La doctora y jugadora de baloncesto, Cristina Molinuevo, jugará en el filial del Kutxabank Araski en la presente temporada, a causa de la imposibilidad de poder trabajar y competir en el deporte profesional a la vez. La vitoriana que lleva desde la temporada 2011 en el club se ha especializado en análisis clínicos y lo compatibilizará con el baloncesto, su otra gran pasión.

Después de muchos años como jugadora del Araski, ¿qué sensación tiene al dejar ahora el primero equipo?

-Al final, la medicina es algo para lo que he estudiado mucho y le he dedicado muchas horas, por lo que realmente estoy con muchas ganas de empezar una nueva etapa. Eso sí, con el baloncesto he disfrutado mucho, pero ahora ya tenía las ganas y sentía que era el momento de cambiar mi dinámica para centrarme al completo en mi trabajo.

¿Sentimiento más de tristeza o de alegría?

-Me da pena dejar el primer equipo, pero quería empezar una nueva etapa y al final mi trabajo exige mucha dedicación y quiero, al igual que con el deporte, dar el 100% en mi trabajo.

Comenzó en julio la residencia y dura cuatro años, ¿es un hasta luego o un adiós?

-Nunca se sabe. Lo que sí que tenía claro es que este primer año quería adaptarme bien al trabajo y ver cómo podía cuadrar los horarios y según cómo vaya este primer año veré qué hacer de cara al futuro. No tengo ninguna prisa ni presión e iré viendo poco a poco.

¿Qué papel espera tener en el filial?

-No he pensado mucho al respecto, pero lo que quiero y tengo son ganas es de disfrutar jugando y de volver a recuperar las ganas por el baloncesto. Lo que quiero es disfrutar en la cancha.

Al final, todos estos años compatibilizando el deporte profesional con la medicina habrán sido duros, ¿siente mucho desgaste?

-Diría que hay mezcla de todo. El entrenar mucho y luego no tener demasiados minutos a veces se hace difícil. A todo ello le tienes que añadir los viajes y lo que conlleva el deporte profesional, que unido a mis estudios ha hecho que, por momentos, sea complicado. Con el paso del tiempo te acabas cansando.

¿Cómo lo va a tener esta temporada para compatibilizar el filial con el trabajo?

-Tengo horario de mañana de 8 a 15 horas, pero luego tengo cinco guardias al mes que siempre hará que se me pueda solapar con algún entrenamiento. Soy consciente de que algunos días no podré ir a entrenar, pero es algo que ya lo tengo hablado con el entrenador, Alex Suso. Además, hay que tener en cuenta que es trabajo y éste siempre tiene que ir por delante, porque es la prioridad.

¿Se ve como un ejemplo para las jóvenes que vienen? ¿O incluso como una entrenadora dentro de la cancha?

-Yo como entrenadora nunca me he visto, pero si quieren fijarse en mí para ver que se puede estudiar y jugar a la vez, me sentiré muy orgullosa por ello. Yo lo que quiero, como decía antes, es disfrutar del baloncesto.

Quizá ahora vaya a tener algo más de tiempo libre, ¿hay algo que quiera hacer o probar?

-Si te digo la verdad, no lo he pensado. Yo creo que eso lo iré decidiendo según pase el tiempo. Es verdad que jugar como profesional conllevaba entrenar todos los días y luego los fines de semana tocaba viajar y jugar el partido. Era como un bucle al que le tenía que añadir la medicina. Ahora que es cuando me he marchado y al ver que no estoy en ese bucle, iré viendo sobre la marcha.

¿Ha sido una decisión que ya tenía tomada antes de comenzar la residencia o ha sido a raíz de comenzar a trabajar?

-El tema es que es incompatible una cosa con la otra. El trabajo te obliga a tener un horario fijo que tienes que cumplir y el baloncesto profesional significa tener entrenamientos de mañana y tarde, que unido a los desplazamientos era algo inviable para mí en estos momentos.

Ahora habrá una araskizale más en Mendizorrotza, ¿no?

-Eso espero. Ojalá mi trabajo me lo permita y pueda ir a Mendizorrotza a ver a mis compañeras jugar. Eso sí, no me tendrán que coincidir con los partidos de mi equipo actual, el Primera Nacional.

Como quien dice, lleva toda una vida en el Araski. ¿Es esta una unión eterna?

-Es una pregunta difícil. A pesar de mi trabajo, yo tenía claro que quería seguir haciendo deporte, en especial, baloncesto que me encanta, pero es verdad que no tenía por qué ser el Araski. Al final, miré los horarios de otros equipos, pero el Primera Nacional me coincidía y me venía bien. No era una cuestión de jugar en el Araski sí o sí.

¿De quién se acuerda en estos momentos?

-De todas las compañeras con las que he compartido vestuario durante estas temporadas, ya que he tenido la suerte de poder conocer a gente de muchos sitios y muy diferentes, donde todas me han aportado algo distinto.

¿Cuál es su mejor y peor momento que ha vivido con el Araski?

-El mejor, sin duda alguna, el ascenso en Cáceres a la máxima categoría del baloncesto femenino español y el peor yo diría que quizá la temporada de la pandemia, ya que jugar en Mendizorrotza sin nuestra gente y no poder disfrutar de las niñas que venían a vernos ha sido muy duro. El Araski es una familia y este último año han faltado todos ellos.

¿Algún consejo para toda esa gente que sueña con llegar al deporte profesional a la vez que estudia o trabaja?

-Si es lo que quieren y disfrutan jugando, se puede compatibilizar. Es difícil, pero si se administra y se organiza el tiempo con precisión es posible. Lo más importante es que, si se disfruta jugando, no se abandone el sueño mientras sea posible continuar con él.

"El trabajo de médico exige mucha dedicación y quiero, al igual que he hecho con el baloncesto, exprimirme y dar el 100% "

"Mi mejor momento con el Araski fue el ascenso y el peor tener que jugar la pasada temporada sin público, es nuestra familia"

"A quienes tienen compaginar trabajo y deporte les diría que si disfrutan jugando no lo dejen a no ser que no quede más remedio"