Los monoplazas de la Fórmula 1 rinden tributo cada temporada, cada carrera, a una constante evolución, a un progreso que permite rebajar los cronos anteriormente fijados ante prácticamente cada comparecencia. Mientras, los escenarios, los circuitos, permanecen inmutables, semejantes cada curso, por lo que las alternativas de posibles trazadas se reducen, incluso llegando al extremo de una trazada única. Las calles del Principado de Mónaco albergan la misma anchura cada año, lo que, acompasado al paralelo desarrollo de los coches, ha ido haciendo de las calles monegascas un embudo. Esto, acompañado a la falta de puzolanas, minimizan considerablemente las oportunidades de un adelantamiento. Se contempla cada año, con carreras que adquieren emoción solo con un previo dramatismo, con accidentes que producen entradas del coche de seguridad o jornadas de lluvia en las que impera el caos. Son los aderezos para una carrera dentro de una ratonera. Tan condicionada que la emoción queda para alimentar la leyenda de los agentes de seguridad que cruzan apuestas viendo qué piloto rompe cerillas colocadas en los guardarraíles.

Ayer no hubo asfalto mojado, pero sí la entrada en tres ocasiones del safety car, lo único que arrojó ciertas esperanzas al hecho de que Nico Rosberg no ganara la carrera una vez que emprendía la misma desde la pole. Un espejismo. La historia, sin embargo, se repitió. Rosberg largó primero y ganó. En los últimos diez años corriendo en Mónaco, solo Lewis Hamilton, en 2008, quebró esta máxima no escrita, pero promovida, sin duda, por el contexto del circuito urbano, donde el espectáculo se presenta ante el paddock más que ante las gradas.

Cualquier percance deja un bólido en pista o en uno de los accesos a las escapatorias. Ayer fue una tónica y la carrera, un caos, con tres apariciones del coche de seguridad (una de ellas por bandera roja), de la vuelta 31 a la 39, de la 46 a la 48 y de la 63 a la 67. Pero esto no adulteró el orden. En cabeza, solo los Red Bull ganaron posiciones, a Hamilton, y lo hicieron adelantando desde el garaje, aprovechando la inercia presentada por un safety car. De hecho, únicamente Adrian Sutil y Sergio Pérez se revolvieron en el marco de las diez primeras posiciones, pero terminaron siendo criticados por maniobras de adelantamiento debatibles. Aunque por otra parte fueron maniobras lógicas, esperadas, dado el circuito, acciones infundidas por las condiciones, motivadas por los minúsculos espacios. El único modo de meter el morro era con riesgo y ellos dos arriesgaron. En algún momento, proyectando la imagen de coches de feria, de choque.

Así, Rosberg mandó de inicio a fin. Sin sobresaltos. Si bien, el alemán se vio obligado a salir hasta en cuatro ocasiones al frente del grupo, contando la salida convencional, y nadie consiguió intimidarle, lo cual es meritorio y elogiable. El de Mercedes afloró con un ritmo incontestable, siempre abriendo brecha ante unos Red Bull irremediablemente conformistas. Porque a pesar de que la carrera transcurrió en modo trenecito, tipo escalextric, con milésimas de separación entre casi los diez primeros monoplazas, por la iteración de relanzamientos, solo el riesgo radicalizado permitía optar a más recompensa, y ninguno de los aspirantes a la corona adoptó esta postura. De hecho, fueron Pérez y Sutil, quienes poco tenían que perder, los que apostaron fuerte. Aunque el mexicano, tanto apostar -tocó a Alonso y el asturiano tuvo la fortuna de poder continuar en pista-, terminó fuera de carrera con el McLaren dañado. "Espero que aprenda la lección", dijo Alonso sobre Pérez. "Los coches de seguridad no nos han ayudado nada y la agresividad de Sergio, tampoco. Cuando rompió el alerón con Kimi (Raikkonen), éste se quedó en nuestro suelo y perdimos 50 puntos de carga aerodinámica", se quejó el de Ferrari, ayer venido a menos hasta ser séptimo y gracias al abandono de Pérez. "Cuando luchas por ser undécimo o duodécimo en todas las carreras, te lanzas a atacar. Yo también lo hacía en 2008. También lo ha hecho Sutil. Ellos no pierden nada, pero yo sí pierdo muchos puntos valiosos. En el Gran Premio de Bahrein le fue bien a Pérez, pero hoy ha tenido que abandonar. Espero que esto le sirva como lección y así aprenda", añadió.

El que vivió la amenaza de Checo Pérez en sus carnes fue Raikkonen. "Es un idiota, ha intentado arruinarme la carrera", diría el finlandés cuando rodaba quinto, a quien, efectivamente, relegaría hasta la décima plaza. Quinto sería Sutil, detrás de los Red Bull de Vettel, segundo, y Webber, tercero, y el Mercedes de Hamilton, cuarto.

Alonso fue uno de los grandes perjudicados por el resultado de la carrera, a razón de sus aspiraciones de título, con un discreto papel y dando gracias por haber terminado la prueba después del toque de Pérez que bien pudo haberle anulado, como sucedió con Iceman, el gran damnificado. El único consuelo de Alonso fue la desazón del finlandés. "No teníamos ritmo y esa ha sido la base de la carrera", diría a la postre. La prueba, en el caso de Mónaco, se disputa el sábado, con la tanda de calificación, y en ella el asturiano fue sexto. Así reza la memoria reciente, la que ha confirmado Rosberg con su segunda victoria en la Fórmula 1. Si bien, Vettel, el beneficiado, refuerza su liderato. Aleja a 21 puntos y 29 a Raikkonen y Alonso, respectivamente. Dictó la ley no escrita.