en 1907 el poeta Guillaume Apollinaire llevó a Georges Braque al taller de Picasso en París para ver Las señoritas de Avi-gnon. El encuentro supuso el principio de una gran amistad entre dos artistas de personalidades tan diferentes, pero sobre todo, marcó el inicio de un nuevo lenguaje artístico, el cubismo. El Museo Guggenheim Bilbao presenta una ambiciosa retrospectiva en la que reconstruye, a través de piezas fundamentales, la trayectoria creativa de este artista francés (Argenteuil-sur-Seine, 1882- París, 1963) a quien la notoriedad de Picasso eclipsó durante años su papel como cofundador del estilo que revolucionó el arte a principios del siglo XX.
La exposición, que coincide además con el cincuenta aniversario de su muerte, está organizada en colaboración con el Georges Pompidou de París, donde se pudo contemplar con anterioridad en una versión muy diferente a la de Bilbao, y está patrocinada por la Fundación BBVA. Comisariada por Brigitte Leal y ordenada cronológicamente, la retrospectiva permite descubrir las diferentes corrientes y movimientos que Braque desarrolló a lo largo de su carrera a través de 250 obras. "Se muestra al público un conjunto excepcional de obras de todos los periodos, especialmente del periodo cubista que lideró junto con Picasso, hasta llegar a la parte más clásica con obras desconocidas, como los yesos y escayolas pintados que han cedido una colección privada", afirmó Brigitte Leal.
Además, se han incluido fotografías, documentos y libros que permiten poner atención especial a otras actividades de un artista que se sintió atraído por la música, el teatro o la literatura. Braque se dejó seducir por el espectáculo total. Un ejemplo de ello es la gran escenografía que realizó para un espectáculo del Ballet Salade, en 1924, que ha salido por primera vez del Pompidou y que se puede contemplar desenrollada después de ochenta años. Braque creó un telón de tonos cálidos con el dibujo de una plaza italiana, "una obra de un gran tamaño que solo en un museo como el Guggenheim se puede exhibir", explicaba la comisaria.
La exposición arranca con los paisajes pintados en 1906 del puerto de L'Estaque, cerca de Marsella, y las pinturas realizadas en La Ciotat, ciudad portuaria de la Provenza, en 1907, que reflejan la conversión del artista hacia el fauvismo mientras que obras como Gran desnudo son ejemplo ya de su primer cubismo.
braque-picasso Conocido como "el pintor del silencio", Braque fue un creador que preservó su intimidad y llevó una existencia tranquila que no tuvo reflejo en su obra. Nada que ver con Pablo Picasso, con el que mantuvo una gran colaboración durante su etapa cubista. El pintor malagueño llegó a referirse como "un trabajo a dos", ya que los descubrimientos de uno servían de elemento de superación al otro. El propio artista comentaba así aquel periodo: "A pesar de tener temperamentos muy distintos, estábamos guiados por una idea común. Vivíamos en Montmartre, nos veíamos todos los días, hablábamos... Éramos como dos montañeros atados juntos con la misma cuerda".
Y, sin embargo, Picasso siempre se ha llevado la fama de la iniciación del movimiento artístico. El creador malagueño acusaba a Braque de no tener sangre en las venas, aunque su fuerza con el pincel era indudable.
La muestra continúa con los famosos papiers collés (papeles pegados) que Braque realizó entre 1912-1914 y que supusieron la invención del collage. Gracias a estos recortes de papeles pintados y trozos de periódicos, los colores de las pinturas cubistas se hicieron más variados, marcando el camino hacia el Cubismo Sintético. Como dijo el propio Braque: "Los papeles pegados por fin destruyeron magníficamente la visión de la perspectiva clásica, las convenciones mortales que esta imponía".
En 1914, tras estallar la Primera Guerra Mundial, fue movilizado por el Ejército francés, y un año más tarde, resultó herido gravemente en la cabeza. No volvería a pintar hasta 1917, profundizando en las aportaciones del Cubismo Sintético, que aplicó a sus naturalezas muertas. La exposición muestra también sus famosas Canéforas con las que en 1922 sorprendió en el Salón de Otoño de París, junto a Naturaleza muerta con frutero (1926-1927), y Naturaleza muerta con jarra, (1926-1927).
El siguiente espacio permite contemplar cómo en la década de 1930, Braque se abrió a diversas fuentes de inspiración, y continuó trabajando el tema de la naturaleza muerta, en las que introdujo figuras humanas como en Mujer con paleta o El dúo.
Braque reconocía ser "muy sensible a la atmósfera circundante". Por ello, durante la Segunda Guerra Mundial creó obras oscuras, donde aparecen calaveras flanqueadas por crucifijos y rosarios y peces negros, que evocan la desgracia de la guerra. En un mundo en el que había desaparecido la música, el artista francés pintó en 1942 Hombre con guitarra y Hombre al caballete, una metáfora de la soledad y la melancolía que sentía.
El tema del taller también está presente en la obra de Georges Braque en una época protagonizada también por los pájaros, tema que ya había tratado pero que se hace más evidente tras el encargo que recibió en 1955 para decorar una sala del Louvre. Braque, que entonces tenía 70 años, trabajó en este espacio durante tres meses. Quizás la sensación de proximidad de su muerte le hizo recurrir más a ellos. Y para finalizar la retrospectiva, se presenta una serie de paisajes (1955-1963), que el artista creó al final de su vida, entre París y Varengeville: Paisaje con cielo sombrío (1955) Marina (1956) y su último cuadro, La escardadora (1963). En ellos, solo se ven la tierra y el cielo, atravesados por pájaros, como metáforas de su espíritu. La retrospectiva, que reivindica el importante papel que Braque desempeñó en la historia del arte y que, en opinión de algunos especialista, en ocasiones se ha subestimado por su posición de "artista oficial" del régimen del general De Gaulle, se podrá ver en el Museo Guggenheim Bilbao hasta el 21 de septiembre.