Es el prototipo de lo que podemos llamar un personaje. Un personaje es alguien muy particular, como el patio de mi casa, que se moja cuando llueve como los demás. De ser particular a ser friki media un paso, como de ser particular a ser especial, raro, peculiar, diferente en la diferencia. Por algo le tildan como ‘El loco’. No es Loquillo, pero discurso, labia y palizas es un rato largo. Puede estar loco u opositar a ello, una tendencia ni positiva ni negativa, sino todo lo contrario. Tal y como está el mundo, quizás resulte que los locos seamos los demás y él sea el único cuerdo. Marcelo Bielsa es un entrenador-personaje, un hombre casado con una profesión a la que venera, de la que se alimenta y a la que juró fidelidad eterna. Ver en acción a Bielsa es un ejercicio de análisis de la naturaleza humana. Su espacio natural es el área técnica, que recorre de forma empecinada como un prisionero su celda. Cuando se cansa, adopta la posición del chino reflexivo, situándose en cuclillas por los siglos de los siglos mientras escruta, digiere y analiza los movimientos de sus pupilos. Así es Bielsa, un loco del balompié, un entrenador de prestigio sin títulos prestigiosos. Tan sólo tres títulos en Argentina en los años 90 y un oro olímpico en 2004 engrosan a duras penas un palmarés huérfano para su renombre. Pero es que Bielsa, para su desgracia, aporta más desde la psicología, la formación y la estrategia que desde los títulos. Por eso es muy valorado entre sus colegas. Él es un enfermo de este deporte y se comporta como tal desde que se pone al frente de un equipo.

Sólo así puede explicarse su idolatría hacia los vídeos, hacia el arte de desmenuzar sus propias carnes, su equipo y sus rivales. Sólo le falta acostarse con sus jugadores Valgan unos datos: cuando fue seleccionador de Argentina en el Mundial de Corea y Japón de 2002 se llevó 7.000 vídeos para analizar la estrategia; al ser presentado como entrenador del Athletic reconoció haber visionado dos veces cada uno de los 42 partidos de su equipo en la temporada anterior; cuando fue técnico del Olympique de Marsella incorporó a su carrito de golf una pantalla de televisión para usarla durante los entrenamientos; en sus inicios en Newell’s Old Boys instaló un vídeo y una televisión en una camioneta para analizar el entrenamiento mientras volvía a casa; con este mismo equipo, y previo a un partido importante, hizo que su equipo ensayara durante un entrenamiento 32 variantes de saques de banda; durante el pasado periodo estival, recién contratado como técnico del Lille, su equipo técnico y él mismo se tragaron 15 partidos de cada uno de los 120 futbolistas propuestos por el director técnico, lo que resulta la bonita cifra de 1.800 choques; y su hermano Rafael certifica que es capaz de ver dos partidos en vídeo al mismo tiempo? Bielsa está loco, o quizás cuerdo, pero nunca duda, nunca procrastina y se lanza al vacío sin protección. Reacciona cuando nadie se lo espera, como hace dos temporadas, cuando abandonó el Olympique tras el primer partido de la campaña, o el año pasado, cuando dejó la Lazio tras sólo dos días en el cargo? Bielsa es un personaje misterioso, al que una gabardina concedería un indudable tufillo al teniente Colombo. Bielsa no concede entrevistas, pero se enfrenta a los micrófonos de los periodistas en interminables y jugosas ruedas de prensa. Racial en la victoria y drástico en la derrota, su vida es el fútbol y cuando éste le da la espalda opta por reflexionar. Así, hace años, tras dejar la selección argentina, decidió encerrarse en un convento para buscar la felicidad. “Me llevé los libros que quería leer, no llevé teléfono, ni tuve televisión”, recuerda Bielsa. “Leo mucho y no creo que nadie lea tanto de fútbol como yo. Pero duré tres meses porque empecé a hablar y a responderme solo. Me estaba volviendo loco de verdad”, sentencia en el recuerdo. Así es Bielsa, loco o cuerdo, cuerdo o loco, lo que ustedes prefieran.

martín, nuestro conejo duracell... Martín es único, un ejemplo para tod@s. Hasta su apellido -Fiz- suena a rapidez. Nuestro gran campeón ha vuelto a poner una muesca en su palmarés con la victoria en su categoría en el Maratón de Chicago, récord incluido. Grande, muy grande, pero liviano, porque Martín no valdría para presentar un programa de cocina. Ya sólo queda Londres pero pensar en su siguiente reto. Porque Martín sigue, y sigue, y sigue?