Recuerdan los más antiguos del lugar que cuando el ex primer ministro británico, Tony Blair, concluyó la última gran batalla presupuestaria de la Unión Europea en el año 2005 llegó a decir que había sido "la negociación más difícil de su vida, más incluso que las negociaciones de paz de Irlanda del norte". El papel de Reino Unido en todo este proceso no ha variado mucho. Su postura sigue siendo una de las más radicales y menos europeistas de todas, en términos políticos y financieros, y quizás por eso el premier David Cameron fue ayer el primer dirigente en pasar por el particular "confesionario" organizado por el presidente de la UE, Herman van Rompuy, para conocer líneas rojas y limar divergencias en la negociación del marco presupuestario de la UE para 2014-2020.

Al cierre de esta edición, las espadas seguían muy en alto en un Consejo Europeo que al filo de las once de la noche seguía sin reunirse en sesión plenaria y esperando una nueva oferta de compromiso. En juego, un techo de gasto de un billón de euros, el 1 % del PIB europeo, un montante minúsculo si se tiene en cuenta que debe financiar las políticas europeas en 28 países, incluida Croacia que entrará en el club el próximo 1 de julio de 2013. Una cantidad que a los contribuyentes netos como Reino Unido, Suecia, Holanda o Alemania les sigue pareciendo demasiado generosa y que anoche intentaban recortar con la tijera de podar. "Claramente en tiempos en los que tomamos decisiones difíciles en casa sobre el gasto público es un gran error hacer propuestas para aumentar el gasto en la Unión Europea", esgrimió Cameron, que se presenta de nuevo como el principal obstáculo.

Su postura es la más radical de todas. No solo quiere una reducción del techo de gasto de 200.000 millones de euros, sino que exige un recorte en la factura administrativa de las instituciones europeas, en línea con la aplicada en su propia casa, así como el mantenimiento del cheque británico, el mecanismo que Margaret Thatcher arrancó a sus colegas en 1984 para compensar el escaso retorno que obtenía Reino Unido de las subvenciones agrícolas. Una prebenda que les deja actualmente entorno a los 3.600 millones de euros anuales -se calcula en función del gasto de la política agrícola común- y cuyos principales contribuyentes son, por este orden, Francia, Italia y España. La intención original de Van Rompuy es que todos los gobiernos europeos empiecen a contribuir a este mecanismo, británicos incluidos, lo que rebajaría de facto el cheque en un 25% y que Londres no está dispuesto a aceptar.

Pero como siempre en las batallas sobre las que se habla de dinero y de austeridad no estuvo solo. "En tiempos de consolidación fiscal en Europa, tenemos que ocuparnos de que los gastos no sean muy grandes", recordó la canciller Angela Merkel que defiende un presupuesto recortado pero mucho más suave ayer. "Hay nueve países contribuyentes netos que dedican demasiado al presupuesto. Esperamos rebajar el nivel de gasto", añadió el primer ministro sueco Fredrik Reinfedlt. Su país es uno de los que reciben también un cheque temporal, junto con Alemania y Austria, que si no se renegocia podrían perder. De hecho, el canciller Werner Faymann dejó claro que si no se mantiene el cheque austríaco no cederán. "Todo el mundo tiene que hacer concesiones. No hay un compromiso si el resto mantiene sus compensaciones y nosotros somos los únicos que perdemos", advirtió.

Al otro lado del ring seguía anoche una Francia dispuesta a defender con uñas y dientes el gasto agrícola y buscar el consenso con Berlín. "Vengo a buscar un compromiso no a plantear un ultimátum. Estoy seguro de que Francia y Alemania pueden ser motor de la negociación", advirtió François Hollande. La propuesta original de Van Rompuy apostaba por darle un hachazo a la rúbrica agrícola de 25.000 millones de euros. Aunque Francia es contribuyente neto y no quiere que el presupuesto de la UE se dispare, el gasto agrícola es sagrado y ayer la delegación gala negociaba millón a millón el mantenimiento de una política de la que es el principal receptor. "Europa debe tener un presupuesto que debe estar controlado pero al mismo tiempo debe responder a los intereses de los europeos, privilegiar el crecimiento, la solidaridad, el fondo de cohesión, el fondo que debe permitir financiar grandes infraestructuras, y la Política Agrícola Común porque no es una política francesa sino una política común de Europa", esgrimió François Hollande.

monti y rajoy Dispuesto a dar batalla también llegó Mario Monti. El primer ministro italiano se mostró "constructivo" pero inflexible. "Esta es una negociación muy seria y difícil. Están en juego los próximos siete años de la Unión Europea y es esencial la solidaridad y el uso eficiente de los fondos", recordó.

Más ambiguo se mostró el presidente español, Mariano Rajoy. No quiso entrar ni en cifras ni en detalles sobre sus líneas rojas porque como contribuyente neto que será España, por primera vez en su historia, "si el presupuesto baja España aportará menos". Con las actuales propuestas sobre la mesa España podría perder al menos 20.000 millones de euros en ayudas. El dirigente popular desdramatizó una posible falta de acuerdo en esta cumbre porque de no haber pacto "no será un drama porque es un presupuesto que entra en vigor en 2014.