covADONGA - La niebla tejió un abrigo que abrazó los Lagos de Covadonga para exhortar al maldito Thibaut Pinot, que es un valiente, y redimirlo con un triunfo maravilloso. En la opacidad se subrayó Simon Yates, se reforzó Miguel Ángel López, con su capa al viento, y se enredó el Movistar, que se perdió en la cortina de blanca humedad. Valverde y Quintana pedalearon en círculos. No se sabe todavía cuál es el plan de los líderes del Movistar, quién es el capataz y quién el jornalero. Fantasmagóricas sus figuras en un escenario traslúcido y grisáceo, Quintana pensó en si es bueno atacar y Valverde resucitó entre la niebla para mantener intacto el puso cuando a la Vuelta, atrincherada en la igualdad, le queda la desembocadura: la crono de mañana - “la vuelta puede decidirse en la crono”, estableció Simon Yates-, la subida inédita a Oiz y el tiroteo de Andorra. En Les Praeres Quintana disparó al aire. En los Lagos de Covadonga ni tan siquiera desenfundó. “Esperaba sacar mayor beneficio”, expuso el colombiano, que no invirtió. Solo gesticuló, pidiendo un relevo, cuando Simon Yates, el líder que trató de zafarse en tres ocasiones, le afeó la conducta. El inglés se encendió con Quintana, tan pendiente de estar pendiente que nunca encuentra el momento para ser él quien tome la responsabilidad. El colombiano, tras un relevo mínimo, habló con la mano. Quiso dar paso a Valverde como un agente de tráfico y solo encontró el aire frío. Valverde retornaba entonces al grupo que perseguía a Miguel Ángel López y que solo imaginaba a Thibaut Pinot, el punto de fuga, brillante el francés para rasgar la cortina opaca de los Lagos y alzar el telón de un triunfo sin mácula. Superada la Huesera, Pinot solo miró a la cumbre. El resto no era de su incumbencia.

En el Movistar no se sabe lo que preocupa. Dio la impresión de que gotea cierto desgobierno porque el escalafón que se suponía en Málaga se ha difuminado como los perfiles que se desvanecieron a través de la niebla en una ascensión a tientas. A ciegas. Por eso Nairo braceó y pidió auxilió a Valverde a gritos. “Nairo me dijo, ¡dale, dale! En cuanto cogí aire pasé. He intentado tirar para Nairo pero también no perder tiempo”, argumentó Valverde sobre una escena que señaló a Quintana, a la espera de que le redacten la carrera, pero que, ante todo, evidenció el enredo del Movistar, donde la jerarquía quedó sin resolución cuando la carrera continuó despejando dudas en los Lagos de Covadonga. En su cima se constató que entre Yates y Miguel Ángel López, el cuarto, solo bambolean 43 segundos. En meta, tras el festejo de Pinot, Superman López agarró una onza de tiempo ante Yates, Valverde, Mas y Quintana. A Ion Izagirre le pesó la montaña y cedió 1:49. Es noveno el guipuzcoano a 3:03 en la general.

La subida a la mítica cumbre asturiana, que en su día Bernard Hinault bautizó como el Alpe d’Huez español, la descorchó Iván García Cortina, el último heredero de la fuga de la jornada que compusieron Roche, Erviti, King, Rolland, Bennett, Van Poppel, Geoghegan, Mollema, Felline, Conti, Schultz y el propio Cortina. El asturiano recibió una salva de aplausos antes de que el Astana, que dispuso de toda la caballería, se anunciara con pintura de guerra en el rostro. Omar Fraile abría el paso. Después le secundó Cataldo. La siguiente ficha fue Hirt. Pello Bilbao fue la catapulta. Encendió la mecha y Miguel Ángel López descargó rebeldía. El empuje de Superman López arengó a Carapaz, el caballo de batalla del Movistar. El ecuatoriano llevó a hombros el grupo de favoritos, en el que latían Yates, Valverde, Quintana, Mas, Pinot, Kruijswijk y Rigoberto Urán. Al colombiano se le indigestó el trago tieso y duro de la ascensión. Izagirre se plegó y se anudó a su ritmo. Miguel Ángel López avanzó sin lujos. No hay excedentes en la Vuelta. Quintana y el resto amarraron a López. Urán se deshilachó. No le quedaba hilo. El suspense, la espera y el recelo los dejó detrás Pinot, que partió hacia un lugar mejor. Solo, en la niebla, iluminado por la luz de su interior, rehabilitado después del durísimo episodio del Giro de Italia, que no pudo acabar porque se deshabitó en la penúltima etapa. Apenas le quedó el alma, pero en Los Lagos se encorajinó. La victoria del vencido. Lo que en Pinot fueron agallas y necesidad de reivindicarse, entre los favoritos fue fogueo.

intercambio de opiniones Simon Yates, de natural inquieto, mostró sus cartas. As de espadas. Quintana, refractario a cualquier derroche, echó la mirada atrás cuando el líder se destacó unos metros. Valverde, al que le pica el orgullo, cauterizó la herida. Todos al redil. Superman López fantaseó otra vez. Yates se revolvió y en la agitación, Kruijswijk y Valverde desafinaron un par de notas. Quintana repasó con la mirada la compañía. Impasible. Cara de póquer. Miguel Ángel López entró en la cabina y se puso el traje de Superman. A volar. Quintana observó al líder. El inglés no se mordió la lengua. Se emparejó al colombiano y le animó a que diera un paso al frente. Quintana arrugó los hombros y requirió los servicios de Valverde, que regresaba de las catacumbas en las que se quedó con Kruijswijk. El murciano tuvo que morder un par de bocanadas de aire antes de volver a la vida. Enric Mas, consumido, piel y huesos, espectral, se sostuvo erguido ante un futuro que le convoca. No hubo más movimientos. Puro arrebato, Pinot atravesó su pasado y como un fantasma que regresa con los ojos abiertos se bebió de un trago los Lagos de Covadonga, donde Yates se reforzó entre la niebla que rodea la Movistar.