la emigración de jóvenes alaveses al extranjero se ha convertido en un fenómeno cada vez más frecuente. No existen datos fiables al respecto porque las distintas estadísticas arrojan cifras contradictorias, pero todas coinciden en que se trata de una salida en masa. Un éxodo provocado, en gran medida, por la falta de oportunidades laborales que ha propiciado la crisis económica y que se concentra en la Unión Europea (UE), aunque también en otros puntos del planeta como Estados Unidos, Latinoamérica, Asia o, incluso, Australia. Cualquier destino es bueno si se aspira a conseguir la ansiada independencia, si hay una buena oportunidad para seguir formándose o, en algunos casos, encontrar una oportunidad laboral imposible en casa. Aunque no siempre sea oro todo lo que reluce una vez traspasadas nuestras fronteras.
DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha reunido a cuatro jóvenes que un buen día decidieron hacer las maletas para huir de esa falta de oportunidades y que ya atesoran en ellas una experiencia imposible de olvidar, aunque no exenta de dificultades. Ya lo advirtió recientemente el Consejo vasco de la Juventud (EGK), que ha elaborado un demoledor informe sobre las dificultades y la pérdida de derechos que los jóvenes que se marchan al extranjero sufren tanto en los países de destino como en el origen. Un "lado oscuro" de la inmigración juvenil que en ocasiones traslada la precariedad al país de destino, que hace perder en casa los derechos en materia de acceso a prestaciones públicas o VPO y que propicia problemas legales y burocráticos, así como consecuencias sociales a nivel familiar y afectivo. "La inmigración no es una solución mágica y feliz a los serios problemas laborales que sufrimos aquí", insistió uno de los portavoces de este colectivo.
Para el gasteiztarra Iván González salir al extranjero, concretamente a la ciudad de Bristol, ha sido una gran experiencia personal, que le ha servido para lograr un dominio del inglés imprescindible para su profesión de economista. Finalizados sus estudios, González apenas pudo encadenar varios trabajos en prácticas, un oscuro panorama que le empujo a esta atractiva localidad británica. Allí trabajó de recoge vasos en una discoteca y en un supermercado mientras mejoraba el idioma, una aventura durante la que tuvo ocasión de convivir y conocer a personas de medio mundo.
Tras un año de periplo y un esfuerzo económico "importante" decidió volver, cuando comenzó a echar en falta todo lo que había dejado atrás. "Las cosas más pequeñas son las que más acabas echando de menos. Eso de lo que nos solemos quejar normalmente, de la rutina, de estar con los amigos más cercanos o de tomar una cerveza en el bar de abajo", describe. González ha vuelto a casa de sus padres y sigue formándose y actualizando conocimientos para entrar en un mercado laboral tan saturado como cuando emigró. Viendo la situación, este joven no descarta "coger los bártulos y marchar en cualquier momento".
También a Inglaterra decidió emigrar un buen día otra gasteiztarra, la ingeniera química Muskilda Pascualena, aunque su historia personal le lleva a considerarse una "privilegiada" en comparación con otros tantos jóvenes que deciden hacer las maletas.
Tras encadenar varias becas y prácticas, una de ellas en un potente instituto de investigación en Berlín, a Pascualena le surgió la oportunidad de trasladarse a trabajar a Reading, una ciudad próxima a Londres, donde un amigo le invitó a solicitar una plaza que había quedado vacante en una empresa de software de simulación de procesos químicos. "Me sorprendió la facilidad con la que conseguí el trabajo teniendo en cuenta el tiempo que llevaba buscándolo en casa. Cuando no te sale nada, la confianza en una misma hay veces que puede flaquear", reconoce sin rubor.
Experiencia positiva Su experiencia allí está siendo "positiva", ya suma dos años, y animaría a otros jóvenes a emigrar, aunque Pascualena lamenta que el éxodo tenga que ser casi siempre forzado y no deseado. "No hay nada malo en irse, pero el hecho de que tantos jóvenes decidan probar suerte fuera porque no hay oportunidades aquí no debería ser motivo de gozo, sino de reflexión sobre cómo actuar para evitarlo", reflexiona. El presente de esta joven se encuentra en las islas, no descarta otro destino en un futuro, aunque no esconde que le "encantaría" volver a Gasteiz.
Una reflexión compartida por la también ingeniera vitoriana Leire Segura, que actualmente trabaja en Madrid tras un periplo de tres años en la ciudad francesa de Toulouse, primero como estudiante y, después, trabajando en el campo de la investigación. La misma empresa en la que desarrolló su labor en Francia le propuso un puesto similar en la capital española y allí se encuentra, con la ilusión de regresar algún día a casa, desde septiembre de 2011.
Experiencia enriquecedora Al igual que el resto, la experiencia para Segura ha sido "enriquecedora", aunque también plagada de obstáculos en muchos momentos. Sobre todo por las trabas burocráticas o por lo que supone, ya mirando a la capital gasteiztarra, borrarse del Padrón municipal y darse de alta en la embajada correspondiente. A pesar de todo lo bueno que ha vivido, Segura cree que animar a los jóvenes a salir al extranjero encierra complicaciones. "Europa tiene unos mercados laborales bastante saturados, así que hay que ir con el idioma bien aprendido porque ya no vale el nivel medio y buscar un valor añadido, algo que marque la diferencia". Y advierte, además, a quienes salen esperanzados de que será una etapa transitoria con viaje de vuelta. "El que se vaya al extranjero debe saber que quizá ya no pueda volver. Y que si lo hace, es posible que tenga que aceptar un trabajo que antes de irse no quería", describe.
El también gasteiztarra Mikel Gómez, licenciado en Ciencias Políticas y máster en Marketing y Comunicación política y electoral, tuvo los dos pies en México Distrito Federal (DF) tras finalizar su especialización en Barcelona, aunque finalmente la oportunidad laboral que le había surgido allí se cayó. Había decidido dejar atrás a familia y amigos incluso para cruzar el charco, con todo lo que ello conlleva, un panorama al que se han enfrentado no pocos jóvenes alaveses desde que estalló la crisis.
En la actualidad, Gómez se encuentra decidido a emprender poniendo en marcha una empresa de asesoramiento en gestión de redes sociales tanto para políticos como para empresas, aunque lamenta que la Administración sólo apoye "de boquilla" ese concepto tan en boga como el emprendizaje. "Las instituciones nos tienen abandonados. Hay una falta total de apoyo, confianza y oportunidades para los jóvenes", denuncia Gómez, que no ha podido salir todavía de casa de sus padres ante la imposibilidad de independizarse, exceptuando ese periplo en la capital catalana.