses después se hizo cargo del Alavés a mitad de temporada con la intención de mantenerlo en Primera, pero los resultados no estuvieron de su parte y tres meses después fue relevado. Prácticamente un año pasó hasta que recibió la llamada que lo convenció para volver a entrenar: era Monchi, el director deportivo del Sevilla, y el de Zaldibar dijo que sí.
Eso sí, no fue fácil para él marcharse a vivir a la capital andaluza. Llevaba muchos años residiendo en su pueblo natal, desde donde viajaba a diario a Vitoria y Eibar en sus dos últimos proyectos deportivos, y además ya es abuelo (su nieta ya dice “Aupa Sevilla”), con lo que, sin saber si su aventura sevillana duraría sólo unos meses, ha estado residiendo en un hotel.
Los jugadores del Sevilla, un equipo plagado de internacionales de muy variados países, se mostraban sorprendidos de la cercanía de un entrenador al que todos llaman Mendi, que juega con ellos a las cartas en el autobús, se mete en su mismo vestuario y los llama “zoquetes”, que prefiere el chándal al traje y que se desgañita chillando y silbando tanto en los entrenamientos como en los partidos.
Un entrenador que suele dejar huella en sus jugadores, que coinciden en recordarlo como una persona “campechana y noble”, que “va de cara y dice las cosas claras”, que en el campo exige intensidad y recompensa el esfuerzo, que tira de sensatez y al que le va el fútbol directo y la búsqueda de la segunda jugada. Que no invierte horas y horas en analizar al rival y en descifrar datos, sino en que los suyos pongan todo de sí en el césped.
Tiene una peña en Valladolid y en Sevilla es ‘Mendilover’
El 24 de mayo de 2009, el mismo día en el que el Valladolid perdía en casa con el Sporting de Gijón en la penúltima jornada de Liga y se complicaba la vida (terminó salvándose), se constituyó en la taberna irlandesa Paddy Flaherty, en el paseo de Zorrilla de la ciudad pucelana, la primera y única peña en honor al entrenador de Zaldibar. La Peña Mendilibar sigue en activo catorce años después y acompaña a su equipo en no pocos desplazamientos. Además, aprovecha cada ocasión en la que el Valladolid se cruza con los equipos que entrena Mendi para ir a recibirlo al hotel. En Sevilla, pese a que sólo ha estado tres meses, se ha ganado a la afición, que valora mucho el trabajo que ha hecho con un equipo a la deriva y es habitual ver en los partidos a muchos aficionados con camisetas en las que han serigrafiado la palabra ‘Mendilover’.