a mayoría reconocéis sin ayuda qué significa P... Pádel, el nombre propio de esta página, ¿verdad? No haría falta descubrirlo, todos lo padecemos, y en el título no está bien visto, pero aquí, más abajo, se puede y hasta pasa desapercibido si lo hacemos. Significa puto pádel, que es lo que es, aunque me advierten, gente más mayor aún, que el golf es aún peor, mucho más cabrito. En estas líneas de homenaje, es más Puro Pádel que otra cosa. El pádel de antes, el de los orígenes, aunque la edad de oro esté por llegar. En esas estamos. La cosa ha cambiado un montón. El juego y los jugadores no tienen nada que ver con lo que había 40 años atrás.

El domingo me acerqué un rato a la Peña Vitoriana, en cuyo salón principal algunos nonagenarios legendarios estaban siendo agasajados por todo lo alto. Teníais que verlos. Más viejos, claro, pero con las facultades casi intactas. Se movían y pensaban -alguno de sus discursos, memorables, dejarían en pañales a cualquiera de nosotros- con tal soltura y elegancia que mostraban ser sus verdaderos dueños, asunto harto complicado para el resto.

Entre ellos, elegante, hecho un pincel en el tipo y la vestimenta, don Manuel Crespo hacía un poco suyo el discurso general. Entre otros por él estaba yo allí. 92 años. Dejó de jugar hace unos pocos ratos. A los ochenta y casi todos aún recibía clases con Alex Botella al otro lado de la cancha. Hoy Alex, en la gerencia del club, le ha dado la vuelta al club, lo ha modernizado y le ha metido una marcha al movimiento para recuperar los tiempos perdidos. Con Íñigo Area en la presidencia, los pilares se han reforzado y la sociedad ha recuperado esplendor. No se puede estar tan bella, de cómo está quedando la cuna del pádel alavés, “aunque haya que haber derribado el templo que significaban las viejas pistas de cemento adosadas al edificio de la pista cubierta”, confiesa Botella. Ahí, en ese sitio nació en el 84, en el siglo pasado, el primer escenario de un juego casi universal. José Mari Llanos y Paco Sigüenza montaron un pequeño circo que se transformaría en “le soleil” con los magos de la pala de estos días. Aquellas “meriendillas” de los ochenta son hoy cenas de gala con artistas millonarios. En el 91 se construyeron dos más en lo alto, arriba en la loma, también de cemento pero con hierba artificial en el suelo, y en 2007 las de cristal, al otro lado de la cubierta de tenis, donde las viejas canchas de Quic. Don Manuel había cogido el relevo con el segundo enclave al frente del club.

Fontán y Almazán, notario uno y registrador el otro, como campeones de España, pasaron por aquí cuando el pádel recién salía del huevo. Las marcas de bebidas alcohólicas patrocinaban las primeras pruebas. Entonces se podía. Jon García-Ariño y Gonzalo Medrano se encargaban de que el juego prosperase. Tiempos del Memorial Gonzalo Vera-Fajardo -se retiró varias veces y se hizo fiesta en todas ellas-, otro ilustre entre los de aquella era. En uno de aquellos, en el 99, si mis datos no son erróneos, Pablo Semprun y De la Hoz, campeones de España, se enfrentaron a unos tipos que sonaban a emperadores, Reca y Nerone. Poca cosa.

Un socio del club, Javier Ron, fue el primer presidente de la Federación Alavesa de Pádel, fundada en la Peña y con sede en las propias instalaciones. Le sustituyó Íñigo Vidal-Abarca. El primero volvió al tenis y el segundo machaca sus energías sobre una bicicleta “sin batería”. Tras ellos otro socio, Alberto Roth, un “Hispano-Suizo” de bellas líneas y rodillas desgastadas, exfutbolista y buen entendedor de caldos con pedigrí, cogió las riendas y condujo la nave otra fructífera legislatura. En esos años nacería el CAP, crecería, procrearía y transformaría al deporte en lo que hoy es; un deporte chulo, rápido, exigente, divertido, con cientos de practicantes y un magnífico nivel entre nuestro jóvenes.

Raposo, Ferrer, el eterno Julián Aniel-Quiroga, maestro y profesor, Garnica, Natxo Pérez, los hermanos Ibarrondo, Arturo y Candela, Patricia Roth, Reyes Ibabe, Blanca Rodríguez, Pilar Astaburuaga, Silvia Hernaez...

De aquel revuelo en el origen vino luego todo lo demás. ¿Quién hubiera dicho entonces que, en unas décadas, los mejores jugadores del mundo jugarían en Suecia, en Finlandia y en Qatar? Pura evolución.