Lleva una vida itinerante. Ahora vuelve a estar en casa.

—¡Como en casa, en ningún sitio! Aunque salir siempre viene bien para oxigenarse, aprender otras formas de hacer, conocer gente...

¿Por qué no siguió en Telemadrid cuando el programa parecía ir muy bien?

—Tras el programa La Redacción, me ofrecieron quedarme en una televisión nacional. Al mismo tiempo, la anterior directiva de Telemadrid me ofreció presentar Madrid Directo, un emblema de la cadena al que querían dar un aire más fresco. Lo pensé mucho y decidí quedarme en la pública. El nuevo gobierno de la Comunidad de Madrid cambió la ley de Telemadrid y designó una nueva directiva. Entre sus primeras decisiones estuvo la de sustituir a todos los presentadores que había anteriormente, en informativos y en varios programas.

¿Qué le ha enseñado ese último episodio?

—Las decisiones que se toman en base a criterios que nada tienen que ver con la profesionalidad no siempre son las más acertadas. Y eso vale para la tele y para todo en general.

Otras veces, los finales las marca la audiencia. Es una ley que todos los que trabajan en la tele tiene clara.

—Clara y asumida. Apena, pero no sorprende cuando eso ocurre. Pero sí cuando, sin datos objetivos, se quitan ciertos programas o profesionales que aportan a la cadena, que son marca de la casa.

¿Qué siente cuando ha hecho un buen programa y los números no acompañan?

—Mucha frustración. Es injusto, pero son las reglas de la tele.

¿Hay que hacer concesiones a contenidos de menor nivel pero que funcionan en el audímetro?

—Ciertas concesiones sí, pero no todo vale. Sobre todo en las televisiones públicas.

¿Esperaba que los debates de contenido político se convirtieran en reclamo de audiencia?

—Fue una sorpresa para todos. Quién podía imaginar que un sábado noche triunfaría un debate sobre política. Ahora la audiencia pide estos contenidos, no hay más que ver los datazos que hace Xabier Lapitz en las mañanas de ETB2.

¿Es compatible el entretenimiento con el rigor en este tipo de programas?

—Lo es. La política espectáculo. Es muy importante cómo vendemos el mensaje, pero ante todo, ese mensaje ha de ser veraz, contrastado y explicado en su contexto.

¿Hay gran diferencia entre los medios públicos y los privados?

—Sí que la hay. Una televisión pública, además de ser sostenible, debe ofrecer al territorio en el que está implantada un servicio público que no siempre está alineado con los datos de audiencia. Aunque, no no nos engañemos, muchos espectadores afirman que no quieren ver ciertos contenidos en "su cadena pública", pero los devoran en las privadas que sí los ofrecen.

¿En qué formato se siente más cómoda frente a las cámaras?

—En el directo, en las tertulias de actualidad, en entrevistas... siempre con naturalidad. Quienes me paran por la calle me dicen que me sienten como si fuera de la familia. ¡Es el mejor halago!

¿Qué diferencia hay entre la Adela de cuando empezó y la actual?

—Que han pasado unos añitos... pero pocos (ja ja ja) y la experiencia te da muchas tablas y valentía.