Visitará esta tarde Mendizorroza por tercera vez en las últimas temporadas un clásico del fútbol nacional, Enrique Setién Solar (Santander, 1958), futbolísticamente conocido como Quique Setién. Un viejo rockero con 14 temporadas en Primera división a sus espaldas y a quien contemplan tantas tardes de gloria como episodios salidos de tono. Asuntos quizá menores pero pasto de la prensa más amarilla que inevitablemente han forjado un personaje tan díscolo como rebelde, asociado siempre a la polémica por ese verbo afilado que acostumbra a predicar y, sobre todo, acostumbrado a enfocar la vida con la verdad por delante. Una personalidad tan atronadora que probablemente le haya impedido triunfar en mayor medida dentro del mundo profesional. Sin embargo no hay marcha atrás. Y ni falta que hace, convendrá probablemente el protagonista, que desde el verano de 2009 dirige al Lugo -rival que esta tarde se medirá al Deportivo Alavés- y al que ascendió a la categoría de plata al poco de llegar.
En Anxo Carro trata de inculcar desde entonces el mismo fútbol que exhibió durante sus temporadas en el Racing -disputó 207 partidos y marcó 31 goles-, Atlético de Madrid -73 y 7 goles-, Logroñés -114 y 20 goles, su mejor registro como goleador- y de nuevo el Racing de Santander. Un estilo más abrazado a la estética que al músculo, cuidadoso con la pelota y siempre enfilado hacia conceptos ofensivos que impulsen el espectáculo. Una forma de jugar, resumiendo, de mucho tocar y poco correr. En la línea de lo que el propio Setién defendió en su dilatada carrera. "Creo que hice bien en no correr tanto, de lo contrario no hubiera colgado las botas a la edad de 37 años", ha defendido de forma irónica el cántabro en más de una ocasión.
harto del entorno
Aquellas acusaciones de Gil...
Bajo estas coordenadas se presenta esta tarde el Lugo en Mendizorroza (ETB, 18.00 horas). Situado en los puestos nobles de la clasificación y pertrechado para asestar una nueva puñalada al conjunto de Juan Carlos Mandiá, un gallego del que se espera mucho más de lo poco que ofreció hace una semana, cuando debutó con derrota en A Coruña. Buen conocedor de ese tipo de situaciones de ansiedad, Setién ya ha anunciado que no renunciará a su juego ni su estilo se modificará en función de las apreturas del rival. Ni lo entendió nunca como jugador ni jamás lo ha puesto en marcha como entrenador en el Racing, el Poli Ejido, el Logroñés y ahora el Lugo. Quizá su gran afición por el ajedrez, que disfruta desde niño, tenga que ver en este posicionamiento. En esta línea, entiende Setién el orden colectivo como algo fundamental dentro de la organización de cualquier equipo, que asemeja a la conexión que exigen las piezas del ajedrez, que unas veces se protegen cuando toca enrocarse y otras se conectan a la hora de atacar. Bajo esta particular perspectiva, añade, el centro del campo o del tablero resulta "clave" para lograr la victoria. Y eso es innegociable para su cuaderno de bitácora, que además de fútbol vistoso ofrece también episodios extradeportivos memorables. Muy acordes en la línea de alguien influyente y popular incapaz de tragar con las injusticias que rodean al fútbol como parte del juego. Y por ahí nunca dobló la rodilla el santanderino, lo que ayudó a germinar esa imagen de chico rebelde que siempre le ha perseguido.
Ya como futbolista se descolgó en varias ocasiones expresando su hartazgo con el entorno del fútbol, ese mismo que conformaban y conforman dirigentes corruptos, grupos de comunicación interesados y entrenadores que sólo atienden a su espejo. Personajes, por ejemplo, como el expresidente del Atlético de Madrid Jesús Gil, con quien Setién coincidió entre 1985 y 1988. De dos personalidades tan explosivas nada tranquilo se podía esperar. Y así fue. A pesar de firmar unos buenos números bajo la batuta de Luis Aragonés, de quien siempre ha guardado el excentrocampista una gran estima a pesar de los gritos que le pegaba, los desencuentros públicos y privados con Gil fueron subiendo de tono hasta provocar una situación insostenible que precipitó la salida del jugador del club colchonero. Para el recuerdo quedan ya episodios como el que el expresidente lanzó a su jugador a través de la prensa, acusándole de salir con mujeres "ostentóreas". "Lo que ocurrió es que me quería echar y yo no me quería ir sin que me pagase", recordaría años después Setién en una entrevista en El País. ¿Pero eran ostentóreas?, se insistía en la nota. "¿Las mujeres? Hombre, igual alguna ha habido, pero como todos. Siempre fui discreto".
