José Antonio Nielfa, La Otxoa, se quita los tacones y se desprende de la peluca. Y lo hace a lo grande, como él dice, “como si fuera Liza Minnelli en Broadway, pero yo en la Gran Vía y en la Aste Nagusia. No se puede pedir más”.

El espectáculo ¡Agur, Otxoa Feroz!, que se estrena el domingo en la sala BBK, narra las vicisitudes de José Antonio Nielfa, nacido en Bilbao en 1947, desde su infancia en el barrio de San Francisco a su lucha por la visibilidad LGTBIQ+ en la dictadura y la Transición. El montaje, dirigido por Getari Etxegarai, no “obvia ningún tema espinoso” como la cárcel o los amantes, porque, según ha reconocido el propio Nielfa “cuando vives en el filo te expones a cualquier cosa”. En ese sentido, ha destacado que “todo eso es lo que le ha tocado vivir y debía contarse en esta obra”.

Cuatro actores repasan en escena su vida, mientras La Otxoa recuerda los temas musicales que le han acompañado en su carrera. El show, producción propia de la Sala BBK permanecerá en cartel hasta el día 3 de septiembre.

¿Emocionado?

—Emocionado y agotado porque hemos ensayado mucho para que salga todo bien.

Me cuesta creer que sea su despedida definitiva.

—Si viene Madonna y me propone hacer un dueto, igual volvería. Nunca se sabe, en el espectáculo te proponen cosas que son muy apetecibles y puedes decir que sí. Pero quiero disfrutar también de mi jubilación, no me seduce tener que estar pendiente de proyectos y de historias . Si surgen cosas como esta en otro momento y me apetecen, pues me lo pensaré. Ahora, estoy en otra época.

“Si viene Madonna y me propone hacer un dueto, igual volvería a los escenarios. Pero quiero disfrutar de mi jubilación”

Cuenta lo que se conoce y lo que no se conoce de su vida en esta obra...

—Todo lo que se puede contar en hora y cuarenta y cinco minutos de una vida tan intensa y larga. Pero, bueno, siempre con un tono agradable y de alegría porque ha habido cosas tristísimas, pero yo siempre las he llevado con buen carácter y quiero que en el espectáculo también se vea así.

En su vida ha habido un antes y un después tras cantar ‘Libérate’ en Aste Nagusia de 1979, que se convirtió en el himno oficioso de las fiestas de Bilbao y del LGTBI.

—Eso hizo que me dedicara al espectáculo ya de lleno porque yo ya estaba desahuciado. Venía de Barcelona y no tiraba ni para un lado ni para otro; era muy difícil y estaba retirado completamente. Cantaba pero en el bar que tenía con un micro y por matar el gusanillo, pero fue definitivamente lo que me lanzó.

¿Cómo era antes la vida de José Antonio Nielfa?

—Mi vida fue interesante y dura, cuando te vas de casa jovencito y te pasan todas las cosas que me pasaron y vives en una dictadura y quieres ser libre por encima de esa gente y sin apoyos... Porque yo me fui a Torremolinos con 17 años, que era la ciudad más libre de Europa, estaba llena de nórdicos, de dinero... Esto era la promoción que hacía la dictadura para el turismo, Hubo una redada, que a mí no me cogió, porque estaba en Barcelona en los 70, que fue terrible, se llevaron hasta los camareros, los barman porque era un mundo de gays.

Y de Torremolinos se fue a Barcelona.

—Estuve allí 10 años, ahí me buscaba la vida trabajando y luego me pagaba las academias para cantar. Iba a clubs de ambiente gay que había montones y que eran como cebos para tenernos controlados y cuando querían hacían redadas y te detenían. Mi detención fue en 1968 en Barcelona, protagonicé la primera conducción de homosexuales en España. Estábamos en celdas en Barcelona y nos llevaron hasta Burgos pasando por cinco cárceles, parecía un Vía crucis. Habiendo trabajado desde crío, estábamos detenidos por la ley de maleantes y vagos sociales. Y así se lo decían a mis padres cuando iban a verme, fue durísimo.

