- Desde hace unas semanas, hay un tembleque de rodillas en las sedes de PSOE, PP, Podemos y Vox. Con distinta intensidad, bien es cierto, porque el recién alumbrado proyecto de plataforma política de la llamada España Vaciada no les hace la misma pupa a todos. O no parece hacérsela, porque estamos todavía en el momento de calculadoras echando humo pero con muy poca base real. Hasta la fecha, todo son castillos en el aire y cuentos de la lechera sobre los escaños que las hipotéticas candidaturas podrían llegar a rascar. Las estimaciones más optimistas apuntan por encima de la veintena de asientos, prácticamente uno por cada una de las provincias que caben bajo la denominación que tanta fortuna ha hecho, aunque estemos hablando de realidades no necesariamente homologables. Dado que estamos hablando literalmente de un puñado de votos, los del último diputado de cada provincia ya de por sí con no mucha población, a la hora de la verdad, los prometedores pronósticos bien podrían quedarse en agua de borrajas.

- En todo caso, como apunto arriba, ocurra lo que ocurra en el momento de medirse en las urnas, el movimiento ya está lanzado y, además del miedo por sus consecuencias, hay bofetadas por granjearse sus simpatías. Los cuatro partidos mencionados se han puesto la escarapela de lo rural y prometen la luna para los territorios olvidados, como si especialmente los dos mayoritarios, PSOE y PP, no llevaran cuarenta y pico años contribuyendo al abandono que ahora se denuncia como si fuera una novedad. Si no resultara trágico, sería cómico el intento de contraprogramación de hace unas semanas, cuando los presidentes de Galicia, Aragón, Asturias, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Extremadura celebraron en Santiago de Compostela lo que pasó en algunos medios como cumbre de los marginados.

- Y esto solo acaba de empezar. De aquí a las próximas elecciones generales vamos a ver la evolución de un fenómeno que todavía resulta imprevisible. Por de pronto, se hace difícil encontrar un verdadero nexo de unión entre los diferentes núcleos locales, que incluso pueden presentar demandas que compitan entre sí. Y otro peligro estará, como siempre, en el paternalismo de los urbanitas que se han apuntado a la fiesta desde la barrera con su espíritu de eternos buscadores de buenos salvajes. Me encantará comprobar que se parte de diagnósticos realistas y se aportan propuestas que puedan llevarse de verdad a la práctica.