Después de empezar la temporada con dos victorias ilusionantes, el Alavés no sabía que lo mejor estaba por pasarle en una derrota en Palamós. Nada de lo que ocurrió en la contundente puesta en escena en Huesca o en la funcionarial confirmación ante el Oviedo desprende la energía y comunión que se vivió durante el partido contra el Llagostera y las horas posteriores. Estamos solos. Queremos pensar que vamos a estar solos y joder, lo vamos a explotar. De una decisión arbitral que dejó herido de muerte al equipo asomó un sentimiento gregario imprescindible en una sociedad y en un equipo exitoso. El Alavés fue mejor jugando con diez y ni siquiera perdió la cara a la batalla cuando estuvo con nueve. Este instinto de supervivencia y acusado sentido de pertenencia se extrapoló a las redes sociales. Probablemente no haya nada con más fuerza a la hora de cohesionar a un equipo y a su afición que el creerse en una situación de desamparo. Da igual que esa sensación se genere en el ruido de Twitter y de una manera más o menos espontánea o que sea producto de una maniobra de comunicación institucionalizada y con un mensaje estudiadamente dirigido. O que sea un producto de la combinación de ambas. “Un equipo que no ha dado una patada acaba con dos expulsiones y diez tarjetas amarillas”, expuso Bordalás. Esta declaración adquirió una dimensión mayor cuando el lunes el club emitió un comunicado denunciando que “el Deportivo Alavés no ha sido tratado con el mismo baremo que el resto de los equipos”. En el trasfondo de todo está Bordalás y el miedo a que el equipo vaya a verse perjudicado por la fama de cicatero que precede al entrenador albiazul. Mucha gente así lo interpretó y empezó a organizarse una sublevación ante la posible indefensión que pueda sufrir el equipo en la temporada por los clichés sobre su jefe. No creo que Bordalás vaya a ser víctima de sí mismo, ni que los árbitros le vayan a escrutar con mayor celo. En el fondo, el Alavés simplemente pagó la temeridad de presentarse de blanco en Cataluña a jugar contra un equipo vestido de azulgrana y pensar que podría terminar con los once jugadores sobre el campo. Aunque sería casposo llevar esta corriente hasta el punto de la paranoia y llegar a pensar que las cartas del Alavés están marcadas, puede ser muy provechoso utilizar este caldo de cultivo para hacer un frente común. En realidad, el club solo ha cogido la primera excusa para ir convirtiendo la causa del Alavés en una lucha contra el mundo y los elementos. El Glorioso no va a ser un equipo perseguido, pero finjamos que nos lo hemos creído. El Mirandés debe darse cuenta que Mendizorroza es el primero que quiere que sus jugadores vean sangre y disfruten con su olor. Si vamos a ser los malos de la película, por lo menos seamos Heath Ledger.

Del Alavés se pueden decir ya varias cosas. Que tiene entrenador y portero. Que hay momentos que verlo trabajar sin balón es como ver a mecánicos de Fórmula 1 cambiando ruedas. Que Bordalás y los jugadores tienen muy claro para qué sirve la posesión y dónde es dañina. Y que cada día se juegan dos partidos: el que disputa el Alavés y el que se juega en el microcosmos de Guichón. ¿Cuántos pantalones rompería jugando en el recreo?

Bjelica y su pasado baskonista... En torno a Nemanja Bjelica existió en Vitoria el debate que casi siempre acompaña a los genios en prácticas. No creo que nadie pusiera en duda su talento. Su mezcla de tamaño, inteligencia para el baloncesto, superlativo manejo de balón y notable tiro exterior le han hecho ser un jugador especial siempre. Sin ninguna duda, ahora es de los mejores de Europa y está llamado a hacer una gran carrera en la NBA. Todo esto es tan cierto como que en Vitoria jamás pasó de interesante proyecto, de un objeto de culto con una incidencia en el juego residual en su comparación con su versión plenipotenciaria que está alcanzando su clímax en este Eurobasket. Uno de los principales síntomas que ilustran la diferencia del Baskonia de los últimos años y el que se instaló en la élite del baloncesto europeo viene marcado por los tiempos. La situación de “coge el dinero y corre” que marca ahora la supervivencia del club impide que los grandes proyectos cristalicen dentro de la entidad y, además de aliviar las arcas, contribuyan al éxito deportivo de la institución. Calderón, Scola, Nocioni o Splitter salieron de Vitoria rumbo a la NBA como productos terminados para el baloncesto continental y siendo absolutamente dominantes en su posición. Nunca Bjelica fue dominante, al menos de una manera consistente y sostenida en el tiempo, jugando para Baskonia.