La veteranía es un grado, incluso en el snowboard , un deporte en el que los jóvenes están reinando dentro de los Juegos de Invierno de Pyeonchang. Shaun White, el tomate volador, se resiste a dejar su sitio de ganador en la modalidad de halfpipe y ayer se convirtió en el primer deportista con tres medallas de oro olímpicas. Fue, además, fue la centésima presea dorada de Estados Unidos en la historia olímpica de invierno.

El pelirrojo atleta nacido en San Diego tiene ya 31 años y ha sido, con diferencia, el de mayor edad en la prueba, pero su dominio del tubo le mantiene en todo lo alto. Ayer en la ciudad coreana firmó dos saltos de 1440, esto es dos vueltas completas, que están al alcance de muy pocos y que White ha querido perfeccionar, aún a costa de sufrir percances serios. El último fue hace apenas cinco meses en Nueva Zelanda. Una caída le provocó daños en un pulmón y heridas en el rostro que necesitaron 62 puntos de sutura. “He superado muchos obstáculos y ahora todo vale la pena. Al final, estaba seguro que podía hacer el truco, antes de hacerlo, sabía que lo conseguiría”, comentó tras colgarse su tercer oro olímpico.

Y es que el rider californiano nunca lo ha tenido fácil ya que nació con una malformación cardiaca por la que tuvo que ser intervenido un par de veces siendo un bebé. Después su trayectoria ha estado jalonada de numerosas lesiones, pero también de grandes éxitos, tanto en la nieve como en el asfalto. Sus triunfos en los X Games durante una década elevaron su popularidad dentro y fuera del deporte. Gran aficionado a la música y guitarrista en el grupo Bad Things, su buen hacer en la nieve contrasta con algunos episodios conflictivos y excesivos ligados con su actividad extradeportiva. Incluso, hace un par de años tuvo que cargar con acusaciones de abuso sexual por parte de la batería de su grupo, con la que llegó a un acuerdo extrajudicial. White no ha querido referirse a ello en Pyeongchang porque “estoy aquí para hablar solo de snowboard y de una medalla de oro, no de chismes”.

Campeón en Turín 2006 y Vancouver 2010, el cuarto puesto en Sochi 2014 tras sufrir un par de caídas supuso un estímulo para Shaun White, al que muchos le dijeron que quizás era la hora de abandonar. “Estar sobre la tabla es como andar en bicicleta. Sabes que te puedes caer y tienes que aprender de ello porque va a estar contigo toda la vida. Fue muy duro, pero es lo que yo hice en Sochi”, explica un deportista para quien los Juegos de 2018 no son un final. En su horizonte está la cita de Pekín dentro de cuatro años, pero también la de Tokio de 2020 donde el skateboard entrará en el programa olímpico por primera vez. Que no sea en la especialidad que domina, el vert, no le inquieta: “Me tomará algo de tiempo adaptarme, pero no creo que sea un problema”.