La ilustradora ayalesa, Raisa Álava Robina (Zuhatza, 1990), lleva un año frenético y en estos últimos compases de 2023 tampoco parece que vaya a echar el freno.

De hecho, a la autora de los carteles del Tour de Francia 2023 y el ARF 2024 –entre muchos importantes proyectos a nivel nacional e internacional, como sus ilustraciones en The New Yorker– nos la hemos encontrado recién aterrizada de México y sin casi un hueco libre para atendernos.

“He estado en la FIL de Guadalajara. Este año el invitado de honor era Europa y han ampliado la parte de la feria dedicada al cómic, con lo que se han alineado varias cosas y al final ha cuadrado que la primera presentación de Sumidero sea en México”, ha explicado a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA en referencia a su primer cómic en formato largo y, de paso, aclarando el motivo de su ausencia en la reciente Azoka de Durango.

Regresión al blanco y negro

Y es que aunque en sus creaciones, ya sean esculturas cerámicas o dibujos de muy diversas técnicas y estilos, invente códigos y formas de narrativa que rozan lo azaroso y el sinsentido, con gran acumulación de detalles diminutos y continuos guiños entre lo bidimensional y lo tridimensional, ella de momento no puede desdoblarse, aunque sí ha prometido que, “prontito”, dará cuenta de cuándo y dónde va a llevar a cabo, en nuestra provincia, las presentaciones previstas de su nuevo libro, llegado a las librerías el pasado 1 de diciembre.

Regresión al blanco y negro

Lo ha hecho de mano de la editorial AIA y, aunque sus 76 páginas “las dibujé en tres meses de manera muy intensiva”, en realidad se trata de una labor de años. “Llevaba mucho tiempo queriendo hacer un cómic o una historia larga, pero he tenido que encontrar el método para hacerlo, me aburría infinitamente pensar que tenía que dibujar todo el rato las mismas caras o los mismos escenarios.

Encontrar un lenguaje para hacerlo me ha costado pero, por fin, es realidad, y creo es el trabajo que más ilusión me ha hecho porque se trata de una espinita que me he quitado”, reconoce, quien también está “satisfecha” con el resultado. “Ha quedado tan bien impreso que las páginas no se distinguen de los originales, pero supongo que ahora que sé cómo podría hacerlo mejor, es una espiral este trabajo”, afirma.

Regreso al origen

Algo que sí puede chocar de Sumidero a quien solo conozca a Raisa Álava a raíz de sus famosos últimos carteles es la ausencia de color.

“Para mí era importante hacerlo en blanco y negro porque, aunque me guste mucho el esguince de ojo que provoca mezclar muchos colores a la vez, dibujo siempre a rotring y, últimamente, me estaba dando pena que eso no luciese tanto, ya que en ilustración, normalmente, los colores son muy importantes porque la imagen es más llamativa”, explica.

Y es que en verdad, no ha sido un cambio en su trayectoria si no una regresión. “Yo estudié Bellas Artes y me especialicé en dibujo y en grabado, donde solo trabajábamos en blanco y negro, el dibujo que más me gusta es el trazo crudo, y lo extrañaba. Para mí lo nuevo realmente es el color. La primera vez que hice un dibujo en color fue en el 2017 y llevo dibujando toda la vida”, subraya.

La que sí lleva algo de color es la portada, en una intrigante mezcla de imágenes que da forma a una mariposa. Un símbolo de transformación que “es un personaje importante en el relato. Se entiende la portada cuando alguien lee y cierra el libro”, zanja la autora, aunque sí advierte que en su cómic ese cambio “acaba siendo algo casi irónico y un poco cruel”.

No en vano, Sumidero es un viaje cósmico por el deseo, la obsesión y la magia. Una explosión de imágenes distorsionadas, dientes, flores, diversión y adivinaciones, a base de un dibujo que cautiva y hechiza página tras página.

Una historia juguetona, fantasiosa y triste, pero no alejada del humor, y protagonizada por mujeres. “Creo que habla mucho de la amistad y de la obsesión, también del amor en general, no solo romántico sino también amistoso, hay también humor y desesperación… pero más que describiéndolo, disfruto mucho escuchando lo que ha entendido la gente cuando lo ha leído.

Ven cosas que están ahí y yo no he sabido ver, esa parte es muy bonita”, reconoce Álava, “muy contenta” con todo lo que le está pasando y queda por pasar, ya que “el año que viene de momento pinta fenomenal”, adelanta, quien en su infancia “devoraba” los tebeos de Mortadelo y Filemón, 13, Rue del Percebe o los Simpson, y ahora disfruta con los manga de terror como Junji Ito o Suehiro Mauro, fanzines autoeditados y publicaciones más indies como las de Apa Apa o su propia editorial AIA, pero tiene como principales referentes al mexicano Apolo Cacho y a la estadounidense Lale Westvind “porque dibujan con mucha libertad”.

La misma que ha tenido ella para afrontar encargos más cercanos como el diseño de la etiqueta de varios caldos de la Txakolineria Artomaña, el mural por el respeto a la diversidad de la calle Dionisio Aldama de Amurrio, u otro gigante de baldosas de cerámica realizado para el espacio Liburulandia de la pequeña localidad de Belandia. No en vano, es sobrina de los dueños de la bodega de Arabako Txakolina, se ha criado en Amurrio y su aitite era de Belandia.

Lo mejor de trabajar en algo así es que tus coterráneos te tengan en cuenta y decidan colaborar contigo; es el más grande de los halagos”, apostilla.