- Quizá piensen que el titular que encabeza estas líneas es una faltada, pero les juro que atiende a la literalidad de los hechos. Sin ningún rubor, medios oficiales y oficiosos del Reino Unido nos cuentan que el Gobierno británico (o lo que queda de él) ha lanzado una operación llamada Salvar al gran perro que tiene como objetivo, tal y como refleja el enunciado, evitar la dimisión del primer ministro, Boris Johnson, ahora mismo contra las cuerdas por el escándalo de las fiestas salvajes en su residencia en el legendario número 10 de Downing Street en Londres. ¿Y en qué creen que consistirá el plan? Pues eso también nos lo dicen con una jeta del tamaño de la catedral de Westminster. Se recurrirá al clásico del chivo expiatorio. Es decir, se echarán las culpas a los asesores más cercanos del patán, empezando por su secretario personal, un tal Martin Reynolds, al que le ha caído como alias el de Marty Party, guiño, guiño, codazo, codazo.

- Si algo tan pedestre acaba colando y, efectivamente, el gran perro se salva, será porque los súbditos de Su Graciosa Majestad se lo merecen. Desde luego, quien ha diseñado la triquiñuela los tiene por seres fáciles de engañar. Y de comprar también, pues el dispositivo contempla una segunda operación, bautizada como Carne roja (ni idea del porqué de semejante denominación) que contempla una batería de medidas populistas. Así, a partir del 26 de enero se levantarán las restricciones más duras para frenar el covid, se reforzará la vigilancia militar del Canal de la Mancha para evitar la entrada de inmigrantes y se perdonará a los británicos la tasa para financiar la BBC. Claro que la disposición más descacharrante será la prohibición del consumo de alcohol en Downing Street. Toma ya.

- Resumiendo, que todavía nos quedan unos más que divertidos episodios de este psicodrama que parece calcado de una serie de Netflix. Al margen de cómo termine, no deja de ser ilustrativo que lo que tiene contra las cuerdas a Johnson sean un puñado de chuflas celebradas cuando a sus administrados se les pedían sacrificios. No digo que el ejercicio de hipocresía e insolidaridad no sea algo censurable, pero sí que no es lo más dañino que ha hecho el primer ministro desde que está en el poder. Su bravucona gestión del Brexit se ha traducido en penurias sin fin para los ciudadanos de las islas. Eso, por no citar su criminal inacción al principio de la pandemia, que provocó miles de muertes. Pero parece que lo más grave es lo de las fiestas. Curioso.