Finalizada la Vuelta y a la espera de que el arcoíris se extienda en el cielo de Zurich, donde se celebrarán los Mundiales, respira el Europeo, una competición de entretiempo, una cita de escasa tradición. Se incorporó al calendario de la élite en 2016. La carrera tiene el poso ligero de las distracciones.

En Bélgica se jugaba al trile en un recorrido de clásica por encima de los 220 kilómetros, algún penacho de adoquín y varias cotas. En ese hábitat, ideal para una resolución al esprint, se presentó Van der Poel, campeón del Mundo.

El forzudo neerlandés, la espalda cargada, lo hombros de boxeador y altivo el gesto, era el dorsal sobre el que giraba el carrusel de los demás buscadores del oro continental. Se agitaron muchos en una coctelera repleta de vatios y ambición, pero el trazado evitaba el colapso del orden.

Sin un punto de fractura, las selecciones poderosas domaron cualquier relinche al galope. Van der Poel, con esa pose tan suya, lanzó varios latigazos. Obtuvo algún segundo y convocó a Pedersen o Laporte en uno de los cortes, pero esas heridas apenas eran rasguños para el trabajo en común de las selecciones.

Van der Poel, muy activo

No hubo espacio para el caos y el desorden. La partitura era para una orquesta que pagaba el eco de los solistas que pretendían una revuelta. Van der Poel buscó su espacio en varios movimientos que siguieron otros grandes, pero nunca se quebró la corriente interna de la carrera, el hilo que servía como tramoya y andamiaje.

El final invocaba irremediablemente al esprint. El sol sale por el este y se pone por el oeste. Una verdad irrefutable como el remate del Europeo, una trama que debía acabar en un duelo de rayos, de hombres veloces que se encrespan en la adrenalina, la velocidad, los espacios agobiantes, la carrera al límite, en los rincones del riesgo y del vértigo.

En ese danza loca, acelerada, Tim Merlier gritó su alegría en un esprint impecable frente a Olav Kooij, al que sometió por media rueda, y el estonio Madis Mihkels, que supo brillar entre velocistas más deslumbrantes.

Merlier, campeón de Europa, posa con Kooij, plata, y Mihkles, bronce, en el podio. Efe

Mihkels, al que nadie esperaba en ese lugar, pudo con Philipsen o Pedersen, pertenecientes a la alta aristocracia. Merlier, dos veces campeón de Bélgica, ondeó su velocidad para vestirse con el maillot del Viejo Continente en una carrera que apenas tiene la edad de un niño. No la finalizaron Jon Aberasturi y Xabier Berasategi, que abandonaron por caída

Tim Merlier, imperial

Tricotó Merlier –14 laureles en lo que va de curso, 48 en su biografía– el triunfo después de medir a la perfección su esprint, aunque a 300 metros de la recompensa sopesó que no alcanzaría el laurel. Tuvo un problema con el cambio electrónico, pero el chispazo del deseo le lanzó a la victoria. Solo Pogacar supera a Merlier en el número de triunfos en 2024.

“Después de haber sido dos vences campeón de Bélgica quería ser campeón de Europa”, dijo Merlier, que junto a Philipsen, su compatriota, eran los elegidos para el remate belga. A punto estuvo de remontar Kooij, pero no le bastó ante Merlier, afortunado del laboro del bloque italiano, que desarticuló la propuesta de Van der Poel.

Su baza era la del gigante Milan. Cuando la fuga con Van der Poel, Pedersen y Van Poppel tomó cierto vuelo, funcionó el candado transalpino, para anular las travesuras del neerlandés. Desactivaron la amenaza a tiempo.

Los carabinieri apresaron al muchacho del arcoíris y sus acompañantes. Regresó lo que se suponía, lo que se suponía. Las expectativas se cumplieron y todo desembocó en un asunto de velocidad. En ese duelo reinó Merlier, nuevo campeón de Europa.

Victoria de Aular en el Trofeo Matteotti

Sin presencia en la Vuelta, el Caja Rural armó un calendario alternativo para competir. Siempre hay carreras, en cualquier paisaje. En Italia, a la espera de il Lombardia, que tamborilea los dedos en octubre, la agenda está repleta de citas en las que mostrarse. El Trofeo Matteotti es una de esas clásicas que florecen en septiembre y dan cuerda a los estertores de la campaña.

En Pescara venció Orluis Aular, el velocista venezolano del Caja Rural, el más fuerte en una clásica que se definió al esprint una vez calmadas las fugas. Aular derrotó en el remate veloz y urgente a Alessandro Covi y Alexey Lutsenko. “Estoy muy feliz de conseguir este triunfo aquí en Italia, en el Trofeo Matteotti. El equipo ha estado fenomenal, se cumplieron todas las tácticas que nos había planteado nuestro director Rubén. La intención era tener siempre un corredor adelante para evitar trabajar atrás, es una carrera muy dura y así se ha hecho desde el principio”, dijo Aular.