Vitoria - Los expertos coinciden en que los problemas de salud mental están experimentado un crecimiento a nivel global desde hace unos cuantos años. La organización mundial de la salud (OMS), de hecho, estima que para el año 2030 serán la principal causa de discapacidad en todo el mundo, con un fuerte impacto sobre los jóvenes, un sector de la población donde su incidencia alcanza ya al 20%. Detrás de esta realidad hay múltiples factores, como las propias -y estresantes- condiciones de vida actuales, generadoras de cuadros de depresión, de ansiedad o distintos trastornos de la conducta, o el hecho de que cada vez afloren más casos, debido a su mayor visibilidad. Su creciente impacto está teniendo reflejo también en el ámbito más local, donde la asociación alavesa de familiares y personas con enfermedad mental (Asafes) es un referente histórico dentro del tercer sector.
El número de personas que tocan las puertas del colectivo se ha multiplicado en los años recientes, los diferentes servicios y programas que ofrece no pueden absorber toda la demanda actual y, además, las necesidades de los asociados, que casi se han doblado en la última década, son “cambiantes”. “Las ayudas que tenemos ya no son suficientes y en muchos aspectos estamos desbordados”, expone en declaraciones a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA Mari Carmen Arroyo, presidenta de Asafes e integrante de su junta directiva. Junto a ella, se han reunido con este periódico Begoña Ortiz de Urbina y Xabier González, también miembros de la junta, la gerente del colectivo, Ana Belén Otero, la psicóloga Oihana Ormaetxea y la trabajadora social Fátima Iturbe, que desempeñan su labor profesional, respectivamente, en el centro de día Argibide y en la sede central de Asafes, en Lakua.
El complejo conglomerado de recursos que gestiona la asociación, bien de forma directa o a través de convenios con el instituto foral de bienestar social (IFBS), comprende desde su veterano centro especial de empleo (RAEP), que desde Gamarra trata de dar una salida laboral a un colectivo con grandes dificultades de inserción, hasta distintos programas que van del ámbito psicoeducativo al de la habilitación psicosocial o al de la intervención sociocomunitaria. “La gran lucha de Asafes es la vida independiente de las personas con enfermedad mental”, sintetiza Ortiz de Urbina. Sin embargo, las plazas están completas de forma permanente en la mayoría de estos recursos, muchos de los cuales no tienen ni una década de vida, y las listas de espera están a la orden del día.
“La enfermedad mental es una de las últimas discapacidades que han salido del domicilio o del hospital”, contextualiza en este sentido Otero. “Y si la demanda ha ido aumentando así, la previsión es que siga creciendo”, advierte Ormaetxea. Pese a que la asociación también ha intentado extender su radio de acción a la zona rural, en la actualidad únicamente cuenta con una pequeña sucursal en Oion donde oferta diferentes talleres y con un equipo itinerante que atiende a familias de todo el territorio, salvo de Ayala, donde opera el también histórico colectivo Asasam. El año pasado dio servicio nada menos que a 229 familias distintas.
necesidades Entre las necesidades más apremiantes que ha detectado la junta de Asafes se encuentran, según Arroyo, un impulso mayor a la vida independiente de las personas afectadas, la ampliación del número de plazas del centro ocupacional que el centro gestiona en las huertas de Olarizu -en la actualidad con 10 plazas completas-, el incremento de las plazas del centro de día, que tiene 26 “pero no son suficientes por la fuerte demanda”, y una mayor atención y apoyo a las familias con menores, que “suelen venir desbordadas”. El colectivo también pide la creación de nuevas figuras jurídicas para apoyar a las personas afectadas en ámbitos como los del patrimonio o el testamento y una ampliación de los recursos en la zona rural, donde la dispersión de la población constituye un problema añadido. “Estamos muy agradecidos con el apoyo de la Diputación, pero si queremos dar respuesta a todo lo que tenemos y a los que viene necesitamos más”, apunta de nuevo Arroyo. Y eso, evidentemente, se traduce en dinero.
En la actualidad, Asafes tiene suscritos cuatro convenios con el IFBS por valor de 1,2 millones de euros, que sirven para la gestión de su centro de día, del servicio de empleo con apoyo y sus programas psicoeducativos y de autonomía. A esta fuente de financiación, que de largo es la más cuantiosa, se unen otros convenios con el Gobierno Vasco -valorados en 69.000 euros-, Lanbide -51.000- o el Ayuntamiento de Vitoria -26.000-, así como con otros colectivos como la fundación ONCE o la Fundación Vital, además de pequeñas financiaciones de Electra Vitoria, Laboral Kutxa, Mapfre o Caixa Bank y las cuotas de las personas socias, 540 en la actualidad, donaciones voluntarias y “unos pocos” recursos propios.
Contexto. La organización mundial de la salud (OMS) estima que para el año 2030 los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en todo el mundo, con un fuerte impacto sobre los jóvenes, un sector de la población donde su incidencia alcanza ya al 20%. Los cuadros de depresión, de ansiedad o los trastornos de conducta han ido desplazando a las antes mayoritarias psicosis.
Impacto. El número de personas que tocan las puertas de Asafes, que es el colectivo de referencia en el territorio, se ha multiplicado en los años recientes, los servicios y programas que ofrece no pueden absorber toda la demanda actual y, además, las necesidades de los asociados, que casi se han doblado en la última década, son “cambiantes”.
La integrante de la junta de Asafes sintetiza la misión del colectivo.