- "La última oportunidad para salvar el planeta", leo en varios titulares escandalosos, probablemente incluso de mi propia casa. Y me sonrío con resignado cinismo o sé si cínica resignación. Lo que ahora se dice de la cumbre del Clima de Glasgow es lo que venimos escuchando desde el primer gran sarao de este pelo. Cualquiera con memoria y con las suficientes renovaciones del carné recuerda cómo en 1992 nos prometieron en Río de Janeiro que el frotar se iba a acabar porque ya habíamos llegado a las últimas de las últimas. Y no digo que fuera mentira. Solo que el mensaje se ha ido repitiendo de cumbre en cumbre sin que en lo básico se haya visto reflejado en auténticos hechos contantes y sonantes. Manda muchos bemoles que la gran acción a escala global haya sido el mercadeo de las emisiones de CO2, de modo que los contaminadores contumaces externalizan su cuota de mierda destructiva a los países que necesitan pasta. Eso, después de haber deslocalizado las industrias más sucias en los mismos parajes, a los que también se envían los residuos intratables.

- Por lo demás, no quiere uno pasarse de demagógico, pero pocas lecciones de sostenibilidad pueden dar tipos que se mueven con o sin motivo en aviones privados y arrastran caravanas de vaya usted a saber cuántos coches en sus desplazamientos. Sus huellas ecológicas son de dinosaurio, pero aún tienen el rostro de señalarnos a las hormiguitas por no llegar bañados en sudor al curro después de jugarnos la vida en una bicicleta o por aquella peladura de patata que echamos por error al contenedor gris y no al marrón. Eso, sin mencionar el negocio multimillonario de la industria autotitulada verde o de esas consultorías que cobran un congo por informes que podría hacer cualquier escolar o que se montan congresos del recopón y pico, con alojamiento en cinco estrellas y si se tercia, escorts incluidas en la dieta.

- No me olvido de la contraparte de estos vividores de la catástrofe. También abundan los que claman por las energías limpias y se ponen en primera línea de pancarta cuando les anuncian un parque eólico, una instalación solar o la colocación de un ingenio para sacar electricidad del mar. En resumen, demasiado blablablá, y muy poca disposición para ponerse manos a la obra. Hace tiempo que esto no va de afirmacionistas del calentamiento global contra negacionistas. Salvo cuatro memos, todos sabemos que vamos de cabeza al precipicio. Y solo se nos ocurre hacer una cumbre tras otra.