Encontrar un hueco en su apretada agenda es complicado. Mice acaba de publicar nuevo disco, Lautada, con todo lo que ello implica, conciertos incluidos. Joseba B. Lenoir tampoco se detiene en los diferentes proyectos en los que está involucrado, sin descuidar su camino en solitario, cuya última referencia es Instroak Vol.3, que vio la luz pocos meses antes de que la situación sanitaria lo parara todo. Por si no tuvieran suficiente como intérpretes y compositores, Miren Narbaiza y Joseba Baleztena ofrecen ahora su faz de productores, de responsables de un estudio de grabación nacido en Durana, de un Gakobeltz Hit Faktoria que resuena en la Llanada Alavesa.

Deseo y necesidad. De ambos impulsos surge esta aventura. “El sueño de todos los músicos es tener su propio estudio para trabajar dignamente”, recuerda Baleztena. “Eso siempre ha estado en mente”, más allá de que, en este caso, el confinamiento fuese “clave”. Fue “el empujón que nos faltaba” para buscar el lugar. En Vitoria era imposible por los condicionamientos económicos. En realidad, ambos tenían la solución cerca ya que sus anteriores locales de ensayo estaban casi al lado de la sede de Gakobeltz Hit Faktoria.

“Durana nos gusta por la calma que nos da, porque nos pone el cuerpo en posición de trabajo, sin distracciones ni nada. Además, en el pueblo nos han recibido muy bien, nos cuidan”, admite el músico. “Somos casi los últimos en llegar, pero aquí hay un montón de locales de ensayo y los vecinos están acostumbrados al ir y venir. Aún así, hay curiosidad porque aunque nosotros nos hemos hecho habituales, siempre estamos con caras nuevas”, completa Narbaiza.

Son unos 90 metros cuadrados los que se asoman ante quien entra en esta “factoría de ideas”. “Aquí tenemos unas buenas condiciones de espacio y trabajo. Podrían ser mejores, pero nunca nos hubiéramos imaginado tener un lugar así. Nos ha ayudado a organizarnos mejor, a trabajar en mejores condiciones”, apunta la creadora. “Llevamos muchos años dedicándonos a la música al 100% y siempre hemos estado trabajando en malas condiciones, en locales incómodos, sin luz natural, sucios, apartando cosas para poder instalarte, con sonidos de mierda… Aquí podemos hacer música en unas condiciones dignas”, señala Baleztena.

Para lo propio y lo ajeno

Llegar a estas instalaciones fue contar con metros cuadrados pero, sobre todo, poder hacer el diseño del espacio al gusto de ambos. Es un lugar diáfano, lo que hace que según la necesidad de cada proyecto, el diseño pueda ser diferente, teniendo en cuenta que además no hay separación entre el sitio de los músicos y los mandos de los productores.

“En principio, esto lo creamos para nuestros respectivos proyectos y para los que llevamos con otros músicos”, como Víctimas Club, por ejemplo. Pero “también nos apetecía compartir espacio y tiempo con gente a la que admiramos, y con personas que hacen géneros que nosotros no tocamos de manera habitual”. No hay límites de estilos. “Lo que sí nos interesa es que nos mole mínimamente cada propuesta. Son horas de trabajo que te piden involucrarte y queremos que, creativamente, nos motive lo que tenemos entre manos”.

En ese sentido, ambos tienen claro que cuando abren las puertas a terceros “queremos aprender de todo y poder aportar lo que podamos”. Por eso, apuestan por dejarse contaminar en ambas direcciones. “No es venir, grabar y que tus temas se vayan tal cual han llegado, sino que sufran una transformación”, lo que no siempre es fácil. Por eso, “hay que saber inspirar confianza y tranquilidad. Aquí no vas a hacer nunca nada que no quieras”.

Incluso el lugar está sirviendo para grabar vídeos con actuaciones en directo o para compartir sesiones de improvisación con bandas como Ginger que han dado para sacar unas cuantas ideas de futuras canciones. “Eso es lo que nos satisface y lo que queremos que se vaya repitiendo. Es como recuperar el espíritu de los discos que se hacían antaño, como lo hacían Motown y Stax, que tenían una banda base e iban pasando músicos a grabar sus canciones, pero la música surgía en el estudio. Lo que queremos es juntarnos, tocar y que aparezcan cosas nuevas y disfrutar de todo el proceso de grabar un disco. Si no disfrutas tú mientras lo haces, no tiene sentido seguir haciendo discos”, reflexiona Baleztena.

Hasta música clásica

En su poco más de un año de andadura, Gakobeltz Hit Faktoria “ya nos está dando muchas cosas”, incluso involucrándose en producciones para nada esperadas, como está pasando en torno a la figura del pianista y compositor Valentín Larrea. Y eso, que esta aventura en concreto está suponiendo desmontar partes del estudio para ir a grabar, por ejemplo, a iglesias.

La familia del músico encontró en un momento dado una serie de partituras originales que nadie sabía que existían. “Rescataron la obra, la llevaron a digitalizar y quisieron también que alguien la interpretase y registrarla para la posteridad”, momento en el que el estudio de grabación ubicado en Durana se convirtió en itinerante. “Es un proyecto muy bonito, sobre todo cuando ves las caras de los familiares escuchando por primera vez esa música”, rememora Baleztena, más allá de que todavía hay grabaciones pendientes. Poco a poco.

De momento, la agenda sigue sumando fechas ocupadas para los dos, que aquí ejercen de intérpretes y productores al mismo tiempo, dos profesiones que aunque tengan a la música en común cuentan también con diferentes. “Hay que saber estar, escuchar, elegir las palabras adecuadas y saber que puede haber desencuentros, como en la vida”, dice Narbaiza. “Seguimos aprendiendo cada día”, añade, compartiendo y creando. Entre las paredes de Gakobeltz Hit Faktoria la música se siente libre mientras mira a través de la ventana a la Llanada Alavesa.