“Me detuvieron en 1968 en Barcelona y me aplicaron la ley de vagos. ¡Yo que había trabajado desde niño en el bar de mis padres!”

¿Y cómo era el Bilbao en aquella época?

—Había un ambiente increíble, el mundo gay era muy solidario, no había colectivos porque, claro, en la época de la dictadura cómo iba a haberlos. Íbamos por individual, pero había una gran solidaridad entre nosotros, nos ayudábamos, preparábamos guateques, fiestas, iba todo el mundo. En la calle había una ambientación increíble. En esa época había tres clubes gays, con eso quiero decir que había un ambientazo y luego salas como el Hollyday, Garden... Había también mucha hipocresía, todo el mundo lo sabía. El problema era por la noche si te pillaban ligando, decían que era un vicio, lo demás no había ningún problema, pero claro, yo era muy rebelde. Con 14 años me enamoré la primera vez de un chico y pensaba cómo iba a ser un vicio si yo era un niño. En los medios de comunicación, la homosexualidad no existía. Yo creía que era solo y un día me fui por el Casco Viejo, lo cuento siempre, y a través de las miradas que recibía, me di cuenta que no estaba solo, estaba muy bien acompañado.

Y su familia? ¿Lo entendieron?

—Con mis padres el único problema que tenía era el llegar tarde. Sobre todo, con mi padre porque mi madre le engañaba y le decía que ya estaba en casa. Ella me decía que le iba a buscar la ruina (ja, ja, ja). Pero a nivel de reproches, nunca. Jamás en mi vida, me han llamado maricón en mi familia. He estado muy protegido a ese nivel; en la calle, en aquella época cuando te veían diferente te insultaban. Hasta jugando al fútbol, si te veían un salto que no era normal, te condenaban.

¿Su sueño fue fichar por el Athletic?

—A mí me gustaba jugar al fútbol, pero a ese nivel no tuve ningún apoyo en casa, ni podía ser futbolista ni cantante. No como los padres de ahora, la mayoría ven una posibilidad de que el hijo puede jugar bien al fútbol. Yo empecé a trabajar muy pronto ayudando a mis padres en el bar. Salía del colegio e iba corriendo a ayudarles. A los once años ya estaba en la barra, me tenía que poner una banqueta y abultaban los chiquitos más que yo. Lo único que me enseñaron era a poner vinos y servir menús en el barrio. Esto no me ocurría solo a mí, posiblemente al 70% de mi generación. Si me crié dentro de una barra, ¡cómo no iba a poner luego yo mis propios bares! Era mi destino.

“Se puede decir que hay un antes y un después de cuando canté ‘Libérate’. Eso hizo que me dedicara al espectáculo ya de lleno”

Quién lo diría. Ha publicado 17 discos, ha hecho televisión, cine, y todo ello compaginándolo con los tres bares que ha tenido en Bilbao.

—Ha habido momentos en los que lo he tenido muy difícil. Tras Libérate me llegaban ofertas para cantar en todos los sitios, pero me negaba porque había tenido muy malas experiencias. Luego vinieron Bilbao, bilbao con Karraka, me llamaban de todos los programas... En las inundaciones había rodado La muerte de Mikel e hice muchas galas, sobre todo por Aragón. Los dos bares que tenía en el Casco Viejo se los llevó el agua y tuve que empezar. Sobreviví gracias a la música. Siempre volviendo a empezar; he sido un superviviente, no había más remedio.

Cuarenta y cinco años después de ‘Libérate’, ¿sigue reivindicando?

—Hay que estar ahí siempre, lo que no puedo entender es que haya homosexuales de derechas. Están tirando piedras a su propio tejado. Recurren el matrimonio gay y un alcalde de su partido se casa y va toda la cúpula a la boda; eso es hipocresía. Que la gente esté al tanto porque en la vida pueden pasar tantas cosas... Esto puede dar un volantazo. Se disfrazan de corderitos y luego no hay quien los controle.

¿Qué significa para usted que este espectáculo se estrene en Aste Nagusia?

—Mejor despedida no puede ser, es como una despedida de Liza Minnelli en Broadway, yo en la Gran Vía y en las fiestas. Ya no se puede pedir más. l