Ni tan siquiera el paso del tiempo es capaz de alterar la percepción del técnico sobre personajes como Jesús Gil, de quien le sorprendería años después su capacidad e influencia para convencer y gobernar a tanta gente en las localidades andaluzas de Marbella y Estepona bajo el GIL (Grupo Independiente Liberal). También en el campo las tuvo tiesas. Con rivales, cómo no, pero también con compañeros. El incidente más grave en este sentido ocurrió un 13 de enero de 1996, durante un entrenamiento en los Campos de Sport de El Sardinero. En un lance de la sesión, Setién recibió una dura entrada por detrás del exvalencianista Tomás González que acabó en trifulca. Las crónicas de la época recogen una reacción airada de Setién, que habría dado una patada en el pecho a su compañero así como varios puñetazos. Si ya de por sí la tensión en aquel vestuario se palpaba con la mano, el incidente terminó por enturbiarlo todo y a todos. Para el centrocampista y capitán, racinguista hasta la médula, el episodio resultó amargo, de modo que no sólo pidió disculpas públicamente sino que exigió al club que le sancionara. Y así fue. Diez días después del incidente, el Racing zanjó el asunto con una multa de 100.000 pesetas. Eso sí, la reconciliación con el compañero González brilló por su ausencia. "Aunque le dé la mano no acabará mi sentimiento de indiferencia hacia él". Tenía entonces Quique Setién 37 años y una ficha de 25 millones de pesetas.
Las heridas, en cambio, nunca llegaron a cicatrizar en aquel vestuario, de modo que poco después la directiva lo despidió a él y al entrenador, Vicente Miera. A pesar del palo recibido, el hoy técnico del Lugo no colgó las botas. Unos meses después se comprometería con el Levante de Segunda B para intentar el ascenso, algo que finalmente consiguió al final de esa temporada. Fue su última cruzada como futbolista, el epílogo a una carrera que quizá hubiera merecido otro final, al menos para la corte de seguidores que siempre le mostró fidelidad.
seleccionador de guinea
Las mentiras de Obiang
Para él, en cambio, fue el final de una etapa y el comienzo de otra como entrenador. Sí que es cierto que mató el gusanillo durante un tiempo defendiendo la camiseta de la Selección española de fútbol playa -una experiencia que ya conocía de sus partidos en la arena de El Sardinero-, pero en su ideario ya estaba fraguándose el regreso al circo del balón desde los banquillos, una aventura que ahora le sitúa en la capital lucense, pero que antes le hizo conocer El Ejido, Logroño e incluso Guinea Ecuatorial, donde en una rocambolesca operación fue seleccionador del combinado nacional durante un partido. Su llegada cubrió una emergencia nacional y permitió enfrentar a Guinea con Camerún de cara a la Copa de África 2008. En aquella negociación el régimen de Obiang le prometió un proyecto largo y consistente, pero nada de eso se cumplió. Así que abandonó la antigua colonia española con una lección vital en la maleta y sin rencor alguno. Para entonces ya había chocado con otro personaje como Piterman cuando éste arribó en Santander, con los directivos del Poli, "que nunca entendieron mi filosofía", y con los del Logroñés, que le tuvieron siete meses sin cobrar.
Sólo el Lugo pareció entender su ciclotímica personalidad, algo que no es nada fácil, asegura el propio Setién. En esta tranquila capital gallega ha vuelto a ser feliz, disfrutando con la sencillez de una vida espartana y recuperando el fútbol que siempre mamó en El Sardinero. El del juego fino y técnico, libre de los corsés tácticos a los que ahora, lamenta, se someten a los futbolistas desde que son unos críos.