“Los dos éramos niños cuando estalló la huelga, pero sí hemos vivido otros conflictos posteriores como el de Firestone. Venimos de familias obreras. Somos hijos de obreros. Para nosotros la huelga de Bandas siempre formará parte de la historia de Basauri”, arranca Gaztelu, que se embarcó en este proyecto junto a Mera hace dos años, aprovechando el tiempo libre del que disponen ambos tras cruzar el umbral de la jubilación.

El nombre completo de aquella empresa, Laminación de Bandas en Frío de Echévarri -ahora pertenece a Arcelor Mittal-, hace referencia a la situación geográfica de sus oficinas, pero no dice dónde está su corazón. El alma de Bandas vive en el municipio aledaño, Basauri, un hervidero en los años sesenta. “Basauri vivía un momento de esplendor. De esplendor de la lucha sindical, de la lucha política... Esta huelga se convierte en una referencia para todo el proceso que empezaba a surgir de oposición al franquismo incluso, me atrevería a decir, de oposición a todas las injusticias”. Gaztelu recordará, un poco más avanzada la conversación, algunas de esas injusticias que vivieron los trabajadores de Bandas, a los que la empresa intentó quitar la casa y hasta la asistencia médica.

“Primero hay que decir, para entender el contexto, que la empresa no tenía nada que ver con lo que es ahora. Los dueños eran la Basconia y Altos Hornos. Ambas fueron luego absorbidas por Arcelor Mittal”, evoca Mera en una sala de las oficinas de la actual Arcelor Mittal Etxebarri, en la que resisten unos 300 trabajadores. Después de atender a este diario, Mera y Gaztelu suben a firmar varios ejemplares del libro, con dedicatoria incluida, a algunos directivos de la factoría. “La verdad es que no nos han puesto ningún problema con el libro. Al contrario, nos han dado facilidades”, dicen los dos autores.

Nada que ver con el clima que se respiraba en la fábrica en noviembre de 1966. “La empresa estaba muy unida al franquismo. Todas las decisiones estaban consensuadas con el gobernador civil, que a su vez informaba más arriba. Lo que al principio eran reivindicaciones laborales al final se entremezclan con la lucha contra el régimen”, dice Mera. “En el otro lado, la izquierda empezaba a resurgir. Franco estaba muy aislado a nivel internacional y el régimen empieza a abrirse mínimamente aunque, claro, no quería ni por nada que aquí se moviese nadie”, refuerza.

“Hay que hablar también de la Iglesia”, aporta Gaztelu. “El clero dominante coincidía con la posición oficial pero, por abajo, empezaban a surgir curas que decían que había que estar con el obrero. Los curas llegaron a salir en manifestación en solidaridad con Bandas”, recuerda. “Bueno, hubo apoyo desde todo el País Vasco. Trabajadores de Madrid, de Barcelona y hasta de Suiza enviaron dinero”.

Mera y Gaztelu recogen en su libro varios precedentes a aquella huelga, como el paro de 13 días en el año 64. A partir del 30 de noviembre de 1966 cuentan cómo se desarrolla día a día el histórico conflicto, básicamente gracias a las crónicas periodísticas de la época y al libro Nuestra huelga que escribieron los propios trabajadores de forma clandestina en 1968.

el origen del conflicto Todo empezó por un asunto de primas salariales en un tren de laminación. “La postura de la empresa es muy férrea y de absoluto desprecio hacia los trabajadores. A partir de ahí el equipo inicial de seis huelguistas va dando pasos para extender la lucha a toda la fábrica”, recuerda Gaztelu. “Todos los días sale una hoja informativa para contagiar la ilusión por la lucha y crear conciencia. Toda la solidaridad que hubo, interna y externa, de las mujeres, del pueblo, de otras empresas, supone un ejemplo para la lucha posterior”.

El régimen franquista consideraba delito de sedición la huelga y todos los actos “que afectasen a la normalidad de la producción”. Sindicatos como CNT, UGT o STV estaban ilegalizados y Comisiones Obreras aun no existía como tal. “Había comisiones de fábrica creadas por los propios obreros. Pero todo era ilegal. Hacer una asamblea era ilegal”, dice Gaztelu.

Aun así, rápidamente el 70% de la plantilla, que no llegaba al millar de personas, sale a la huelga. “La empresa mantiene su negativa y las demandas del tren de laminación número 2 se extienden a toda la fábrica. Se suman hasta las secretarias”, añade.

A mediados de diciembre la dirección de Bandas toma una decisión traumática que, lejos de frenar el proceso, lo aviva aun más. Decide despedir a 564 operarios, prácticamente todos los implicados en la huelga. “La empresa lleva la represión a sus últimas consecuencias”, niega con la cabeza Mera.

“A la empresa le costaba cuatro duros arreglar aquello. Cumplir con lo que pedían los del tren número 2, a los que les había dado la razón Magistratura, eran 5.700 pesetas. ¿Por qué la empresa decide no arreglar aquello? Bandas daba un beneficio impresionante. ¿Qué intereses tenía el régimen?”, deja en el aire Mera.

“El régimen reacciona. Deciden que en Bandas no van a ceder. Había unas luchas en la calle tremendas. Hay una gran manifestación de apoyo a Bandas en Bilbao, en la que detienen a los hermanos Ibarrola -basauritarras y muy comprometidos con la lucha de Bandas-”, evoca Gaztelu.

Tras la sentencia desfavorable de Magistratura a la demanda contra los despidos y a pesar de la represión, la huelga continúa. “Las cosas se ponen muy tensas. Todo acaba con un estado de excepción en Bizkaia. Podías entrar a casa del trabajador que querías y le detenías. Tenemos la lista de cien personas que fueron encarceladas o deportadas”, relata Mera.

La puntilla llega cuando la dirección decide ir a por las viviendas sociales de los trabajadores. “Sacan a cientos de familias de sus casas. Eso ya es definitivo”. A mediados de mayo los despedidos comienzan a pedir el reingreso y el 20 de mayo, 163 días después, se pone fin a la huelga. Como última lección del régimen, se niega la readmisión a 31 trabajadores.

“Que esto sirva de homenaje a todos aquellos valientes y a todo Basauri”, proponen los autores de un libro en el que el arte de Agustín Ibarrola tiene un sitio especial. “Sus grabados se vendían a 100 pesetas en solidaridad con Bandas. Nos parecía importante reflejar cómo ha trascendido la huelga como símbolo de lucha y de dignidad y cómo se ha ido recogiendo en distintas formas artísticas a lo largo de estos 50 años”, terminan.