desde el año 2000, la ONG Kupu Kupu ha cambiado la vida de muchos balineses. Hombres y mujeres con nombre y apellido como Gusti Ngurah Wisnu, Nyoman Mujana o el artesano Made Jaya Muda, un joven de 37 años cuya vida ha dado un giro de 360 grados gracias a la labor realizada por esta ONG fundada por la vitoriana Begoña López y registrada en Gasteiz hace catorce años.

Begoña destaca la historia de Made porque representa casi todos los programas que llevan a cabo. Tal y como cuenta esta trabajadora social, “Made tiene polio y las piernas totalmente deformadas. Cuando le conocí se movía apoyando sus manos en el suelo para levantar su cuerpo, así que lo primero que le dimos fue una silla de ruedas. Posteriormente le construimos una rampa en su casa y también un baño”. Pero además, a lo largo de estos años, Made ha aprendido a leer, escribir y matemáticas, ha conseguido independencia económica y en el plano personal, ha encontrado el amor. “Conoció a Meni, su mujer actual, cuando trabajaba en la ONG y ahora tienen un niño. ¡Es el hombre más feliz del mundo!, relata Begoña.

Historias como la de Made dan significado a Kupu Kupu y, al mismo tiempo, son el motor de un proyecto cuya principal misión es mejorar la calidad de vida de niños y jóvenes con discapacidades físicas y psíquicas. Esto se traduce en diferentes programas que van desde la dotación de sillas de ruedas hasta la escolarización de niños con discapacidades pasando por la integración, socialización, abastecimiento de comida, construcción de wáteres y rampas, etc. Para ello, hoy en día cuentan con dos centros situados en sendos distritos de Bali y una tienda que ayuda económicamente a más de 30 personas que venden allí su artesanía.

el inicio Kupu Kupu es hoy una realidad. Sin embargo, esta aventura comandada por la vitoriana Begoña López empezó de la nada en el año 2000 gracias a una subvención del Ayuntamiento de Llodio. “Recuerdo lo duros que fueron los comienzos, sobre todo por la falta de recursos, sólo teníamos un ordenador portátil y un móvil que nos compraron unos británicos”. El gran cambio llegó con la apertura del primer centro en 2002, en Ubud. “Supuso todo para nosotros, tener un sitio donde reunirnos, recursos para ayudar, disponer de un espacio para que los chavales pudieran estudiar, formarse o dormir y además pudimos comprar un autobús para recoger a los chavales y traerlos a la escuela”. La tienda llegaría en el año 2004 y tras diez años, Begoña admite que “es una alegría porque funciona muy bien”. Puesta en marcha gracias a una subvención de la Diputación Foral de Álava, actualmente da trabajo a dos personas con discapacidad. Y es que, emplear a personas con discapacidad es una de sus prioridades.

En 2009, Kupu Kupu abre un segundo centro en Bangli, una zona mucho más pobre que Ubud. Esta apertura ayudó a Begoña a quitarse una espinita que tenía clavada desde que visitó Bali por primera vez. “Mi primer contacto con niños y jóvenes discapacitados fue en esta localidad, pero a la hora de abrir el primer centro optamos por un lugar más estratégico. Durante estos años no podía quitarme de la cabeza las necesidades de esos chavales y en cuanto tuvimos la oportunidad, decidimos ponerlo en marcha”, explica. Tanto el centro de Ubud como éste han sido subvencionados por el Ayuntamiento de Gasteiz.

Con esta infraestructura y un equipo formado por unas quince personas, así como una red de colaboradores y voluntarios (tres de ellos ubicados en Vitoria), esta ONG con sello alavés atiende cada día a personas de todas las edades y con discapacidades tan dispares como polio, parálisis cerebral, autismo, síndrome de Down, distrofia muscular, discapacidades mentales? Su trabajo se desarrolla tanto dentro como fuera del centro: “Ayudamos también a personas que no vienen a la escuela. Es el caso de aquellos jóvenes que nos dan su artesanía para venderla en la tienda o de aquellos que no pueden moverse, entonces nos trasladamos hasta sus casas para llevarles comida”, añade.

El balance de todos estos años no puede ser más que positivo. Y es que, “a pesar de lo duro que ha sido y sigue siendo, ver las sonrisas en los chavales es lo más bonito”, confiesa su promotora y alma máter.

Su reto de cara al futuro está claro: seguir manteniendo todos los proyectos que tienen, “que no es nada fácil”, mantiene Begoña. Así, catorce años después de su fundación, esta trabajadora social asegura que no podían haber elegido un nombre más apropiado. Kupu Kupu significa mariposa en indonesio, lo que refleja a la perfección la bonita transformación que protagonizan sus chavales: “Kupu Kupu nace para hacer volar en el sentido más amplio de la palabra a todos aquellos jóvenes y niños que han nacido con una discapacidad y ayudarles a que vuelen física y emocionalmente hasta convertirse en personas libres e independientes”, concluye la vitoriana.