- Históricamente, Cáceres ha sido un gran plató de cine, gracias, en buena medida, a su impoluto casco histórico que se presta sobre todo a rodajes de época. Pero no ha sido solo ese patrimonio inerte el que ha atraído un nuevo rodaje a la ciudad, sino la recurrente sequía a la que se enfrenta y su posición transfronteriza. “El calor en Cáceres es una leyenda urbana”, manifiesta con sorna Jorge Sánchez Gallo, productor del nuevo thriller de TVE Sequía, protagonizado por Miguel Ángel Muñoz, Elena Rivera, Rodolfo Sancho y Miryam Gallego; que pretende dar un giro al género policíaco y que ambienta la acción en un paisaje castigado por la ausencia de agua.
La estampa árida de Cáceres en la época estival es una localización perfecta para esta serie, cuyo rodaje se ha integrado sin sobresaltos en la ciudad, saltando del casco histórico, al santuario de la Virgen de la Montaña, a la zona del Palacio de Justicia e incluso al antiguo barrio minero de Aldea Moret. Una opción extraña, pero alentadora, para una ciudad acostumbrada a instalar sus focos exclusivamente en su entorno medieval. Ese entorno que ya se descubrió hace décadas como escenario de primera categoría con producciones de alto rango como Tulipán negro, protagonizada por Alain Delon y Virna Lisi; Los señores del acero, de Paul Verhoeven; y la particular visión de Ridley Scott con 1492: la conquista del paraíso.
La fascinación de Cáceres por el cine ha dado paso al nuevo formato estrella del audiovisual: las series. Con Juego de tronos alcanzó su máxima cota de popularidad. Antes, La catedral del mar e Inés del alma mía. Luego, la serie sobre Hernán Cortés y el encausado José Luis Moreno, con una serie en el cajón: Glow and Darkness sobre la vida de Francisco de Asís. Ahora, TVE (en coproducción con su homóloga portuguesa RTP) amplía el horizonte escenográfico de Cáceres con Sequía, un thriller de ocho capítulos, que se estrenará la próxima temporada y que también se rodará en Lisboa.
El director de la serie, Joaquín Llamas, destaca que es “el primer thriller actual que se rueda en una ciudad monumental. Es una gran responsabilidad retratar una urbe moderna dentro de un entorno distópico con un largo periodo de sequía”. Aunque acto y seguido puntualiza: “Bueno, no es tan distópico”. Y, ciertamente, no lo es. Basta con asomarse al raquítico embalse del Guadiloba. Cáceres bordea constantemente la prealerta de sequía; un mal que arrastra incluso en años de bonanza hidrológica. La trama aborda ese mal endémico que augura el cambio climático: un panorama donde la disminución de los pantanos es alarmante. Algunos fueron construidos inundando poblaciones y expropiando a los propietarios de las casas donde vivían. En la ficción, en un pueblo que estaba bajo el agua y que ha emergido prácticamente en su totalidad aparecen dos cadáveres con muestras de haber sido asesinados. En la realidad, en la provincia cacereña la sequía deja al descubierto el dolmen de Guadalperal, un conjunto megalítico localizado en la zona inundable del embalse de Valdecañas. En esta provincia también se ubica el pueblo de Granadilla, a los pies del embalse de Gabriel y Galán, desalojado forzosamente por el Estado franquista en 1964 y que nunca llegó a inundarse.
Un deslumbrante paisaje casi fantasmagórico que atrajo a un ochentero Pedro Almodóvar, donde rodó el final de su película Átame. Porque la fascinación de Cáceres por el cine va más allá de su ciudadela medieval.