on primos, familia. Que conste. Y están juntos de nuevo, 25 años más tarde, para hacer lo que les gusta mucho, quizá no lo que más les guste, que tantos años después las prioridades tienen que ser otras, pero sí algo que les gusta casi más que cualquier otra cosa. Se hace raro verlos juntos, de blanco otra vez, en la cancha, pero queda chulo y con miga para contar una bonita historia de pelota, aunque haya tenido que pasar un cuarto de siglo. La imagen se repite. "Perdimos el contacto y hasta la relación. Dejamos de saber el uno del oro casi hasta que la pelota nos ha juntado de nuevo", coinciden. 2021 ha sido el año del reencuentro. Jon se reenganchó 15 años después de dejarlo. Un grupo de amigos de Algorta le motivaron lo suficiente como para volver a coger la pala en el frontón del pueblo. Los "espartanos" de Laukiz, Andrés, Alex... le hicieron un hueco en 2017 y "volví de nuevo". Cuatro años más tarde, Iñigo, habitual de los trinquetes los últimos años, con licencia vizcaína desde 2014, presentado en sociedad en el Tornosolo de Abadiño de la mano de Fusto "el grande" y el recordado Arroitajauregi, entra de nuevo en contacto con el primo Jon; los nuevos amigos de éste no paraban con "que si tu primo esto, que si tu primo lo otro" y se reengancha a la pared izquierda. Tanto que, con el grupo de algorteños, laconitas de adopción, se mudan al Deportivo y vuelven al leño, al rock duro: la corta y el cuero. "El reencuentro con Iñigo supuso hacerlo con un pelotari de verdad, lo que me está haciendo disfrutar un montón", dice Jon. Ya con los de Beti Galdu, hasta se ha atrevido a entrar en acción: "Juan Alberdi me apuntó de suplente y estuvimos a punto de ascender en el estatal", cuenta Iñigo, "me piqué, ha sido un año y medio cojonudo". La fase final del campeonato de España se disputó en Arnedo, en la misma localidad que 25 años atrás, en el 97, el combinado español intervino en el Mundial de trinquete con los primos Arrieta en sus filas. Tenían 19 años. Jon jugó a cuero y a Iñigo le tocó participar en la modalidad de goma argentina. Un año antes, en 1976, los dos juntos habían ganado en Guadalajara el campeonato de España juvenil de cuero contra Loureiro y Larrinaga, vizcaínos del Lagun Artea, "que fueran luego enormes pelotaris".
Iñigo Arrieta González y su primo Jon Arrieta Foronda, de 43 años -nacieron con 5 días de diferencia-, hijos de Pedro y de Rafa, pelotaris y deportistas, jugadores y dirigentes, se acostumbraron al frontón a una edad muy tierna, cuando acompañaban a sus padres respectivos a la vieja cancha del frontón del Estadio, donde formaban camarilla con el gemelo de Pedro, Jesús, y los históricos Areitio, Igartua, Ciaurriz, Bagazgoitia y la familia Bernedo. Mikel de Bernedo era, por aquel entonces, presidente del club Zidorra, y su hijo Aitor, el entrenador de los Arrieta. La máquina estaba en marcha. Todo bien engrasado. Los críos acababan de cumplir 10 años. "Nos vieron", dicen, "y nos invitaron a formar parte del club". No pasó mucho tiempo hasta que "jugando juntos, nos impusimos en la final del Campeonato de Euskadi Escolar en Ordizia"; ¡los Juegos Escolares de Euskadi debían ser eso! Años más tarde la Federación les integraría en el grupo de tecnificación, junto a Iñigo Cotorruelo y Txesto Olano, bajo la supervisión de Tomás Lacalle. Vienen títulos provinciales y del GRABNI en categoría juvenil, y los éxitos de la selección alavesa en la que Legorburu, Monreal y Casado estaban al nivel de los mejores pelotaris en la modalidad de mano. Y los primos juntos todavía. "Jon era una rata. Vivo, ágil y con una muñeca privilegiada", opina Iñigo del primo; "yo jugaba atrás, no era mucha cosa, tenía poco poder pero buena técnica". Juntos sumaban bien.
En la temporada 98-99, los caminos se bifurcan. Siguen conectados, están juntos, pero en clubes diferentes. Jon se marcha a Errekaleor para acompañar a Otero, Valera y Angulo, mientras que Iñigo continúa en Zidorra para colocarse por delante de Iván Temprano; "paso a jugar de delantero". Uno se había decidido por IVEF y el otro por estudios de Empresariales. A los dos le fue bien. Jon suma un campeonato de Euskadi en 2003, acompañando a Elías Angulo, mientras que Iñigo fortalece su carácter y prestaciones deportivas. "Despunta como pelotari y se convierte en un gran delantero", reconoce Jon, que a comienzos del nuevo siglo se traslada a Irlanda a aprender inglés "y ganarme unos dineros trabajando en un restaurante". Durante ese tiempo "nos tocó enfrentarnos muchas veces, cada uno por su sitio".
En 2004 la pelota y Jon dejan de quererse un poco, una relación rota temporalmente, y al poco, un año después, Iñigo se traslada a Durango. Continúa jugando por Álava y debe sacrificar parte de su tiempo para ir y venir a entrenar cada semana. Son años duros en los que el dúo Arrieta-Temprano consigue éxitos en el trinquete, como un Campeonato de España en 2007 que les significa ser preseleccionados para el Mundial; "me quedé a las puertas, pero Iván estuvo y lo hizo muy bien". El trajín, los viajes de un lado al otro, la familia, tres hijos, la edad y la comodidad hacen que, al final, Iñigo, que no quiere dejarlo, saca licencia por el club de donde vive, el Tornosolo de Abadiño, "donde estoy disfrutando los penúltimos años de mi vida deportiva. Ahora tengo otras prioridades".
El ir y venir de los Arrieta a lo largo del tiempo, el dejar de jugar juntos, el cambio de club, la pérdida del contacto en la cancha, en la vida, las vicisitudes y experiencias que, de nuevo, otra vez, les ha reunido en torno a lo que tanto aman: al frontón, a la pelota, al palo que tan buena sombra les ha prestado tanto tiempo, los comienzos y un buen final, que lo será, cuando toque, el feliz presente y un futuro que ya se verá lo que dura, forman el núcleo de idas y de vueltas de un relato breve de pelota. De buena pelota.
Es la historia de dos primos con aroma de pega y limpia palo, una familia alavesa con arraigo, los Arrieta de Pedro y Rafa que un día lo perdieron y años después hicieron contacto y la máquina se reinició. En cuanto sucedió, en el 2021, en la cabeza me rondó lo que os he contado. Un cuento de pelota en el que dos primos muy primos han hecho clic para retomar lo que supieron disfrutar y volverlo a hacer cuarentones ya. En cuanto el seleccionador alavés de herramienta se ha enterado, un zorro el Martínez, ha expresado en susurro perceptible: "lo bien que nos vendría un delantero, un buen delantero en pared izquierda". Y luego ha seguido con otro par de historias que no caben pero cuentan. ¡Qué pareja!, ha dicho. La de los Arrieta, Iñigo y Jon, ¡menudos son!