Cada vez que se le pregunta a un diseñador que está comenzando en el complicado mundo de la moda por su inspiración o su figura de referencia hay un nombre que suena una y otra vez. Da igual el estilo o la edad del creador. Todos en algún momento acaban recordando el nombre de Cristóbal Balenciaga.
Tal vez por eso la expectación levantada por el estreno el pasado 19 de enero de la serie dedicada a este vasco, maestro de diseñadores, ha sido máxima. La producción homenajea al afamado modisto y cuenta con un elenco de lujo, ya que ha sido creada por Lourdes Iglesias y Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga (nominados, nada menos, que 12 veces a los Goya), y está protagonizada por Alberto San Juan.
En palabras de la vicepresidenta de producción original de Disney+ España, en la serie “cada detalle está cuidado al milímetro: desde la impecable dirección de arte de Mikel Serrano hasta el patronaje creado artesanalmente respetando el rigor técnico que caracterizaba al Maestro y que el equipo de Bina Daigeler y Pepo Ruiz Dorado han logrado en el abordaje de todos los diseños Balenciaga. Y la suma del compositor Alberto Iglesias, que envuelve la exhibición de una manera majestuosa”.
Metódico y discreto
Con fama de puntual, metódico, maniático y alérgico a la frivolidad que rodea al mundo de la moda, en los talleres de Balenciaga reinaba el silencio más absoluto. “La mujer debe andar de manera natural y no sentirse insegura en su paso”, sentenciaba Balenciaga, que lejos de dejarse llevar por tendencias siempre se mantuvo fiel en sus propuestas: tacón bajo, falda por debajo de la rodilla y manga tres cuartos. Reacio a aparecer en prensa y a conceder entrevistas, decidió vivir su vida desde el otro lado del objetivo, cediendo todo el protagonismo a sus creaciones y convirtiendo su figura en auténtico enigma, un misterio que ahora intenta deshacerse con la recién estrenada serie de televisión.
El trabajo de Cristóbal Balenciaga ha marcado el devenir de la carrera de multitud de diseñadores, no solo la de aquellos que tuvieron el privilegio de trabajar en sus talleres, como Emanuel Ungaro o André Courrèges, sino la de todos aquellos que se han inspirado en él a la hora de innovar. Él jugó con las líneas y con las siluetas, siendo muy difícil hacer una lista de todas sus icónicas aportaciones: el vestido túnica, el vestido barril, el baloon, el de cola de pavo real, el vestido globo, el babydoll o la línea infanta.
De Getaria al mundo
Pero vamos a sus orígenes: a Getaria. Su padre, pescador, murió cuando el pequeño Cristóbal tenía 11 años. Su madre se hizo cargo de la economía familiar y se dedicaba a coser para salir adelante. Este hecho permitió a Cristóbal, el último de cinco hermanos, familiarizarse con el patronaje y la costura. Siendo tan solo un adolescente, conoció a la marquesa de Casa Torres, abuela de la Reina Fabiola de Bélgica, la cual se convertiría en su mecenas. San Sebastián-Donostia era por aquel entonces el destino predilecto para las vacaciones de la monarquía y las clases altas españolas y europeas, algo que permitió que un aprendiz Balenciaga se formara en algunos de los establecimientos más prestigiosos de la capital guipuzcoana y entrara en contacto con determinadas formas y modos de vida a los que no habría tenido acceso de otra forma.
Empezó trabajando por su cuenta, pero en 1919 se asoció con las hermanas Lizaso, dos costureras de San Sebastián, y poco después abrió su primera tienda en el número 2 de la avenida de la Libertad de la capital guipuzcoana. No pasó mucho tiempo hasta que hubo treinta personas trabajando para él en el establecimiento. Inauguró a continuación otras dos tiendas en Madrid y Barcelona, y su nombre alcanzó gran fama entre las mujeres españolas de cierta posición.
