GASTEIZ - Jordi Cruz sabe lo que es el éxito en la cocina, también la polémica. Las estrellas Michelin no le son desconocidas y recientemente ha participado en un evento gastronómico en el Azkuna Zentroa donde ha habido un maridaje de pintxo con una conocida marca de cerveza.
Eventos, viajes, televisión y cocina. ¿Tienen ustedes tiempo para estar en los fogones de sus restaurantes?
-Intentamos orginizarnos lo mejor posible. En mi caso, siempre con la premisa de que el restaurante es lo primero y la razón de ser. El restaurante es el lugar donde no podemos fallar. Intentamos que no nos saquen mucho, pero también aprovechamos estos eventos o salir en televisión.
¿Qué significa la televisión para usted?
-Una oportunidad. Hemos podido sacarle partido porque tenemos la oportunidad de hablar de cocina. Hay que tener en cuenta que en los restaurante son cincuenta persona y en la tele son cuatro millones de personas cada semana.
Parece usted cómodo ante las cámaras, como si lo hubiera hecho toda la vida.
-Para nada. Soy una persona muy tímida, aunque es cierto que mis amigos puedo tener un punto gracioso. En el trabajo, es lo que represento en MasterChef, sí que intento ser muy tiquismiquis, muy serio y muy disciplinado y mi papel no es otro que el del cocinero que se lo toma todo muy en serio.
Sus compañeros de jurado da una sensación más distendida.
-Pepe (Rodríguez) muestra su acidez y su buen criterio; Samantha (Vallejo-Nájera) es igual y yo el tiquismiquis que le busca pegas a todo.
¿El más borde?
-Ja, ja, ja... Dejémoslo en tiquismiquis, que no malo. Soy él que quiere que los concursantes lo hagan mejor, el que tiene la vara de medir con las medidas puestas muy altas. ¿Crees que soy borde?
Eso lo tienen que decir los concursantes, ¿o no?
-Es que me indigno cuando veo a una persona que lo sabe y lo puede hacer mejor y que veo que no me lo da todo. Le digo la verdad pero no falto al respeto. Digo que es un plato fallido mirando al que está enfrente a los ojos, lo digo y puede resultar muy duro, pero mi intención nunca es ser machaca ni borde cuando digo que algo está mal hecho. Ese es mi papel.
Casi ningún concursante vasco llega a la final y muy pocos a los concursos.
-Eso habría que analizarlo. Pero quizá es tan sencillo como que se presente más gente. Todos tenemos claro que es zona de gran gastronomía, de grandes cocineros, de grandes restaurantes y debería haber más gente. Hace poco, tuvimos a una señora, Edurne, que fue lo más grande que hemos visto; tenía una fuerza y una energía arrolladora.
‘MasterChef junior’, ¿cómo ve a los niños en la cocina?
-Esto es opinión mía personal. El niño es alguien a quien sobreprotegemos demasiado. Pero el niño tiene una magia, una energía y una capacidad de improvisación inmensa.
Así que le parece bien que dejemos a los niños entre fogones.
-Un niño, siempre que estemos a su lado, que le vigilemos, tiene que tener la libertad de aprender, ver las cosas con sus ojos limpios y les tenemos que enseñar a cocinar. Cocinar es algo, que aunque no lo haga de forma profesional, lo tiene que hacer toda su vida para cuidarse, mimarse y alimentarse. Yo con los niños me vuelvo loco porque siempre me sorprenden.
¿Más que los adultos?
-Por supuesto. Les veo con una capacidad de sorprender, de ser amigos, de forma piña, de llorar porque un amiguito se le va... Un niño te da tanto, te regala tanto.
Esta pregunta puede no contestarla, pero es obligada. ¿Se ha acabado la polémica sobre lo que cobran o no cobran los cocineros que hacen prácticas en los restaurantes de alto nivel?
-Yo salí a defender a dos cocineros amigos míos, Martín Beresategui y David Muñoz. Se hablaba de que no trataban bien a sus aprendices. Yo solo respondí a una pregunta para un medio de comunicación que hizo una lectura errónea de lo que yo dije y encima público la noticia el 1 de mayo, el día del trabajador.
¿Qué es lo que dijo usted?
-Que creía en el modelo de aprendiz, de ese chaval que termina la escuela y que demanda venir a tu casa porque le gusta tu trabajo. Pienso que yo saco un beneficio y el también a nivel de formación y creo que un privilegio formarte al lado de figuras con Joan Roca. A partir de ahí se ha organizado un pifostio donde se dice que yo he dicho que trabajar gratis es un privilegio. Se dice que yo tengo empleados sin cobrar.
Y no es verdad, supongo.
-Por supuesto que no, yo tengo 49 trabajadores, la mitad cocineros, se ganan la vida muy bien con un sueldo maravilloso. Tengo cinco o seis chavales que me regalan su tiempo en mi casa. Eso es todo. Me dieron unas bofetadas desmesuradas, no he inventado al practicante, que no al becario, nunca los he tenido. Hemos pasado inspecciones de Trabajo y sin problemas. No toda, pero la gente se ha pasado conmigo. Algunos han escuchado un tiro y han prejuzgado lo que dije.