SAN SEBASTIÁN - Berástegui profundiza en la controversia más reciente de Donostia 2016: la censura de varias obras de presos de ETA dentro de Giltzapekoak, exposición sobre el arte en situaciones de reclusión.

¿Sigue pensando que fue una decisión correcta? Porque para buena parte de la ciudadanía, la censura es contraria al lema de la capitalidad, Cultura para la convivencia...

-Fue la mejor decisión que pudimos tomar en ese momento. Podríamos discutir si debíamos haber actuado antes, pero hay un elemento que no se ha tenido muy en cuenta. Ese episodio evidenció que no habíamos sido capaces de llegar a un acuerdo sobre varias cuestiones y lo expusimos públicamente: nosotros dijimos que habíamos retirado unas obras y los comisarios querían enunciarlo con la palabra “censura”, algo que aceptamos.

El diputado de Cultura, Denis Itxaso, acaba de revelar que esos presos acumulan penas de 4.500 años de prisión por 34 asesinatos...

-Sin entrar en las cifras, hicimos un ejercicio de responsabilidad y tomé la decisión que creía mejor, aunque pude equivocarme.

¿Tomó usted la decisión o le obligaron las instituciones a tomarla?

-En última instancia fue una decisión mía compartida con las instituciones.

¿Compartida o inducida por ellas?

-Por un lado, somos una fundación en la que están presentes las instituciones y, por otro, el tema lo contrastamos también fuera, con personas que trabajan en el ámbito de las víctimas. Al final, y aunque algunos disentían, la decisión mayoritaria fue retirar las obras.

Pero la palabra “censura” tiene connotaciones que empañan cualquier valoración...

-Como es lógico, no me siento especialmente orgulloso de estar vinculado a esa palabra. No imaginaba que terminaría el año relacionado con un ejercicio de censura cuando todos practicamos la autocensura a diario.