Diez años después de 'Ez naiz ni' nos va a llegar 'No soy yo'. No es solo una traducción, ¿verdad?

—No. Contiene una selección de nueve relatos de Ez naiz ni y cinco nuevos relatos escritos con posterioridad. Todos pertenecen a un mismo universo, el de mujeres que se encuentran en un momento crítico de sus vidas.

¿Cómo es encontrarse con los textos propios cuando ha pasado bastante tiempo?

—Te reconoces en algunas cosas y en otras menos. Con el tiempo, siempre escribirías las cosas de manera diferente.

¿Le da vértigo pensar que cada vez hay más lectoras y lectores esperando su trabajo?

—No pienso especialmente en eso cuando escribo. Creo que la mayor presión la ejerzo yo sobre mí misma.

¿Esperaba el éxito de 'Aitaren etxea'?

—Ha sido un libro que me ha costado mucho escribir, que me ha generado muchas dudas y dificultades durante el proceso. Por eso la alegría y la satisfacción por haber conectado con tanta gente ha sido doble.

En todo caso, no me pega que usted escriba buscando el éxito. ¿Qué busca?

—Creo que busco pensar con más precisión y entender mejor la complejidad del mundo que me rodea. Escribir es una manera de intentar dar forma a una vida que se nos presenta fragmentada, azarosa, a veces sin sentido. Es un intento de hilvanar todos esos elementos sueltos para comprender su significado. Escribimos porque queremos entender la vida. Para mi escribir es siempre un descubrimiento.

¿Va habiendo más de esos 'hombres nuevos' para los que escribió la novela?

—Hoy más que ayer, pero necesitamos todavía muchos más.

¿Por qué una historia da para un cuento y otra para una novela?

—Es una incógnita, como tantas que rodean el proceso de creación. Yo comienzo a escribir y digo: esto es una novela o esto es un cuento. Es parte del misterio.

Esto no se lo han preguntado nunca, seguro: ¿en qué genero se siente más a gusto?

—Antes siempre respondía que en el cuento. Ahora, tras haber escrito tres novelas, me empiezo a sentir más cómoda también ahí.

Y cada sábado en nuestros diarios, una columna. ¿qué es lo que más le cuesta de esos 2.000 caracteres?

—Intentar no quedarme en dar mi opinión sobre algo. Aportar algo en la forma o en el contenido que pueda suponer un disfrute para quien lo lee.

¿Se tiene que morder la lengua (o las teclas) cuando opina?

—Si no tuviéramos algún filtro la convivencia sería imposible. Creo que soy sincera, pero una cosa es ser sincera y otra practicar el sincericidio.

Quizá sea impresión mía, pero diría que en las redes sociales anda con mucho tiento...

—Creo que las redes no son un buen lugar para abordar discusiones complejas, ni para contestar a ataques escudados en el anonimato, ni para calentarse demasiado. Yo las utilizo para decir en lo que ando y para informarme sobre lo que hacen otras personas.

¿Qué ha leído últimamente que merezca la pena compartir con quienes estamos al otro lado?

—Estoy devorando ahora mismo lo último de Eider Rodríguez, Eraikun-tzarako materiala. No sé si somos conscientes de la suerte que tiene la literatura vasca de contar con una escritora de tanta calidad.