Garikoitz Suárez Caperos es nuestro Gari, ese jovencito de 25 años que se unió a la secta en 2018, apretando los dientes, metiendo caña y regalándonos un aire fresco que siempre viene bien; Lineker el bravo le decimos, por aquel que fuera máximo goleador en Méjico 86 y uno de los mejores arietes del fútbol más reciente, don Gary. Miembro honorario de los “nocturnos” del Bakh, con quienes más feliz y cómodo se encuentra: Dorado, Pedrosa, López Gil, Santos… “junto a quienes, todos juntos, formamos una piña que no puedes imaginar”, dice, piña de pino autóctono, que no tropical, donde “llevamos a su máxima expresión lo que es el pádel: pura diversión, el deporte más entretenido”, reconoce, para añadir instantáneamente “lo fácil y accesible que es al principio y lo complicado que se vuelve en cuanto has aprendido”. Solo sé que no sé nada, decía Sócrates al reconocerse ignorante, lo que sólo los que saben, conocen y/o han experimentado, asumen sin problema; cuanto más se sabe y se conoce, muchas más son las lagunas que se le aparecen a uno, lo que es signo de humildad y capacidad evolutiva. Trasladado al pádel significa que, cuanto más juegas, mejor percibes lo que no eres capaz de hacer. En este punto, Gari se reconoce “algo estancado” al llegar a un punto en el que los que “están viniendo me superan con tanta rapidez como conocimientos”. Se estrenó junto a Simal con una victoria en 4ª categoría en el primer torneo de ambos. Al poco sumaría un nuevo triunfo en 2º al lado de Aritz Delgado, en cuya final se encontraron a Antonio González, “el capi”, y Hurtado, pareja de mirandeses. Ha formado dúo con Ernesto Cabo –”Cabo y Uriarte han sido mis maestros en los inicios”–, con Urbina, Simal y Hernanz “las veces que nos ha tocado jugar en primera” y, aunque no guarde memoria de los mejores ni de los peores momentos de su carrera, dueño de una memoria y capacidad para almacenar datos inusuales –es una enciclopedia, lo exige su profesión– destaca “una previa del estatal por clubes al lado de Carlos Cabo, en la que batimos a Aretxaga y Jorquera, habituales de los cuadros principales del circuito vasco”. En el otro lado de la moneda toca descubrir los puntos flacos del sujeto, “el demonio que llevo dentro”. Acostumbrado a jugar siempre solo –ha sido tenista grande hasta 2016, “desde que comencé a jugar al tenis a los 6 años”– hacerlo en pareja, a veces, le despista, “no termino por acostumbrarme y le meto al compañero una presión desmedida”. Un poco vinagre en la cancha, este asesino con cara de niño –aparenta menos años de los que tiene– se ha juramentado para “vencer al diablo que a veces asoma cuando juego”. Aprieta y mete las gomas al compañero “a quien exijo lo que a mí mismo: no fallar y elegir siempre la jugada perfecta”, algo imposible. “Trato de mejorar en este aspecto”, dice, “pero a veces me supera y no me reconozco”. Competitivo como pocos, se auto exige como el que más. Buen defensor, dueño de una excelente volea, prefiere jugar en la derecha aunque no desdeña llevar el peso de la ofensiva. Capaz de atacar cuando le toca defender –tiene muy buena mano– volea de revés con eficacia y ataca con la derecha como aprendió en el tenis. Su jugador preferido es Pablo Lima porque “curra como los buenos y me cae muy bien”; el dúo que forma junto a Franco Stupa “continúa ganando después de muchos años”, y decían que no podían jugar juntos. Sigue a Jon Sanz, joven jugador navarro que rinde entre la élite y, de los de casa, “de los terrenales” que dice él, quitando a Arija, Garayo, Alvarito y Crespo, “me quedo con Igor González”.

Otxoa, López, Gari Suárez y Raúl Hernanz posan en una pista de pádel.

Fue campeón de Álava de tenis. Compitió hasta entrar en la universidad. Peleó con Carlos Divar y, hasta júnior, subió al octavo puesto del ranking vasco. Luego llegaron Careaga, Riva y Madariaga y… hasta ahí. Lleva los asuntos de comunicación y redes en la Federación, trabaja en los informativos de EITB y en los deportivos de Radio Vitoria y el diario Marca. “Me gusta la información general”, dice, “pero sería feliz si pudiera dedicarme a hablar y escribir de tenis y pádel”; como Zubiarrain en la Ser y Alberto Bote y Jesús Mata en el As y en Marca.