Nuestras mujeres pioneras
Miles de féminas se atrevieron a romper los corsés de la historia, marcando la diferencia en un mundo de hombres y sembrando el camino hacia la igualdad, ésa que se sigue pidiendo cada 8 de marzo. Algunas de ellas forman parte de la crónica alavesa.
La historia de la humanidad la construyeron los hombres y la transformaron ellas. Mujeres que desafiaron prejuicios y aflojaron nudos, que vencieron el techo de cristal cuando pocos creían en el mal llamado sexo débil, destacando en ámbitos tradicionalmente masculinos y contribuyendo al avance de los derechos femeninos. Algunas se impusieron. Otras pagaron cara su osadía. Y entre todas esas pioneras, recordadas para siempre en documentos, libros y archivos, las hay muy nuestras. A dos días de la celebración de esa jornada que evidencia los logros cosechados pero también todo el trabajo que queda por hacer para conseguir una igualdad efectiva, este diario repasa las vidas de cuatro iconos en la crónica alavesa de los tres últimos siglos. Son Martina Ibaibarriaga, María de Maeztu, Ernestina de Champourcin y Micaela Portilla. Coronela, pedagoga, escritora e historiadora. Únicas, célebres y ejemplares.
(1788-1849)
Mucho de lo que se sabe de Martina Ibaibarriaga es gracias a y por culpa de un nieto suyo, Ricardo Blanco. El chico escribió un relato terriblemente novelesco sobre su abuela, publicado el 7 de mayo de 1883 en un suplemento. Para entonces, aquella mujer de armas tomar, literalmente, llevaba ya más de tres décadas fallecida. Y se hizo la leyenda. No obstante, hay partes de su vida que se han comprobado reales. Episodios que dibujan a una señora capaz de desafiar a ejércitos enteros cuando la espada era cosa de ellos, tan hábil en la guerrilla que acabó siendo teniente coronel.
Martina no fue alavesa, ni siquiera de adopción, pero su intervención en la Batalla de Vitoria fue lo suficientemente transcendental como para colarse en su historia y en el callejero gasteiztarra. Nacida en la localidad vizcaína de Bérriz el 26 de enero de 1788, al poco tiempo su familia se trasladó a Bilbao, donde regentó una farmacia dentro del Casco Viejo. El 16 de agosto de 1808 los franceses entraron en la botica y asesinaron al padre y al hermano de la joven. Es muy probable que este suceso fuera un embellecimiento posterior de la historia real, pero al poco tiempo ella se unió a las guerrillas. Y nunca ocultó su verdadero sexo, pese a la leyenda, aunque sí vistiera ropas masculinas.
En 1811, ya estaba al mando de su propia partida, que sembró la discordia por saquear raciones y suministros por la fuerza. Todos fueron fusilados, a excepción de Ibaibarriaga. Salvada por su condición femenina, pasó a formar parte de la División de Iberia. Fue con esta facción con la que participó en la Batalla de Vitoria, el 21 de junio de 1813. Para entonces ya estaba casada con un teniente burgalés, al que había salvado la vida en un combate. Al terminar la guerra, se retiraron a Oña. Falleció con 71 años.
(1881-1948)
A finales del siglo XIX, el acceso de las mujeres a la enseñanza universitaria estaba reservado a unas pocas valientes, capaces de adentrarse en aulas atestadas de hombres vestidas con ropas masculinas. En ese escenario irrumpió María de Maeztu Whitney. La pionera de la pedagogía moderna y de la liberación de la mujer en España nació en Vitoria el 18 de julio de 1881, de padre navarro-cubano y madre inglesa, la cuarta de cinco hermanos. Su progenitor falleció cuando ella tenía trece años, dejando a la familia en la ruina económica. La madre decidió marchar a Bilbao y montar una residencia para chicas. Mientras tanto, María se licenció en Magisterio y Derecho, con maestros como Unamuno y Ortega y Gasset. En 1902, con el título ya, comenzó a ejercer en una escuela pública bilbaína. Y la revolucionó, renovando los métodos memorísticos, dando clases al aire libre, creando colonias de verano y apostando por una educación laica.
"Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro". Fue uno de los más destacados principios pedagógicos de María, que con veintitantos años viajaba ya por medio mundo impartiendo sus doctrinas y aprendiendo de otras experiencias. En 1915 fundó en Madrid la Residencia Internacional de Señoritas para formar jóvenes universitarias. "Soy feminista, me avergonzaría no serlo, porque creo que la mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar como persona, en la obra total de la cultura humana", señaló una vez. En 1918, creó el Instituto Escuela de Segunda Enseñanza. Más tarde, el Lyceum Club Femenino. Y en 1937, marchó a Buenos Aires, donde se quedó hasta su fallecimiento.
(1905-1999)
La vida de Ernestina de Champourcin, discípula de Juan Ramón Jiménez, fue un compendio de las contradicciones, ideologías, grandezas y tragedias del siglo XX. Nacida en Vitoria el 10 de julio de 1905, alrededor de los diez años se trasladó con su familia a Madrid. Su deseo de estudiar en la universidad se vio truncado por el oposición de su padre, un abogado de ideas monárquicas. Pero el talento pudo mucho más que los obstáculos. Su creatividad, su conocimiento del francés y del inglés y su amor a la lectura le permitieron descubrir a los más grandes de la literatura desde muy pequeña y le incitaron a construir versos.
Fue poeta, "no poetisa", inicialmente republicana y de izquierdas. Al que fue su esposo lo conoció en 1930 en el Café Regina, al que eran asiduos escritores como Valle-Inclán. Para ese momento ya se había ganado el aplauso de la crítica, pero entonces llegó el exilio en México y su incorporación al Opus Dei, fruto de una crisis espiritual. Por desgracia, eligió un mal momento mediático para regresar a España y no fue hasta sus últimos años de vida, antes de morir en 1999, cuando llegaron las gratitudes. Entre ellas, la candidatura al Príncipe de Asturias de las Letras.Micaela Portilla
(1922-2005)
Ni siquiera la vejez debilitó la excelente memoria de Micaela Portilla. Una capacidad que siempre le ayudó en su apasionada labor investigadora. Fallecida en 2005, con 83 lúcidos años, ella fue y seguramente seguirá siendo por mucho tiempo la historiadora y antropóloga por excelencia de Álava, tan prolífica que sería imposible resumir en una página su obra. Y eso que, a lo largo de gran parte de su vida, compaginó esa vocación con la pedagógica. Era incansable.
Micaela nació en Vitoria en julio de 1922. Muy joven, comenzó a ejercer como profesora de Primera Enseñanza, inicialmente en Aramaio y Agurain y después en Gasteiz. Al poco, amplió sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid, en la especialidad de Geografía e Historia Su tesina fue Torres de Mendoza, Guevaras y Ayalas de Álava. El punto de partida, y muy elocuente, de las que serían sus posteriores investigaciones. Abierta siempre a ayudar, ejemplar en su labor de tía soltera, obtuvo importantes reconocimientos. En 2007, ya fallecida, se celebró un congreso en homenaje a ella.