La estabilidad financiera que no parecía afectada por dos años de pandemia, uno año largo de conflicto en Europa y una inflación desbocada puede sucumbir a la preocupación por la liquidez del sector y su capacidad de adaptarse al nuevo entorno de tipos altos. Los problemas de liquidez de varias entidades de tamaño mediano en Estados Unidos hicieron saltar las alarmas pero parecían controlados hasta que, ayer mismo, Credit Suisse se desplomaba por su propia crisis de solvencia, que le hizo perder el pasado año 7.400 millones de euros y sufrió la retirada de activos por valor de casi 125.000 millones más por parte de sus clientes. La situación, aunque asociada a la entidad suiza, está siendo interpretada como un paradigma de riesgo real de falta de liquidez en el sector bancario y su exposición a las entidades que más dependencia tienen de la aportación de capital ajeno. Los analistas miran hacia la escalada del precio del dinero, que han aplicado los bancos centrales –con la Reserva Federal estadounidense y el BCE a la cabeza– para contener el alza de los precios. Es fundamental ofrecer estabilidad frente a un pánico en cascada que sería la causa de una crisis real. En la banca europea en general, el comportamiento del sector es firme, con negocio solvente y liquidez más que suficiente para no caer en un escenario caótico. Pero empieza a aflorar la duda de si la receta para combatir la inflación no está siendo demasiado drástica para los escasos efectos que muestra. Hace hoy un año, el precio del dinero en Estados Unidos estaba en el 0%; hoy es el 4,5%. El BCE ha actuado más tarde pero más rápido al elevar sucesivamente al 3% el interés al que presta dinero a los bancos, cuando septiembre pasado aún se inició con un tipo al 0%. La perspectiva de otra subida este mes está ahora en cuestión. A la banca europea no debería preocuparle un escenario de tipos altos, que les ofrece un margen de intermediación superior, pero en tanto la inflación no reacciona a la baja lo que debería, la financiación de la economía –inversión, producción y empleo– puede verse lastrada. La economía especulativa no debería ser capaz de provocar una crisis a la productiva después de las medidas adoptadas tras la de 2008. La fiabilidad de estas está a prueba y cuanto antes acrediten su efectividad, antes volverá la estabilidad.