En el kilómetro 14 de la etapa volveré a mi infancia. Se pasa por la rotonda de Mendelu, en Irun, que está a 400 metros del barrio donde me crié. Vuelvo a diario a esa rotonda porque es el punto de partida de cada entrenamiento de la grupeta. Generalmente salimos en dirección a Iparralde, por una carretera preciosa que corre paralela al mar y se conoce como La Cornisa. Son unos 30 kilómetros que van desde Hendaia hasta Donibane Lohizune. Desde allí tomamos dirección a Azkaine para llegar hasta el lago de Senpere. La parada en el bar Paco de Dantzarinea es ineludible.

Pero la etapa de la Vuelta al País Vasco va en sentido contrario y cruza Gipuzkoa de lado a lado. En el recorrido hay varios puertos que guardo a buen recaudo en mi memoria. Gurutze es uno de ellos. Es la cuesta en la empecé a jugar a ser ciclista porque Jaizkibel o San Martzial eran demasiado para mí en cadetes. Elegí algo más asequible como Gurutze para empezar a ser ciclista. Tampoco olvido Meagas porque allí gané mi primer gran premio de la montaña siendo cadete. Y, por supuesto, está Elosua, que es la bajada de Gorla. No tengo que recordar lo importante que ha sido este puerto en mi carrera deportiva. Gané dos veces la subida, en 1998 y 1999, y de alguna manera quedé para siempre ligado a esa carrera y la gente que la organiza.

En Bergara acaba mi vinculación con la etapa. Más allá se entra en un terreno que no domino. Ese terreno de Markel Irizar.