Han pasado 64 años, pero el fantasma del Maracanazo todavía recorre los recovecos del modernizado estadio y se mete en la memoria de un pueblo que adora el fútbol y lo vive de forma absolutamente pasional. Entonces fue Uruguay la selección que partió en dos las ilusiones de los torcedores brasileños. Entonces no había televisión en directo y más de 173.000 espectadores, la mayor cantidad de aficionados jamás reunida para presenciar un partido de fútbol, se apiñaron en el coliseo carioca para jalear una victoria anunciada: la que debería dar el primer título de campeón del mundo a la selección verdeamarella. Tan seguro estaba Brasil de lo que iba a pasar y no pasó que los principales diarios de Río de Janeiro ya tenían sus primeras planas impresas celebrando por anticipado el triunfo del equipo local.

Una de las grandezas del fútbol es, paradójicamente, la miseria que puede engendrar, y desde entonces el concepto Maracanazo evoca el luto en Brasil y en el mundo entero se ha convertido en sinónimo de fracaso contra pronóstico y muy doloroso para el derrotado (habría que recordar el Centenariazo, o la conquista de la Copa del Deportivo en el Santiago Bernabéu y frente al Real Madrid, que ese día se aprestaba a festejar el centenario del club).

Uruguay recrea estos días aquel evento de Maracaná, el estadio en el que el gran Telmo Zarra labró por aquellas fechas parte de su mitología con su famoso gol a Inglaterra, la pérfida Albión. No parece probable, pero de eso se trata. De una sorpresa. Tampoco sería un desvarío tomarlo en cuenta, no en vano en el pasado Mundial la celeste acabó en la tercera posición y su delantero referencia, Diego Forlán, fue elegido el mejor jugador del torneo sudafricano, donde la selección española alcanzó su mayor éxito futbolístico.

Por aquella Copa del Mundo ganada y porque, antes y luego, consiguió también proclamarse campeón de la Eurocopa, y porque, además, el combinado de Vicente del Bosque aglutina un elenco de jugadores de probada clase se convierte en uno de los candidatos importantes para protagonizar un nuevo Maracanazo.

Desde luego, no será nada fácil la empresa. España solo se enfrentaría a Brasil en la ronda de octavos o en la final, en Maracaná, siempre y cuando ambos seleccionados se clasifiquen primeros de sus respectivos grupos, el B y el A, y superen la criba de los octavos, cuartos y semifinales.

Para empezar, la canarinha tiene un grupo en teoría bastante asequible, casualidades que se suelen dar en este tipo de eventos donde se hace poco menos que imprescindible que los de casa lleguen lo más lejos posible. Croacia, México y Camerún no parecen tener entidad suficiente como para cuestionar el liderazgo de Brasil.

No es el caso del equipo que dirige Vicente del Bosque, donde Holanda, a quien superó en la anterior final, en Sudáfrica'2010, dispone de una escuadra temible, y Chile, un rival que ha demostrado un alto valor competitivo en la fase de clasificación de la mano del argentino Jorge Sampaoli, discípulo aventajado de Marcelo Bielsa. Australia aparece como clara cenicienta del grupo B.

Si todo transcurre con ¿lógica?, España se enfrentaría en octavos de final al segundo clasificado del Grupo A (Croacia, México o Camerún, ya que Brasil sería primero). Bajo el mismo parámetro de la ¿lógica?, en cuartos de final aguardarían Uruguay, Inglaterra o Italia; en semifinales la Argentina de Leo Messi y en la final, Maracaná y ¿Brasil?

¿Y si ocurre así y encima es Diego Costa el autor del gol y protagonista de un nuevo Maracanazo, él, un brasileño de corazón, pero español de conveniencia?

Desde luego que hay más candidatos para ganar la Copa del Mundo, comenzando por Argentina, que tiene el gran referente de Lionel Messi, a quien le falta ganar un Mundial para, definitivamente, superar en el Olimpo de los argentinos al mismísimo Diego Armando Maradona.

Sin embargo Messi, al día de hoy, es un enigma. Sobre todo por el errático final de temporada que ha tenido en el Barcelona, donde alternaba partidos brillantes con ausencias destacadas, como si de repente se metiera en un pozo insondable.

También aparece como un enigma la situación de Cristiano Ronaldo, su gran antagonista en la competición española, que viajó a Brasil físicamente quebrantado por los esfuerzos que ha realizado para jugar todo lo posible para amasar goles a porrillo y el esfuerzo postrero para ganar con el Real Madrid la Liga de Campeones.

No es el único futbolista con el rol estelar que llega a la cita mundialista con problemas físicos. En Alemania, otro de las selecciones favoritas, jugadores clave como Khedira, Schweinsteiger, Lahm o el meta Manuel Neuer no están en su mejor momento. Su técnico, Joachim Löw, además, perdió el pasado viernes por lesión a otro elemento importante, como es el delantero Marco Reus.

Uruguay reza para que su mejor baza, el goleador Luis Suárez, esté en condiciones de jugar al menos el segundo partido de la fase de grupos. También Chile, rival de la selección española en el Grupo B, está pendiente de la recuperación de uno de sus jugadores básicos, el centrocampista de la Juventus Arturo Vidal.

Francia asiste a la cita mundialista sin muchas pretensiones, y menos desde el pasado jueves, cuando tomó forma la baja de Ribery, su gran estrella, a causa de una lumbalgia.

Sobre el Mundial ronda otro fantasma, y tiene un talante menos lúdico. Brasil se ha gastado un dineral en darle forma y categoría al evento, cuando tiene otras prioridades. En consecuencia, las protestas también van a formar parte de esta apasionante competición que dará comienzo el próximo jueves.