Como uno de los miembros fundadores de Zaporeak, Peio García Amiano lleva aproximadamente ocho años colaborando en la misión de esta asociación, que consiste en “dar una comida digna a todas las personas, y sobre todo, a las más vulnerables”.

Peio García Aramaio, de Zaporeak. Cedida

Todo comenzó en el momento en el que se encontraban trabajando en un proyecto para construir una escuela de cocina en Wukro, Etiopía, cuando vieron las imágenes por la televisión de la gente que escapaba de la Guerra de Siria. Fue en aquel entonces cuando él y sus compañeros se propusieron echar una mano haciendo lo que sabían hacer, cocinar y dar de comer.

De ahí surgió la intención principal de la asociación, basada en solucionar el problema del hambre en el mayor número posible de personas que se encuentran escapando de las guerras. Tras haber pasado por numerosas localizaciones como la anteriormente mencionada, Patras (Atenas) o Chios, actualmente están en Lesbos

Para Peio García, lo más gratificante de su actuación en la causa es ofrecer a estar personas “unos momentos de alegría en su vida”. Aparte, también lo es saber que está ayudándoles con sus problemas de salud, ya que ellos trabajan con los médicos de los campos para conocer qué tipo de comida deben ofrecerle a cada persona en función de sus condiciones físicas. 

Miembros de Zaporeak cocinando. Cedida

Sin embargo, tal y como nos cuenta uno de los miembros fundadores de Zaporeak, han tenido que enfrentarse a algunos desafíos, sobre todo, relacionados con las dificultades económicas. “El desafío más grande que tenemos es poder reunir el dinero para dar esas comidas diarias”, señala Peio García.

Por eso, para ellos es importante la donación o el hacerse socio a través de su página web, vía mediante la que también se puede contactar con ellos, al igual que en sus redes sociales. Pese a que hay aproximadamente 800 voluntarios ayudando en la isla, también es posible ayudar a Zaporeak desde la distancia, pues realizan varios eventos en Euskadi en los que es posible apuntarse para echar una mano desde aquí. 

Algunos voluntarios que forman parte de Zaporeak. Cedida

Peio García destaca que cuando los voluntarios vuelven lo hacen “tocados”, pues el sufrimiento que están viviendo allí inevitablemente “te llega”. Por eso, considera que debemos fomentar la ayuda, ya que estas personnas que salen de sus países lo hacen escapando de las guerras, por lo que deben ser recibidas dignamente. “Son personas igual que nosotros, con un gran problema, y que tienen que dejar a sus familias. Tenemos a muchos niños y mujeres, porque los padres o están en la guerra, o los han matado”, confiesa el voluntario.

Por eso, incide en que a toda esa gente, en vez de “ponerle tantas pegas como les ponen”, lo que deberían hacer es ayudarles, acogerles y darles lo que necesitan para que cambien su forma de vida, pues lo que han vivido ha sido “horrible”. “A nosotros nos cae un petardo de fiesta al lado del pie y parece que nos han matado, pero a ellos les están cayendo bombas, les están destruyendo, y ven cómo van muriendo sus amigos y sus padres. A esa gente lo que hay que hacer es ayudarle”, concluye el fundador.

La educación, un pilar clave para el futuro de la sociedad

Zaporeak es una asociación sin ánimo de lucro que surgió por un grupo de integrantes de Intxaurrondo. Posteriormente, fue recibiendo más personas voluntarias de numerosos lugares de Euskadi.

Por esto mismo, Peio García, uno de sus miembros fundadores, considera que la visibilidad de este tipo de causas es superimportante desde la infancia. Casi desde que empezaron, los voluntarios de Zaporeak dan charlas en los colegios e ikastolas sobre el proyecto y sobre lo que ellos hacen allí. Sin embargo, la mayoría de las veces tienen que pelearlo, pues no existe ninguna ayuda especial que potencie a la existencia de personas que se dediquen expresamente a dar charlas y a exponer en colegios o institutos este tipo de causas tan importantes para la sociedad.

Lecciones de vida que nos enseñan la importancia de aprender a convivir

Zaporeak tiene una teoría muy clara desde el principio cuando se trata de cooperación entre voluntarios de todas las edades. En los pisos, les gusta mezclar personas jóvenes con mayores para que los primeros se den cuenta de que conviviendo con gente mayor “se aprende mucho, recibes mucho”. Nos cuenta específicamente la historia de la hija de un amigo suyo, a la que le tocó convivir con una persona de setenta años, por lo que al volver a casa le dijo a su padre: “Jo, tengo amigos mayores”. Cosas que según él “pasan”. 

Además, nos cuenta que hay gente a la que le tocó trabajar en conjunto en grupo, cuando llegaron hace ocho años a la isla, y que a día de hoy siguen haciendo cenas y reuniones. “Se crea una cosa que es muy difícil de explicar. Cuando la gente va allí siempre dice que no tiene nada que ver con lo que se cuenta o con lo que vemos. No solo es estar allí, sino vivir ese contacto. Es algo completamente diferente”, explica.

Por esto mismo, Peio García anima a que la gente participe y vea lo que ellos están haciendo, y que luego intenten dar el paso. “No hay que ir hasta Lesbos a colaborar, nosotros encantados de la vida, pero se puede ayudar de muchas formas a toda esta gente. De esta forma tendríamos otra visión del mundo, que teniendo en cuenta cómo está hoy en día, hay que pensar en él mucho”, nos recuerda.