En las noches oscuras, a veces, tintinean las luces de esperanza. A esas gotas de luz se agarró con energía Amador Granados (15 de mayo de 1967). Desde ese parpadeo tenue, tímido, balbuceante como el baile de una llama entre corrientes de aire, Granados logró pintar el sol que le alumbró el camino hacia la excelencia en el ciclismo paralímpico. Abruma su palmarés, colosal su vitrina, un currículo repleto de laureles. Los pedales de la vida le llevaron a la cúspide de la gloria. Tuvo que combatir Granados contra sí mismo, frente a las limitaciones físicas. Se juró que no le detendrían.
Su historia es la de la superación, la de un hombre que atravesó la aduana de un deformación de nacimiento denominada pie cavo congénito para conquistar territorios vírgenes y pisar el Olimpo tras una travesía formidable. “No ha sido una decisión fácil. Me voy con tres juegos y una medalla, cuando tendría que haber participado en cinco citas y haber sumado tres medallas. Pero me voy satisfecho”, expuso Granados, acompañado por el director de Actividad Física y Deporte del Gobierno vasco, Jon Redondo, y la coordinadora de Basque Team, Olatz Legarza, el día de su despedida.
Granados quiso ser futbolista, el destino de los sueños de tantos niños. Siempre hubo Mundiales que se jugaban en la plaza, Copas de Europa que se celebraban en las calles y Ligas que se conquistaban en el recreo en campos sin hierba, estadios sin gradas y porterías marcadas con jerséis en el suelo. En algún momento de la infancia todos han sentido ser campeones. Granados, que nació en una familia humilde, en el barrio de Talocale, era uno de esos muchachos que se dibujó en la imaginación como un gran futbolista. Sucedía que aquel chico tenía un problema en el pie y el fútbol se alejó como una despedida triste en la estación.
Natural de Andoain, aunque usurbilduarra, Granados se trasladó con su familia a Usurbil siendo un chaval, con apenas diez años. Desvanecido el sueño del fútbol, Granados encontró consuelo en la bici, el vehículo para la terapia. El modo de conectar con el deporte y la autoestima. Comenzó en el ciclismo como medio terapéutico y rehabilitador. Su padre salía los domingos a pedalear con el grupo cicloturista A.D.C. Michelín (trabajaba en la factoría de Lasarte-Oria) y no tardó en llevarle con él a sus excursiones. Su faro en medio de la tempestad.
Aquellas salidas en bici llevaron al límite a Granados. Completar 40 kilómetros era un calvario. A pesar del sufrimiento, no se rindió. Continuó adelante. Amor propio y carretera. El fin de mundo como horizonte.
Sobre la bici, no había distinciones. Tampoco privilegios. Refugiado en aquel pelotón mullido, la veta competitiva de Granados fue adquiriendo fuerza.
Se adentró en las carreras impulsado por su espíritu de superación. La fuerza de voluntad como motor para la ambición de superarse a sí mismo. Granados se alistó en 1998 al club Zuzenak. Desde ese instante sumó trece títulos consecutivos en la prueba del kilómetro y otras 29 medallas de plata en las diferentes pruebas de pista como persecución y velocidad por equipos. Además, en ruta alcanzó 8 títulos en la prueba de fondo y 3 en contrarreloj. La suma de medallas en campeonatos de España entre el velódromo y la carretera, asciende a 75 entre oros, platas y bronce.
GLORIA ETERNA
Un Fort Knox repleto de éxito. Granados festejó el campeonato del Mundo de 2014 en Aguascalientes (México). En la citas mundialistas acumuló tres bronces en la prueba del kilómetro y tres platas y cuatro bronces en la velocidad por equipos. Además, en el escaparate europeo sumó dos platas y un bronce en la prueba del kilómetro. En cualquier caso, su mayor logro deportivo fue el bronce en la modalidad de Velocidad por equipos C1-5 mixto en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016. Gloria eterna. En Atenas 2004 logró dos diplomas, uno en la prueba del kilómetro y otro en persecución. De Pekín 2008 regresó con otro diploma en la prueba del kilómetro.
“Quiero agradecer a todo mi entorno por la fuerza que me han dado. Siempre he estado bien rodeado por la Fundación Zuzenak, mi club, por mis entrenadores Ainhoa Artolazabal y Emaitz Izagirre, además de por mi mujer y compañera, Fabiola. Y por supuesto quiero dar las gracias a la Fundación Basque Team, sin su apoyo en forma de becas, hubiera sido imposible tener la preparación necesaria para afrontar los eventos deportivos. Todos ellos han tenido mucho que ver en la estabilidad de mi carrera deportiva”, estableció Granados, que cierra la competición pero continuará como seleccionador de Euskadi de paraciclismo. La bici dio luz a Granados, que ahora apaga su estrella.