Bilbao. CUANDO yo muera, tú te sentarás a mi mesa con el pelo entrecano y releerás mis papeles, mis cuadernos, mis desdichas", escribía Blas de Otero en 1969 en uno de los poemas inéditos que compuso en Madrid tras su vuelta de Cuba y que dedicó a Sabina de la Cruz, doctora en Filología Románica y amada compañera del poeta hasta que este falleció en 1979. Algunos de los poemas escritos por el poeta ella no los había visto nunca, "porque las carpetas donde los guardaba cuando estaba escribiendo yo nunca las abría. Hubiera sido como traicionarle, una violación de su intimidad", asegura su mujer, y presidenta de la Fundación que lleva el nombre del poeta. Ahora estos versos inéditos podrán ser disfrutados junto a toda la obra de Blas de Otero (Bilbao, 1916-Madrid, 1979), en un volumen unitario, de verso y prosa, publicado por Galaxia Gutenberg, que acoge todos los libros que el poeta publicó en vida más otro póstumo, Hojas de Madrid con La galerna, editado también por Galaxia en 2010. Otros dos inéditos, Poesía e Historia (verso) y Nuevas Historias fingidas y verdaderas (prosa), llegan por primera vez al público en esta Obra completa, más una autobiografía titulada, con cierta gracia burlona, Historia (casi) de mi vida. Un complemento de poemas inéditos o dispersos desde su primera juventud hasta 1963 redondea la visión de la poesía oteriana, minuciosamente dispuesta por Sabina de la Cruz, su máxima estudiosa y depositaria de su obra, y Mario Hernández, experto editor de García Lorca. Han pasado casi 34 años desde la muerte del poeta, durante los cuales se ha gestado este libro tan necesario para recorrer por primera vez toda la obra de creación de uno de los más grandes poetas del siglo XX.

Vocación Sabina de la Cruz conoció a Blas de Otero en septiembre de 1961 en la salita de su casa, como ella recuerda. "Yo había leído toda su poesía. Incluso había traído clandestinamente de Francia su libro En castellano, que acababa de publicar. A Blas le conocí a través de Agustín Ibarrola y otros amigos pintores que como él llegaban de París. Yo vivía en Sestao y pertenecíamos a la Asociación Artística Vizcaína. Cuando me dijeron que era Blas de Otero me quedé impresionada. Era un hombre muy atractivo. Hablaba muy poco, pero eso le daba más encanto y un cierto misterio... ¡Escribía tan bien! Estábamos casi todas un poco enamoradas de él. Un año después nos hicimos novios. Pasábamos por un enfado cuando Blas tuvo que marcharse a París, y de ahí a Cuba, como jurado del premio de poesía Casa de las Américas. Estuvimos unos años separados, nos encontramos después de cinco años en Madrid, donde le acababan de operar de un tumor canceroso. Fue un amor fácil de revivir o acaso no estaba muerto", confiesa Sabina de la Cruz.

Un reencuentro para toda la vida con el hombre y con el creador porque si hay una persona que conoce a fondo la obra poética de Blas de Otero es precisamente su viuda. Ella convivía con el hombre, pero también con este poeta de vocación casi "biológica". "Blas fue poeta desde niño. Todavía se conservan libritos de los estudios primarios, con dedicatorias en verso para sus compañeros. Estaba en clase de Matemáticas cuando su maestro le sorprendió escribiendo un poema, se le acercó por detrás y le dio un pescozón en la cabeza. Deja de perder el tiempo, le recriminó".

En 1927, cuando Blas tenía 10 años, su familia se trasladó a Madrid. Su padre se había arruinado a finales de los años 20, como otros muchos industriales bilbaínos. "Fui a un colegio de la calle de Atocha? Hice todo el bachillerato en Madrid y lo recuerdo con agrado", en palabras del propio poeta, en cuyos versos aparecerá a través de toda su obra la niña a quien llama Jarroncito de porcelana, la compañera de escuela y de sus juegos infantiles. Pero la vida se encargó de torcer su vocación literaria. "Pensaba estudiar letras, pero un hermano que murió a los 16 años de fiebres tifoideas había iniciado ya Derecho y mi familia me animó a cubrir su lugar", escribiría Blas de Otero en Historias fingidas y verdaderas muchos años más tarde. Tres años después, murió su padre. "Para él fue durísimo. Con 15 años se quedó solo con dos hermanas y su madre. Una gran responsabilidad para un joven como él, con una vocación tan clara por la poesía", se lamenta Sabina de la Cruz.

