Un héroe inesperado rescató ayer a Zeljko Obradovic y evitó males mayores para el Fenerbahce, claro dominador de la primera semifinal pero que debió encomendarse a la sorprendente irrupción de Ali Muhammed -antiguo Bobby Dixon para sofocar el intento de insurgencia a cargo del Zalgiris. Con 19 puntos, la mayoría de ellos al inicio del último cuarto que permitieron al campeón hacer el break decisivo, el escolta nacionalizado turco destrozó a un Zalgiris muy inocente y siempre a remolque en el marcador.
En un partido malo de solemnidad donde los errores primaron sobre los aciertos, el Fenerbahce impuso su mayor oficio. Ni siquiera le bastó alcanzar el superlativo nivel exhibido en el cruce de cuartos de final ante el Baskonia para mantener a raya a los lituanos, para quienes su simple presencia en esta Final Four ya ha representado un sonado éxito y a los que no se les pueden hacer excesivos reproches más allá de sus errores desde el tiro libre, sus pérdidas absurdas y el atroz miedo que exhibió durante gran parte del choque al ogro afincado en Estambul.
La monotonía y el sopor fueron quebrados de un plumazo por Muhammed, invisible para la defensa planteada por Jasikevicius y convertido en el sorprendente brazo ejecutor de un Fenerbahce plagado de nombres más mediáticos y lustrosos que el de este imprevisible escolta. Capaz de lo mejor y lo peor a lo largo de su carrera, puede que la de ayer fuera fue una de sus últimas contribuciones a Obradovic, que planea prescindir de sus servicios este verano con el fin de hacer hueco a otro nacionalizado turco como Scottie Wilbekin, el deslumbrante MVP de la Eurocup con el Darussafaka.
Incapaz de contrarrestar el físico y el músculo del vigente campeón, el Zalgiris pagó la novatada en una semifinal que se desarrolló bajo los parámetros previstos. Dominador del tempo, el Fenerbahce impuso su ley con la eficacia que le caracteriza. Apenas hubo margen para la sorpresa ante la superioridad del claro favorito, escasamente vistoso o estético para el público pero como siempre rocoso, granítico, pétreo e inexpugnable con sus célebres señas de identidad.
el zalgiris, sin pegada Dio la sensación de que la revelación de la presente Euroliga se dejó impresionar por el ambiente y la magnitud del encuentro. Más incómoda no pudo sentirse la tropa de Jasikevicius, que vivió un suplicio para desplegar el baloncesto tan vistoso que le ha permitido romper moldes en la presente campaña. Su primer triple llegaría en el minuto 26.
De principio a fin mandó el Fenerbahce, más maduro, experto y también poderoso en el plano físico. El verdugo del Baskonia en cuartos de final marcó territorio desde el salto inicial ante un Zalgiris amedrentado y con escaso punch más allá de los chispazos de Davies.
El arranque estuvo presidido por la monumental parálisis ofensiva de los lituanos, traducida en un solitario tiro libre anotado por Toupane en los cinco minutos iniciales. La poderosa defensa turca minimizó a la fuente de alimentación de Jasikevicius (Pangos), cuya desventaja física en algunos emparejamientos se dejó sentir.
La iniciativa siempre correspondió a un Fenerbahce que, sin necesidad de grandes alardes, sí hizo gala de superioridad y mostró su interminable fondo de armario. Uno de sus suplentes ayer, Datome, ocasionó un roto en la defensa báltica con su versatilidad. También sorprendió en las filas otomanas el crecimiento de Duverioglu, mucho más entonado y estable que Thompson en el puesto de cinco.
El Zalgiris hizo la goma durante toda la confrontación, pero el campeón siempre se sostuvo en pie y halló respuestas de todo tipo. En la recta final, Obradovic agradeció la cerebral batuta de Sloukas y el colmillo afilado de Muhammed. El griego embocó plácidas suspensiones ante un rival con la defensa muy hundida, pero quien realmente reventó la contienda fue un secundario del rey que este domingo buscará su décima Euroliga.