Nuria Espert ha marcado la historia de la escena de la segunda mitad del siglo XX y lo sigue haciendo en el XXI. La actriz y directora escénica catalana, cuyos padres se conocieron en una obra de aficionados y que solían llevar a su hija con ellos para presenciar estas representaciones, a los 13 años ya formaba parte de una compañía infantil. A los 16 ya actuaba con regularidad en clásicos como La vida es sueño o Romeo y Julieta y a los 17 ya decidió dedicarse al teatro como profesional. Se ha hablado de que La isla del Aire, que traerá al Principal este jueves, podría ser su gira despedida, pero ella lo niega.
¿Cómo definiría ‘La isla del aire’?
–Es una obra hermosísima, bellísima. Estamos haciendo una gira espectacular e inesperada.
Siempre ha confesado que sin el teatro no está completa...
–Realmente, no veo otro sitio donde me gustaría ir esta tarde más que al teatro, es mi vida. El teatro, la cultura busca desesperadamente vías que nos conecten con la gente y nos aparte de los horrores atroces que estamos presenciando. Antes de hacer esta entrevista, estaba viendo unas imágenes del conflicto israelí-Gaza y no entiendo cómo sobrevivimos a este horror. Entiendo que es primordial que las pongan para ver qué estamos haciendo entre todos tan mal. Son imágenes difíciles de olvidar y además no hay que hacerlo. Las tenemos que tener en la memoria, es una cosa atroz, que quita esperanzas de vida, de ilusión por trabajar... Es una catástrofe mundial, el mundo está como en llamas. El teatro es lo mejor que tenemos los que no somos bélicos para escapar de esta realidad.
En ‘La isla del aire’ interpreta a Mencía, la matriarca de una familia. Una mujer fuerte, como casi todos sus personajes...
–Es un papel que me da la oportunidad de hacer un trabajo diferente a lo que he hecho habitualmente, por eso tengo ese impulso tan fuerte hacia ella. Es buena, mala, inteligente, torpe, es todo desde el cerebro. Y el cerebro convertido en emociones, emociona al público.
Es una obra de soledades...
–Y también sobre el aparente trabajo de las miras, digo aparente porque no son caídas definitivas, son carreras que estaban a una altura y se fueron desintegrando. Es necesario un evento dramático para que todo eso se coloque en su sitio, el amor, la confianza, la violencia, la mentira... Es un obrón, un texto español contemporáneo que sorprende porque los personajes están dibujados de una manera extraordinario. Es un sueño.
Dicen que es su gira de despedida. ¿Esta es la obra indicada para decir adiós a los escenarios?
–Cualquier cosa es indicada para decir adiós a los escenarios si estás harta de ellos o si tu salud te impide seguir trabajando. Todo depende de la respuesta que dé el cuerpo y a mucha edad, él es el que marca la continuidad. Siempre hay textos...
¿Es decir, que después de ‘La isla del aire’ vendrán otros papeles para Nuria Espert?
–Siempre hay textos esperando a que vuelvas, están en la mesita de noche con libros, esperando otra mirada. Mi despedida se producirá cuando tenga ganas de irme a casa, en vez del escenario, y este no es mi caso ahora. Sigo teniendo mucha ilusión, es fenomenal saber que los teatros se llenan, se abarrotan y tú te meces en el trabajo, tratas de crecer y hacer la mejor función de tu vida todas las noches. La gira es dura, la maleta siempre está dispuesta, preparada, avión, tren, barco... pero es mi vida.
Tantos personajes interpretados a lo largo de 70 años... Fedra, Bernarda Alba, Electra, Lucrecia, La Celestina..
–No eches cuentas, son muchísimos años (ja, ja, ja).
Fundamentalmente, siempre dramas...
–En general, el gran teatro, ese teatro que no morirá nunca, ese teatro que va de generación en generación, tiene el camino asegurado en el drama. En la comedia es mucho más difícil, actúas, gustas muchísimo y muere. El drama y la tragedia son dos peldaños de una escalera que conducen a la excelencia, cuando uno puede pisarla tiene que hacerlo con muchísimo respeto y merecerlo. Te la tienes que ganar con proyectos peligrosos, con compañías espléndidas. Pero la función acaba bien, la heroína del drama muere pero la que ha ocupado su puesto, la actriz se va a cenar.
La dirección de escena y la ópera ha sido también parte importante de su trabajo.
–Estoy muy contenta de haber dicho sí en aquel momento en el que yo no había dirigido nunca y me llamaron del Covent de Londres para dirigir La casa de Bernarda Alba en inglés con esa señora tan maravillosa que es Glenda Jackson, con un exitazo tan grande. Después, ya me metí en el mundo de la lírica y eso me satisfacía menos, tenía éxito e hice un proyecto tras otro hasta que me di cuenta de que no era nada feliz, que no había estado en mi casa en los últimos siete meses porque iba por medio mundo con mis obras porque tenía temor de dejarlas en otras manos. Eso me cansaba muchísimo, tuve una depresión y cerré esa pagina, que nunca he querido volver a abrirla, pero le dediqué cuatro años muy exitosos que me vinieron bien por muchas razones, muy comprensibles, pero pagué un precio fuerte de salud.