Llegada a París
En 1924, ante las buenas perspectivas del negocio, abre su primera tienda en Madrid y, justo un año después, se instala en Barcelona. Balenciaga, simpatizante del gobierno de la II República, se exilió a París tras el estallido de la Guerra Civil y se instaló en un tercer piso de la avenida Georges V, un elegante inmueble que se convirtió en icónico y que aún acoge la representación de la marca. Solo entre 1954 y 1955, Balenciaga abocetó 607 diseños y vendió 2.325 modelos, convirtiéndose en uno de los grandes couturiers de la moda.
Sus creaciones se convirtieron con el paso del tiempo en más que reconocibles, sobre todo gracias a sus aires de comodidad, a la pureza de líneas, a la reinterpretación de la tradición española y al desarrollo de los volúmenes, algo que marcó de manera muy significativa la moda entre los años 40 y hasta mayo del 68. Fue en ese momento cuando la Alta Costura empezó a perder peso en favor del prêt-à-porter. Precisamente ese año decidió poner punto final a su magnífica carrera y volver a España, donde murió en 1972. Jamás quiso ni supo adaptarse a la moda rápida que se imponía por aquel entonces y que había llegado para quedarse.
A pesar de las rivalidades que protagonizaron algunos de sus creadores coetáneos, la imagen de Balenciaga siempre despertó un profundo respeto entre todos ellos. De hecho, su precisión, manejo de la técnica y perfeccionismo le reportaron grandes halagos de figuras de la talla de Christian Dior, que lo denominaba “el maestro de todos nosotros”, Hubert de Givenchy, que se refería a él como “el arquitecto de la Alta Costura”, o Coco Chanel, a la que le unía una profunda admiración mutua. Ella lo calificaba de “auténtico couturier”. Ungaro dijo de él: “Es una persona extraordinaria. Tiene dimensiones poderosas. Es generoso, y muy inteligente y humano”.
Entre sus clientas se llegó a encontrar lo más selecto de la alta sociedad internacional: desde las actrices Marlene Dietrich o Greta Garbo hasta la condesa de Bismarck o la duquesa de Windsor, entre otras muchas, y quienes le veían trabajar se maravillaban por su habilidad para cortar patrones y unir las piezas a mano.
Grupo Kering
La marca que Cristóbal Balenciaga puso en marcha en 1919 ha ido pasando por distintas manos y actualmente pertenece al grupo Kering, cuyo fundador es François Pinault. Este astronómico imperio lo ha heredado su hijo, François-Henri Pinault, sí, el multimillonario marido de Salma Hayek. En la actualidad, el grupo es propietario de firmas como Gucci, Yves Saint Laurent, Sergio Rossi, Boucheron, Alexander McQueen, Brioni, Bottega Veneta y FNAC; también del 91% de las acciones de Balenciaga, del 86% de las acciones de Volcom, del 71,6% de Puma, del 50,1% de Girard-Perregaux y del 50% de Stella McCartney.
La primera línea prêt-à-porter de Balenciaga se presentó en 1987 bajo la batuta del que fuera el primer director creativo en la maison de la era post Cristóbal Balenciaga: Michel Goma, que estaría al frente de la casa hasta el año 1992. Más tarde, tras pasar por Josephus Melchior Thimister, llegó Nicolàs Ghesquière (1997-2014) y con él algunos de los grandes éxitos de la firma: sudaderas de neopreno, el bolos Motorcycle, los leggins metalizados o los fichajes de Charlotte Gainsbourg y Kirsten Steward.
Pero fue con el aterrizaje de Alexander Wang, uno de los diseñadores con más renombre del momento y el denominado “niño bonito de la moda”, cuando la firma alcanzó sus mayores cotas de fama. Pese al poco tiempo que duró el diseñador estadounidense al frente del cargo (2014-2015), el espaldarazo a la firma fue definitivo. Wang tenía otros proyectos entre manos y la firma exigía una dedicación que él no estaba dispuesto a darle, por lo que a finales del año 2015 se confirmó la entrada del nuevo y actual diseñador creativo de Balenciaga: Demna Gvasalia.