En Nueva York siempre pasan cosas. En el último Grand Slam del año, Serena Williams logró en 1999 el primero de sus 23 títulos grandes. En 2007 Roger Federer y Novak Djokovic se enfrentaron en su primera final de Grand Slam, con victoria del suizo. En las pistas de Flushing Meadows, Andy Roddick, Juan Martín del Potro y Marin Cilic lograron el único grande que figura en su palmarés. En Nueva York se impuso Flavia Pennetta en 2015 y pocas semanas después se retiró. Y, en definitiva, en el US Open dio el salto a la fama Naomi Osaka al vencer en la final del año pasado a la propia Serena, que montó una fuerte polémica con el juez de silla que dejó compungida y sin palabras a la ganadora.

En la edición de este año que empieza mañana también pueden darse sucesos inesperados después de que la gira previa en el cemento norteamericana haya sembrado aún más incógnitas. En el cuadro masculino, Djokovic defiende su título con un objetivo claro: seguir recortando la distancia que le separa de Federer en la lista histórica de ganadores de Grand Slam. El serbio se ha llevado cuatro de los últimos cinco y jugará con el colmillo afilado, sobre todo tras caer en las semifinales de Cincinnati. “No es para preocuparse, estoy bien”, advierte Djokovic. Ambos van por el mismo lado en busca de una semifinal que puede ser una revancha de la última final de Wimbledon. El helvético, que también cayó pronto en Cincinnati, ganó en 2008 su quinto título consecutivo en Nueva York, pero desde entonces no ha vuelto a imponerse en la capital del mundo y querrá desmentir a quienes piensan, como John McEnroe, que a cinco sets no puede con el número 1 del mundo. “Me encuentro mejor que nunca antes de jugar aquí”, asegura.

Por el otro lado del cuadro, estará Rafa Nadal a la espera de acontecimientos y a dos Grand Slams de Federer. El balear ya cumplió al repetir triunfo en el Masters 1000 de Canadá, ha descansado dos semanas y llega “con buenas sensaciones”. “Creo que estoy jugando bien y ganar en Montreal me ha ayudado”, confiesa Nadal, que el año pasado tuvo que retirarse en la semifinal ante Del Potro tras una edición en la que acusó “que tuve partidos muy largos en las primeras rondas”. Eso es lo que quiere evitar a toda costa para plantarse con garantías ante un cuadro, a priori, más despejado.

Porque tampoco está en su camino el jugador al que todos miran: Daniil Medvedev. El ruso ha jugado tres finales consecutivas en agosto, con triunfo en el Masters 1000 de Cincinnati, y se planta en el US Open como la esperanza de que, de una vez por todas y por simple cálculo de probabilidades, algunos de los jóvenes rompa la tiranía del Big Three en los Grand Slams. No será fácil porque Alexander Zverev lleva un año flojo y en primera ronda habrá dos duelos entre estos jóvenes aspirantes: Tsitsipas-Rublev y Shapovalov-Auger Aliassime.

La incógnita de muguruza El torneo femenino resulta impredecible porque nadie domina. Los últimos doce grandes han tenido diez ganadoras distintas. Serena Williams lleva dos años, desde que regresó tras su maternidad, persiguiendo el título que le falta para alcanzar a Margaret Court. En este tiempo ha perdido tres finales de Grand Slam y su retirada en Toronto no augura nada bueno sobre su estado físico, aunque su motivación será grade ya que en primera ronda le ha tocado su íntima enemiga Maria Sharapova en un duelo estelar que paralizará Flushing Meadows.

Y, al final, este US Open debe servir para comprobar en qué punto está Garbiñe Muguruza. Con solo un partido jugado desde cayó en primera ronda en Wimbledon, el que perdió la semana pasada en Cincinnati ante Madison Keys, y bajo la batuta de Anabel Medina, la vasco-venezolana tiene la oportunidad de remontar el vuelo. Pese a sus malos resultados, solo ha caído hasta el puesto 25 del ranking mundial y, aunque este es el Grand Slam que peor se le da ya que no ha pasado de octavos de final, aún está a tiempo de reconducir el año, subir puestos y reconducir una carrera estancada. Obviamente, no lo tendrá fácil ya que debutará ante la estadounidense Allison Riske, una rival peligrosa. A partir de ahí, se le empinará la cuesta rumbo a la segunda semana, un objetivo que sí puede estar al alcance de Muguruza, siempre que muestre una mayor fortaleza mental.