- Cuentan las crónicas victoriosas que la quinta ola está a punto de caramelo. Igual en la demarcación autonómica que en la foral o en el conjunto del Estado se anuncia con entusiasmo la relajación de las medidas. Vuelve a no ser necesario el toque de queda a discreción de sus caprichosas señorías y se puede abrir la mano otra vez en los aforos. No diré que no sean noticias dignas de celebración, pero quizá merecería la pena echar la vista atrás y recordar cómo hemos llegado a este nuevo alivio. Y a poco sinceros que seamos, podremos concluir que la curva no se ha doblegado ni por las disposiciones de las autoridades —precarias por culpa de una Justicia que vive tres palmos por encima del suelo que pisamos los demás— ni por el comportamiento de la mayoría de la sociedad. Tendrán los epidemiólogos la última palabra, pero más que en ninguna de las otras cuatro acometidas, en este viaje parece que el virus se ha montado el ascenso y el descenso a su antojo.

- Cabrá señalar como paliativo que pese a la barbaridad de contagios que se han producido en los últimos dos meses y medio, las muertes proporcionales han sido notablemente menores que en las olas precedentes. Será, en todo caso, un pobre consuelo o directamente una patética trampa en el solitario. Si somos capaces de retroceder a finales de la primavera, cuando la vacunación había tomado velocidad de crucero, recordaremos que nos las prometíamos mucho más felices de lo que la realidad nos ha estampado en el morro. Hasta los científicos más cautelosos daban por hecho, por ejemplo, que los casos de contagios en las residencias -reducidos a cero entonces, ojo- serían extraordinariamente excepcionales y los fallecimientos, residuales. Por desgracia, hemos comprobado que no ha sido así.

- Es obvio que de no ser por la amplia difusión de la vacunación, ahora mismo estaríamos hablando de una catástrofe inenarrable. Sin embargo, en este terreno también nos hemos llevado un inmenso chasco: la inmunidad de grupo, si es que tal cosa existe de verdad, está bastante más allá de los porcentajes que nos habían asegurado con música de fanfarria. Eso, por no mencionar que ni por el forro se contemplaba la necesidad de una tercera dosis, algo de lo que se habla con total naturalidad. Palabra que está muy lejos de mis intenciones resultar el cenizo de siempre ahora que parece que vuelve a escampar. Anoto todo esto por si resultara que hay una sexta ola al acecho y que los errores recientes no sirvieran por fin de aprendizaje.