A los 16 años regresó a su ciudad natal con su madre y sus dos hermanas y tras estudiar Derecho, trabajó como asesor jurídico en Forjas de Amorebieta. Allí, según confiesa él en un poema, comenzó a escribir su primer libro, Cántico espiritual, en realidad un conjunto de poemas recitados con motivo del cuarto aniversario del nacimiento de san Juan de la Cruz. Finalmente, abandonó Forjas para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Este aparente abandono de sus obligaciones filiales creó en él una especie de sentimiento de culpabilidad tan terrible que le condicionó para siempre la vida, a través de la cual arrastró, aunque en cortos periodos, sus depresiones cíclicas.

su obra Sus primeras obras publicadas están marcadas por un hondo sentimiento religioso en el que expresa la angustia espiritual y el grito de amor de la criatura al Padre Creador, que pronto se transforma en una queja desgarrada ante la indiferencia de un Dios distante y olvidado de sus hijos. A la preocupación religiosa sucede una poesía de corte más existencialista en la que también tiene cabida el sentimiento amoroso, en versos de una perfección y una hondura que despiertan el interés y la admiración de los principales nombres de la crítica poética, como Dámaso Alonso, al conocer Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). Sus palabras aparecerán como prólogo de Ancia en 1958.

A partir de mediados de los 50, la preocupación existencialista deja paso a la preocupación social, que le lleva a París, donde ingresa en el Partido Comunista como otros muchos intelectuales de la España arrasada por la Guerra Civil de 1936. Es cuando aparece su dedicatoria a la inmensa mayoría, el protagonista colectivo de sus próximos libros: los hombres y mujeres en un tiempo y un lugar determinados y determinantes; es decir, históricos, como él quiso llamar a esta poesía histórica, la de sus tres siguientes libros: Pido la paz y la palabra, En castellano y Que trata de España.

En todos sus poemas se percibe la dimensión completa del ser humano: la dimensión del ser social, y a la vez, íntima y existencial de cada uno de ellos (los temas eternos de la vida, el amor y la muerte). "En aquel momento había en España una situación histórica terrible: la posguerra de miseria y represión. Una situación que sin duda tuvo que marcar a un joven como Blas, que empieza a salir a la vida y en un país perseguido, sin libertad. En una dictadura donde se persigue, entre otros bienes, la publicación de sus libros. Es lo que, entonces, mueve su palabra por esa mayoría a quien se quiere silenciosa, y la erige en alma y voz de su palabra, la palabra que clama por la paz. Hace protagonista del poema a la inmensa mayoría y quiere hablar en nombre de todos, por la dignidad y la libertad de un pueblo aplastado por los vencedores", explica Sabina de la Cruz.

exilio La censura era implacable, la palabra estaba proscrita, sus libros prohibidos tuvieron que buscar editores en otros lugares: París, La Habana... Es lo que le lleva a viajar por Francia, China, la Unión Soviética, Cuba..., para conocer lo que había conseguido las revoluciones en los países socialistas. Porque Blas de Otero quería conocer la realidad, viéndola y viviéndola por sí mismo. "Viajó mucho, pero desde los más lejanos países escuchó siempre el eco de su tierra, su presencia continua, el rumor de las olas del Cantábrico, desde los mares de China", explica De la Cruz. Amo el Nervión. Recuerdo/en París en Georgia en Leningrado/en Shangái sus muelles /grávidos de mercancías y de barcos, escribiría Blas.

"Él fue siempre el mismo poeta, el mismo Blas en todas las etapas de su vida. ¿En realidad qué es la poesía? Es un encuentro con la palabra, una aventura íntima, por eso él no hablaba nunca de ruptura en las distintas etapas de su obra, sino de una evolución determinada por sus experiencias vitales. Y también, por supuesto, por los propios cambios que ocurrían en el panorama literario internacional. Y lo más permanente en Blas fue la palabra humano, desde su primera poesía de tipo religioso, Poesía humana, titula una de sus liras. Fue como un viaje, realizado por el mismo hombre: desde una poesía intimista, los temas eternos del ser humano, hacia la poesía colectiva, la del ser humano como miembro de una colectividad", explica su viuda.

Blas de Otero falleció el 29 de junio de 1979 de una embolia pulmonar. "Con esta publicación, que reúne su obra completa, los lectores van a conocer mejor a un hombre íntegro y a un gran poeta. Y van también a sonreír y disfrutar con este Blas de Otero que tenía un gran sentido del humor, del que se suele hablar muy poco en los estudios que se le han dedicado, pero que el lector descubre, sorprendido. Además, hay poemas desconocidos, como los escritos en China, que son preciosos. Durante los meses que vivió allí, sin poder comunicarse por desconocer la lengua china, van a ser solo los sonidos y los colores los que impulsan la creación. Y los rostros de los niños", explica Sabina de la Cruz.