Si te gusta el rock y el rhythm and blues clásico, el de la década de los 50, lleves o no tupé tienes que oír a JD McPherson, treintañero estadounidense que ha grabado un segundo disco sencillamente fantástico, titulado Let the good times roll (Universal) y que ofrece en sus increíbles canciones el regusto del repertorio de nombres como Little Richard, Buddy Holly, Eddie Cochran, Chuck Berry y Sam Cooke. “Me gusta mezclar cosas que no deberían ir juntas”, indica el músico, que ya conoce Euskadi y volverá a visitarnos en junio, en el marco de la decimocuarta edición del Azkena Rock Festival.

McPherson nació en 1977, en un enclave rural del sureste de Oklahoma. Se hizo con su primera guitarra a los 13 años y se fijó como modelos a artistas tan dispares como The Ramones y los raperos Wu-Tang Clan, aunque con el paso del tiempo también creció artísticamente con los discos de Led Zeppelin y el grunge de Nirvana. Su pinta -ese tupé medio caído, los vaqueros con dobladillo hacia arriba y la chupa de cuero- deja a las claras que lo suyo es el rock, el clásico, el de siempre, el eterno, el de quienes lo convirtieron en música de masas a mediados del siglo pasado, aunque interpretado y adaptado al siglo XXI. Y con una pulsión casi punk, como la de The Clash cuando reinterpretaron Brand new Cadillac, de Vince Taylor, en su mítico London calling.

No en vano, McPherson nació cuando la rabia y los escupitajos del punk eran tendencia. Él, ya como profesional, prefirió mirar siempre hacia atrás, aunque sus primeras bandas evidenciaron su pasión por el movimiento de los imperdibles y los salivazos. El joven JD se dio a conocer en Estados Unidos con una banda llamada The Stark-Weathers Boys, aunque aquí no supimos de él hasta hace tres años, cuando editó su debut, con el apoyo de su bajista y lugarteniente Jimmy Sutton.

Aquella gema, que sorprendió a todo buen aficionado al rock que pudo escucharlo, se titulaba Signs & signifiers y pudimos comprobar que canciones inolvidables como North side gal mantenían todo el encanto y la fuerza en directo, en su única visita vasca hasta la fecha, en Bilbao.

“La base de aquel disco era el rhythm and blues tradicional”, recuerda JD, que se ganó la vida durante un tiempo compaginando la música y un trabajo como profesor de arte. “Era un disco con muchos saxos y no tantas guitarras”, apostilla. Y lo hace para contraponerlo a su retoño actual, un disco que, sin sorprender como su hermano mayor, sí mantiene su calidad y añade algunas novedades. “Busca la psicodelia de los años 50”, indica su autor, que inició las sesiones de grabación en un estudio de Chicago? y las paró sin concluir. “Intentaba recrear el primer disco y no funcionó”, recuerda. Ocho meses después retomó el trabajo, con más guitarras y casi en plan kamikaze.

“Solo yo conocía las canciones, el grupo las aprendió sobre la marcha”, explica el estadounidense, que actuó “nervioso por la dirección que podían tomar”, apostilla.

frescura y excitación “Es un disco muy fresco y excitante. Y más subversivo”, indica Sutton sobre Let the good times roll. El segundo Cd de McPherson suena más rock y menos negroide, sin tanto R&B. Pero sigue fiel a las raíces de su autor, la música de los años 50 del siglo pasado. “Simplemente me gusta mezclar cosas que no deberían ir juntas. Ya se sabe que resultaba muy extraño juntar mantequilla de cacahuete con chocolate hasta que se hizo por vez primera”, indica con sentido del humor. McPherson vuelve a ofrecer toda una lección de cómo trasladar al siglo XXI una música considerada retro o revivalista. “Cuando el rock and roll estaba en su estado primitivo, sucedieron muchas cosas en relación al sonido, como los ecos, el trémolo y otros efectos, que, en algún caso, se llevó al extremo. Eso es lo que me fascina”, aclara.

JD, que posee una voz privilegiada y moldeable, indaga, con buenos resultados, en el sonido más clásico del rock, recreando las guitarras y atmósferas de la época y rescatando el espíritu de héroes como Little Richards en el sobresaliente y adictivo tema que titula el Cd y It shook me up; Buddy Holly y Sam Cooke en el baladón romántico Bridgebuilder, compuesto a medias con Dan Auerbach, de The Black Keys; o el rock de raíz rockabilly de Eddie Cochran en el festivo Mother of lies.

Este álbum, que incluye también un rock retro como Talking’about the all-american parido para quebrar rodillas en los conciertos y un Head over heels arrebatador con sus coros y palmas, ofrece también guiños sureños en Bossy y al R&B con saxo It’s all overt but the southing, y se vuelve sexy y denso en temas como You must have met little Caroline? Estas y otras canciones sonarán en el Azkena Rock Festival, que este año se celebrará los días 19 y 20 de junio, en Mendizabala. JD actuará el primer día, junto a ZZ Top, Television, L7, D-Generation, Black Mountain y The Dubrovniks. Al día siguiente lo harán Mastodon, Red Fang y Cracker, entre otros.