Jugar al baloncesto mixto es posible. La idea contemporánea de los juegos de rol o de un deporte donde sea visible la igualdad de sexos fue algo que ya tuvo en mente el profesor holandés Nico Broekhuysen en el año 1903. De ahí surge el balonkorf, también conocido como korfball.
Es un deporte que comparte características con sus raíces, el baloncesto de EEUU y el fútbol, y que se popularizó en la Europa posterior a la Primera Guerra Mundial de tal manera que consiguió llegar a formar parte de los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920 y de Ámsterdam en 1928. Una demostración que culminó con la creación de la Asociación Belga de Korfball.
La tradicional separación de hombres y mujeres en las actividades deportivas competitivas pudo haber sido una de las causas de la tardía aparición o aplicación de este deporte. Desde la Segunda Guerra Mundial, hubo dos factores que explicaron la popularidad cada vez mayor del korfball en el contexto deportivo internacional: la introducción universal del baloncesto americano (deporte apenas conocido en Europa y otros continentes antes del adoctrinamiento realizado por las fuerzas armadas estadounidenses); y el hecho de que la reconstrucción de la posguerra incluyese el establecimiento de muchas instalaciones deportivas cubiertas.
El korfball, que anteriormente se jugaba en un campo similar al del fútbol, ahora tenía que adaptarse a dimensiones parecidas a las de una cancha de baloncesto. El área de juego, ahora más reducido, sugirió una reducción del número de divisiones de tres a dos, y la limitación de los jugadores a un equipo de 8 en vez de 12. Como resultado, el ritmo del juego se aceleró y el número total de tantos marcados en un partido también aumentó.
Raíces holandesas
Por ese motivo, la alternativa de raíces holandesas es un deporte al aire libre que se juega con una pelota en las manos y que, alejado de lo tradicionalmente conocido, está formado por cuatro hombres y cuatro mujeres, que se sitúan en posición de atacantes y defensas, y que tienen como objetivo, bajo un campo de juego de 40x20 a sus pies, encestar la pelota en una cesta de plástico o mimbre que se encuentra dentro del terreno de juego.
Una acción que puede durar máximo una hora, completarse incluso desde detrás de la cesta y en la que cada tanto vale un punto, siendo la suma de dos puntos lo que provoca que los jugadores cambien de rol. A todo esto hay que añadirle una condición a tener en cuenta: queda totalmente prohibido hacer uso de la fuerza física y enfrentarse a un oponente del sexo contrario; algo que traslada a la típica frase de: chicos contra chicos y chicas contra chicas.
En los años 70, esta práctica llegó a España, concretamente a Marbella, de la mano de otro holandés, Leonardo Terol, quien tiene un polideportivo a su nombre en la ciudad andaluza. Tiempo después, atravesando parte de la península, llegó a Madrid y, sobre todo, a Cataluña, comunidad autónoma donde parece haber plantado más aún sus raíces y que cuenta con dos ligas (primera y segunda división) y una federación regional que le respalda, la Federación Catalana de Korfball.
Popularizado ya a nivel internacional, donde Bélgica, China, Inglaterra u Holanda son los máximos exponentes, el balonkorf se convierte en un deporte practicado, actualmente, en 69 países. Pone en relieve la igualdad de género y promueve la inclusión de ambos sexos en un clima en igualdad de condiciones. Para poder jugarlo sólo se necesita un balón acorde a esta modalidad. Es diferente al que se usa en baloncesto y tiene un peso de entre 425 y 475 gramos, en función del tamaño de la canasta, que debe encontrarse en un poste a 3,5 metros de altura y que puede rondar los 120 euros aproximadamente.
Cuatro contra cuatro
Un balón, dos canastas y un equipo mixto de cuatro hombres y cuatro mujeres son los tres elementos que conforman el balonkorf; un deporte alternativo que se convierte en recurso didáctico y que se presenta como propuesta de dinámica cooperativa. Una metodología que implica la interacción de unos jugadores que tienen como protagonista principal la búsqueda de un objetivo común: cooperar sin discriminar el sexo del compañero se convierte en un requisito indispensable para lograr encestar o hacerse con la pelota.
Si buscas practicar un deporte que tenga un objetivo distinto y que busque la igualdad y el salir del marco impuesto por las reglas sexistas, el balonkorf es para ti.