La Casa de Cultura Ignacio Aldecoa acoge esta tarde el acto de entrega de los premios literarios de Álava. Allí estará, después de venir a la capital alavesa desde su Argentina natal, Marcelo Donadello, ganador de la quincuagésimo primera edición del premio de cuentos que lleva por nombre el del afamado escritor vitoriano. Además, el también músico protagonizará en este mismo lugar mañana una charla compartida con César Sánchez y Jon Bilbao. La agenda no para, puesto que la semana que viene, también de la mano del certamen alavés, tendrá citas en Madrid. Todo gracias a La Virgen de tergopol, el relato con el que ha ganado esta edición, lo que se traduce también en la publicación por parte de la editorial Fulgencio Pimentel del libro Chéljelon, donde, entre otros, se encuentra el cuento ganador.
¿Qué significa para usted ganar el Ignacio Aldecoa?
Para empezar, para mí es una sorpresa. Cuando pateas una pelota, imaginas que va a ser gol, pero sabes que no siempre es así (risas). Vengo intentando escribir desde hace unos años pero no es mi profesión de toda la vida. Esta es la primera vez que he reunido un grupo de cuentos que me han parecido que están bien terminados, que tienen una temática. En realidad, estaba intentando llevarlos hacia una novela. Y mira lo que ha pasado. Así que estoy contento y sorprendido.
Por cierto, ¿cómo tuvo conocimiento del concurso?
Estaba buscando un certamen para eventualmente mandar algún cuento y cuando vi este concurso, me llamó la atención el autor. Cuando veo un certamen de este tipo que tiene nombre de un escritor, en este caso Aldecoa, me empiezo a preguntar si lo he leído o no, qué puedo encontrar de él por ahí... Y resulta que leí un cuento, luego dos, tres... y pensé que me encantaba lo que escribía. Fui más allá: si a mí me gusta lo que Aldecoa hacía, quizás a la gente que representa su concurso le puede llegar a gustar lo que yo hago. Miré las bases del concurso. En América no existe tanto este formato. En España le dan una importancia que es muy interesante y no hay que olvidar que los autores se dan a conocer en concursos. Por ejemplo, García Márquez. De Aldecoa me gustó lo que escribe, el costumbrismo, la cuestión irreverente con algunas cosas. Por eso pensé en presentarme y ahora me he encontrado con un miembro del jurado que dice que este libro es una novela (risas).
¿Qué se va a encontrar el público en ‘Chéljelon’?
Los relatos están ambientados en Argentina, la parte central de ellos en los años 70. Hay algunas cosas, no sé si decir policiales o cómo definirlo, porque tampoco quiero adelantar mucho, pero creo que la gente se puede imaginar algo con esos datos que he dado. También van hacia atrás, hacia los padres, los abuelos... según qué personaje. Son encuentros y desencuentros entre personas de un país que sufre mucho los encuentros y desencuentros. La sorpresa más grande para mí son las críticas tan buenas de algunos miembros del jurado del Aldecoa. Uno me ha dicho: tienes que dedicarte a escribir, no hagas otra cosa (risas).
Porque en realidad su camino profesional ha ido más por la música y la docencia.
De la docencia me fui corriendo para dedicarme más a la música. Canto mis canciones, toco con otras personas, produzco para terceros y enseño también a particulares. Cada vez menos doy clases de música en escuelas. Esto de la literatura siempre me llamó la atención. En 2000, en el cambio de siglo, me planteé que había cosas de las que quería hablar, que tenía unas miradas propias sobre el mundo que quería plantear. No sabía del todo cómo. Por eso, en esas fiestas, en vez de juntarme con mi familia y mis amigos, me quedé solo con el ordenador y me senté diciendo: de aquí tiene que salir algo. No salió nada terminado pero sí algunos conceptos que me gustaron. Ahí empecé con unos cuentos que para 2008 me publicaron en Internet. Gracias a eso conocí al editor Eduardo Carletti, que me aconsejó y me sugirió seguir con la literatura. Pero no apreté el acelerador. Al final, uno tiene que seguir viviendo (risas). Y mi segunda producción importante es esta, y he ganado el Premio Ignacio Aldecoa. Estoy entusiasmado.
Vamos, que la tercera producción literaria...
De aquí para arriba (risas).
¿Es todo crear o música y literatura son caminos diferentes?
Música y literatura son técnicas diferentes pero uno siempre está más o menos parado en el mismo lugar. Mi idea siempre es rescatar las actitudes de la gente porque es lo que me parecer importante. También retratar de una manera que no sea cruenta cosas que lo son, es decir, buscar una manera de presentar situaciones que tampoco hay que esconderlas debajo de la alfombra, solo ver qué son y la razón por la que ocurren. A partir de ahí, habría que preguntarse qué es crear. En realidad estamos siempre retrabajando cosas que escuchamos, vivimos y miramos. Por ejemplo, La Virgen de tergopol. Un día me junté con un amigo para ensayar música y le conté que estaba con un libro con el que estaba intentando hacer una novela, pero que estaba estancado. Y me contó un hecho real que al instante pensé que había que ficcionar. Ocurrió en tiempos en los que Argentina y Chile, con dos gobiernos militares, casi se enroscan en una guerra por una cuestión de límites. Un programa de televisión tomó el caso de una virgen de poliestireno que había aparecido colgada de unos globos, algo que el cura del pueblo había identificado como un mensaje de paz. Y yo hice una historia a partir de todo eso. Ahí se juntaron la música y la literatura de una manera constructiva (risas).