El desamor entre Primoz Roglic y el Tour de Francia cumplió un nuevo episodio en su apasionante relación de amor-odio. Un serial de la desgracia para el esloveno, que no tomó la salida en la decimotercera etapa de la carrera francesa por culpa de la caída que sufrió en la víspera. Molido a golpes, Roglic tuvo que abandonar. Roglic se fue al suelo en una caída que atrapó a varios ciclistas y acabó visiblemente golpeado.

Se levantó y se puso en marcha, pero de inmediato emitió pésimas señales. Su cuerpo no respondía. Rodeado por su equipo, protegido, alcanzó la meta con un retraso de 2:27. Decía adiós a sus opciones de podio.

Además del golpe físico, tocadas ambas rodillas y el hombro derecho, el impacto psicológico fue brutal para el esloveno, que se encontraba en una gran posición para pelear por el podio. No podrá hacerlo.

Aunque tras la caída llegó a la meta y las pruebas realizadas descartaron cualquier fractura, los dolores persistían. Continuaron impresos en la piel y en los huesos de Roglic, que pasó una mala noche. Pésimo fue el despertar.

Ante un fin de semana de máxima exigencia en los Pirineos, de regreso el Tour a la montaña, el esloveno decidió retirarse para recuperarse de los diversos traumatismos.

Otra clase de dolor, el de la debilidad que provocan los virus, apaleó a Juan Ayuso. Víctima del covid, el alicantino tuvo que dejar el Tour apenas iniciada la travesía hacia Pau, donde se impuso Jasper Philipsen.

El velocista belga remontó a Van Aert con un esprint de aliento largo y contó su segundo laurel en la carrera francesa, que vivió un día palpitante en el tablero donde se mueven Pogacar, Vingegaard y Evenepoel.

Miedo al covid

El abandono de Ayuso era una mala noticia para Pogacar no solo por perder un apoyo, sino también por la causa de su baja. El virus que quebró al alicantino no respeta a nadie.

Juan Ayuso, debilitado, antes de abandonar. Eurosport

Se abre cierta incertidumbre en el seno de la escuadra del líder, advertida de que el enemigo puede estar en casa. Deberán redoblar las medidas sanitarias en el UAE. El covid es el peor enemigo posible. Invisible. Indetectable hasta que es demasiado tarde. El miedo recorre el Tour, que cuenta varias bajas por el virus.

La buena nueva fue la incorporación de Adam Yates, su lugarteniente, a la fuga, repleta de dorsales dorados: Van der Poel, Oier Lazkano, Mohoric, Rui Cosa, De Lie... En ese intercambio de golpes, con el viento azotando, sacando el filo de la navaja por el costado, el Visma se encrespó. Desean el Tour. Se lo hicieron ver al líder. Nadie cede. No existen las concesiones ni el relajamiento.

En el caótico arranque, Pogacar tuvo que personarse con celeridad en la asonada que pretendían sus adversarios. El arrojo de la muchachada de Vingegaard cortó la conexión de Carlos Rodríguez.

El Ineos respondió con todos sus costaleros para reparar el corte. Torniquete de urgencia. Adam Yates, en la fuga, era un imán para los perseguidores, que se volcaron, cada uno con sus intereses, en la caza. Eso sometió la escapada.

El viento, que sopló juguetón, burlón y caprichoso gobernaba el día. Cada vez que mostraba su torso poderoso, se alteraba el pulso, taquicárdico. Los nervios volaban. Danzad malditos.

Pogacar, Vingegaard y Evenepoel en la misma baldosa. Un espectáculo formidable. Los mejores, sin temor, provocadores, valientes, obstinados. Cosidos sus designios camino de Pau entre campos enormes de maíz miran a los Pirineos que surgen este sábado.

Roglic, tras su caída del jueves camino de Villeneuve-Sur-Lot. EP

La desgracia de Roglic

Esas vistas serán imposibles para Roglic. El esloveno, segundo en 2020 tras la remontada histórica de Pogacar en la crono de La Planche des Belles Filles, donde perdió un Tour que parecía suyo, tuvo que abandonar la Grande Boucle en 2021 por culpa de una dura caída. En 2022 la fatalidad le señaló de nuevo.

Este curso, liderando el Red Bull tras su salida del Visma, apostó decididamente por el Tour. Sin embargo, la Grande Boucle derribó al esloveno, otra vez maldito. El drama que no cesa. El mismo fotograma de dolor en bucle. El Tour se apagó para el esloveno. Le muerde a Roglic la carrera con saña.

En el curso de su regreso a la carrera francesa, en una isleta sin señalar, se produjo el efecto dominó que prenden los accidentes y las montoneras. El destino es cruel con Roglic. De nuevo por los suelos. El cuerpo golpeado de este a oeste. Marcado y torturado por la carretera.

En Roglic confluyen los pesares del Tour. Recogido sobre sí mismo, la carrera le había descartado. No hace prisioneros el Tour, que como Saturno devora a sus hijos.

La macabra estela del esloveno, la siguió Ayuso, que llegó entre sonidos de fanfarrea y algarabía al Tour y tuvo que dejar la carrera, triste, desolada y quebradizo. Víctima del covid.

El alicantino deberá esperar a mejores días. Tachados ambos, olvidado la pelea del viento, cazada la fuga, un par de cotas, apenas unos quebrantos mínimos, sirvieron para agitar el avispero en un carrusel de latigazos.

En cada chasquido, Vingegaard sobre Pogacar. Sacudidas de punta a punta. Atormentados, posesos, en busca del esprint por el callejero de Pau. En ese ecosistema, la caída de siempre. Se cortó el grupo. Laporte remolcaba a Van Aert. En el rebufo, Philipsen.

El velocista belga salió disparado. Girmay estaba camuflado en la foresta. Demasiado lejos el eritreo, fuera de foco. Philipsen remontó a Van Aert y contó su segunda victoria el día en el que el Tour llora el adiós de Roglic.