- Con traje, sin la gorra, ni las gafas oscuras, ni el portafolio tapándole la jeta, además de quedar certificada una calvicie de la que claramente se avergüenza, el comisario jubilado Villarejo no va más allá de un vendedor de la planta de oportunidades de unos grandes almacenes. Quizá, miren la fotografía que ilustra estas líneas, el empleado de una funeraria que sube raudo las escaleras al domicilio en que se ha producido un óbito. Bien es cierto que en el caso que nos ocupa, ese domicilio al que se dirige es la residencia de la soberanía popular y prefiero no señalar quién o qué ejercía de muerto. Me limito a apuntar que la instantánea se tomó anteayer y que el tipo se tiró casi tres horas troleando a los miembros de la comisión parlamentaria que, en general, se sentían los más implacables de los interrogadores.

- Como bien apuntaba uno de esos aguerridos interpeladores (Jon Iñarritu, diputado de EH Bildu), todo lo que salió del mal remedo de tercer grado al viejo truhán fue un titular sobre la chusca operación de los Anacletos patrios para atemperarle la cachondez al campechano eternamente salido. “Villarejo asegura que el CNI inyectó hormonas al rey emérito para rebajar su libido”, corrimos a titular casi todos, bien conscientes de que una pieza así nos iba a dar mejor rendimiento de páginas vistas que otras presuntas revelaciones de más sustancia. Por ejemplo, que los grupos parapoliciales -lean GAL, BVE y otros sin bautizar- hicieron desaparecer a unos cuantos elementos subversivos. “Hubo dos o tres que se perdieron por ahí. Me hubiera gustado, pero no participé. Con la madre y la patria, con razón o sin ella. Mis compañeros lo hicieron muy bien”, galleó el fulano.

- Sostiene un colega de la prensa progresí ortodoxa y fetén que el ínclito señor de las cloacas hispanistanís “nos tira unos cacahuetes y todos nos apresuramos a cogerlos”. Es una regañina de lo más procedente, a la que yo añadiría aquello de la Biblia: que tire la primera piedra el que esté libre de pecado. Y empezaríamos el examen de conciencia por la izquierda verdadera, que cuando le ha convenido ha tomado como certeza irrebatible cada mondongo que ha evacuado el individuo sobre los trapicheos del mentado emérito o los mangoneos del Partido Popular. Luego, si el marrón apuntaba a su parcela -los líos inguinales y de otro tipo de cierto exvicepresidente, por ejemplo-, se trataba de infundios infectos de un forajido. Va siendo hora de decidir si siempre nos sirve mercancía averiada o gloria pura.