RUSIA: Shved (0), Kaun (1), Khryapa (12), Ponkrashov (14) y Kirilenko (8) -equipo inicial-, Mozgov (12), Fridzon (24), Voronov (0), Antonov (3) y Monya (3).
ESPAÑA: P. Gasol (20), Rudy (10), Calderón (2), Llull (6) y M. Gasol (10) -equipo inicial-, Rodríguez (8), Reyes (4), San Emeterio (3), Ibaka (2) y Navarro (9).
Parciales: 11-28, 32-40 (descanso), 56-53 y 77-74.
Árbitros: Christodoulou (GRE), Vázquez y Sampietro. Sin eliminados.
Incidencias: 9.192 espectadores en el Basketball Arena.
Lo bueno del deporte y de su máxima expresión, los Juegos Olímpicos, es que puede pasar cualquier, incluso lo que nadie espera. Los pronósticos hablaban de una final Estados Unidos-España en baloncesto, pero ese partido, si se juega, será antes de la lucha por el oro. Por medio se ha metido Rusia, quizás la única que podía hacerlo, que ayer ganó a los de Sergio Scariolo de una forma que recordó mucho a la de hace cinco años en la final del Eurobasket de 2007 y se aseguró el primer puesto del grupo porque fue menos brillante, pero más regular.
Desde aquel partido que resolvió Holden, España y Rusia no habían vuelto a enfrentarse en un torneo oficial. En ese tiempo, los españoles han engordado su palmarés mientras los rusos solo han conseguido el tercer puesto del pasado Eurobasket y no han dado el paso al frente que se esperaba. Hasta ayer. Con el mismo técnico en el banquillo (David Blatt) y una manera de proceder muy similar, Rusia sumó el triunfo en lo que era una semifinal anticipada porque llevó el choque como quería y se aprovechó del mismo defecto de España: la Gasoldependencia, el respeto escrupuloso a unos roles que convirtió al equipo español en previsible
El partido tuvo fases completamente opuestas y las decisiones de los dos banquillos resultaron en ocasiones contrarias a las convenciones más arraigadas en un deporte de tan alto componente táctico. España arrancó a tope y como consecuencia ganaba por 2-20 en el minuto 5 y por 11-28 al final del primer cuarto cuando presentaba un 11 de 17 en tiros de dos por un 1 de 10 de los rusos.
Para entonces, Blatt ya había decidido quitar a los buenos (Kirilenko y Shved), en los que la defensa española estaba centrado, y conceder la responsabilidad a dos jugadores normalmente secundarios: Ponkrashov y Fridzon. A los dos los entrenó Scariolo en el Khimki y quizás pensó que no importaba que ellos sumaran. El segundo se erigió en clave en el segundo cuarto con 14 puntos sin fallo en sus mal defendidos tiros.
España había caído en sus prestaciones, pese a la vuelta de Navarro, y su 3 de 10 en tiros en este parcial había devuelto el equilibrio en el juego, que no en el marcador porque los campeones de Europa seguían mandando. Pero la zona de ajustes de Blatt, ninguna sorpresa, destapó el mal día de los españoles en el triple (3 de 15) y forzó a buscar balones interiores que Rusia ya controlaba antes de que un triple de Ponkrashov le pusiera cinco arriba (56-51). Y eso que Kirilenko y Shved seguían inéditos. Pero los triples de Khryapa, ante las dudas de Pau, habían roto las pizarras y la confianza.
Sonaban las alarmas, la defensa de España no funcionaba con la intensidad debida, pero Sada y, sobre todo, Ibaka no merecieron minutos. Sí Sergio Rodríguez que se puso a jugar fácil y rápido y provocó que a 4.40 del final, España volviera a ganar por nueve (60-69). En ese momento, Scariolo recompuso su quinteto titular para acabar de atar el duelo y los cánones saltaron por los aires. Rusia se anotó un parcial de 6-0 en un minuto para mantener sus opciones y el resto lo hizo una selección española que en ataque solo veía Gasoles, que no movía el balón ni generaba espacios. Rudy falló un tiro relativamente cómodo y un error defensivo dio la posibilidad a Mozgov de anotar en mate. Luego llegaron el error de Pau -después de un 16 de 17 de todo el equipo antes- en un tiro libre, cuya ejecución retardó David Blatt todo lo que pudo, el acierto de Fridzon y un saque de fondo de infantiles. En definitiva, un resultado que vuelve a dejar claro que las medallas se reparten el último día.