Cuatro torres de pisos delimitan por las esquinas la plaza San Martín de Abendaño, un rectángulo cuyo interior acogió durante los primeros años, juegos y andanzas de Rocio Vitero.

Los progenitores de la candidata a la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz por EH Bildu llegaron a la capital alavesa procedentes de dos pequeños pueblos al norte de Zamora y residían en uno de esos bloques en los que su hija y su hermana pequeña forjaron unas primeras amistades que hoy se mantienen con el grupito de vecinas que ahora conforman la cuadrilla de amigas. Todas ellas del mismo portal y que corrían escaleras abajo para adentrarse en su particular patio de recreo, donde pasaban horas de juegos, sueños y confidencias de infancia y adolescencia.

VIDEO: El recorrido vital de Rocio Vitero en Vitoria-Gasteiz

VIDEO: El recorrido vital de Rocio Vitero en Vitoria-Gasteiz Aitor Álvarez

La historia de la familia de Rocio Vitero es la de tantas otras que encontraron en Vitoria, durante la industrialización, un futuro mejor que el que les prometían sus tierras de origen. “Mis padres son de dos pueblos muy pequeños y cercanos de Zamora, de esos por los que pasa el panadero pitando por la puerta y sales en pijama. Están muy cerca de Galicia, la cultura es muy parecida y mi padre y mi hermana incluso tocan la gaita. Mi madre vino con 14 años a cuidar a los hijos del jefe de la BH y luego vino mi padre a trabajar a la fábrica, después mis tíos y al final mis abuelos”.

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En imágenes: El recorrido vital de Rocio Vítero en Vitoria-Gasteiz Alex Larretxi

Rocio ya nació en el hospital de Txagorritxu y toda su vida, hasta que se independizó, transcurrió ligada al mismo barrio. Y aún hoy regresa semanalmente para visitar la casa familiar y hacer compras en las tiendas del barrio de toda la vida. “Suelo venir los viernes a comer y aprovecho para hacer la compra”.

Le apasiona la paella de su madre y la tortilla de patatas de su padre, rememora con especial aversión los días en los que “tocaba hígado o sesos porque había que comerlos” y desvela que, “aunque quede fatal” las alubias no le gustan y en alguna festividad de Olarizu se ha declarado vegetariana para evitar el plato. “Los fines de semana me encanta comprar el pan en el Horno Merino, que además hace unas pastas rellenas de chocolate y con almendras por encima que están buenísimas. Y elaboran unos roscones de Reyes... Cuando quedamos las amigas, vamos al bar Josemi o al Iokine, que son de toda la vida”.

La plaza como referencia

Amistades que se mantienen con el correr del tiempo y que se forjaron en un portal en el que “curiosamente muchas éramos nacidas en 1980”. “Veníamos del colegio, nos comíamos el bocata, hacíamos los deberes porque si no nos dejaban salir y bajábamos a la plaza. Y ahí nos pasábamos las tardes o los días enteros cuando era verano. Hasta que mi aita silbaba: lo hacía de una manera muy especial y cuando le oíamos todos sabíamos que era la hora de subirnos a casa”.

En imágenes: El recorrido vital de Rocío Vítero en Vitoria-Gasteiz ALEX LARRETXI

La plaza, ahora con columpios atestados de niños, era antes un espacio abierto en la que cualquier elemento servía para divertirse. “En estas dos farolas –las señala, pues siguen en el mismo sitio– jugábamos a torre; jugaban con nosotras los mayores, que eran casi todo chicos, y salíamos perdiendo casi siempre”, detalla al tiempo que recuerda que el otro juego de referencia era “balón quemado, que jugábamos a lo bruto a darnos pelotazos”.

Cuando, un poco más mayores y con algo de dinero en sus bolsillos, sus excursiones les llevaban hacia San Martín, pasaban el tiempo en el skate park, compraban chucherías en Gamusi –“las bolas crujientes cubiertas de chocolate blanco o negro estaban buenísimas”– o echaban “las monedas grandes de 25 pesetas al Super Pang en los recreativos”.

Y, los fines de semana, tocaba ir con los abuelos al parque de Arriaga o un paseo con sus padres al centro. “Dato arriba y Dato abajo, pero lo que me hacía especial ilusión era un caballito gris en la calle Prado. Solo subía y bajaba, pero menudos burros me cogía cuando no me dejaban montarme”.

Cuando creció, llegaron también las salidas nocturnas. “Las primeras fueron en el pueblo, que te pasabas allí los tres meses de verano y volvías llena de heridas y raspones; aquí, a las fiestas de San Martín en la zona de los pintores; y luego a Pinto y Zapa, que teníamos que llegar a casa antes de que empezase Informe Semanal”.

Cuando llegaba el calor, la plaza debajo de casa se cambiaba por Mendizorroza, allí jugaban a voleibol y les gustaba irse al Monte del Pico, aunque, tras una sonrisa pícara, esconde a qué se dedicaban en ese espacio bastante resguardado de ojos curiosos. 

En imágenes: El recorrido vital de Rocío Vítero en Vitoria-Gasteiz ALEX LARRETXI

Una “empollona”

Aunque recuerda haber pasado muchas horas jugando, en el colegio también daba el callo. “Mi padre siempre insistía en que teníamos que estudiar para ser autosuficientes. Era empollona, aunque siempre estaba sentada en la parte de atrás; si había algún lío, podía estar cerca”. Si para encontrarse con la cuadrilla solo tenía que bajar las escaleras, para ir a clase apenas tenía que cruzar la calle Chile –“mi madre nos vigilaba desde la ventana”– para plantarse en Miguel de Unamuno, donde realizó todos sus estudios pues en su época no era solo instituto como ahora.

“Nunca he sido de las que se aprendían las cosas de memoria, era de entender todo para poder aprender; me gustaban las Matemáticas por la lógica y la Física me costaba”.

Cuando acababa el colegio, jugaba a baloncesto, iba a Dini a inglés o a clases de dibujo. “Me encantaba dibujar y me sigue gustando porque supone estar concentrado y a tu aire. Mis padres tenían la típica mesa camilla redonda, levantaba el cristal y pintaba ahí. El día que lo descubrió mi madre la bronca fue...”.

En imágenes: El recorrido vital de Rocío Vítero en Vitoria-Gasteiz ALEX LARRETXI

Una vez acabado COU, consiguió plaza para estudiar Psicología, pero tenía que irse a Donostia y, por la situación familiar, optó por continuar sus estudios en Vitoria; se decantó por Trabajo Social, ya que acumulaba muchas horas de experiencia en el voluntariado, echando una mano en Cruz Roja. “En la BH estaban con huelgas, la cosa estaba un poco así en casa y si me quedaba aquí era más fácil trabajar los fines de semana. Siempre dije que iba a estudiar Psicología y una de mis metas es volver a la universidad”. El sueño que todavía le queda por cumplir.