MADRID. Este tipo de crecimiento económico "no sólo no está reñido con la protección ambiental, sino que además puede favorecerla", ha señalado a Efe Carlos García Soto, investigador y coordinador de relaciones internacionales del Instituto Español de Oceanografía (IEO) e impulsor del proyecto Bluemed (Mediterráneo Azul).
Esta iniciativa de la Unión Europea cuenta con una financiación de tres millones de euros y la participación de expertos de nueve países: los mediterráneos España, Francia, Italia, Croacia, Eslovenia, Grecia, Malta y Chipre, además de Portugal.
Especialistas de todas estas nacionalidades se han reunido en el Parlamento Europeo en el arranque de este proyecto que está previsto culmine en 2020 tras definir una agenda de trabajo que identifique las principales líneas de investigación y permita "elaborar un mapa de prioridades para fomentar la economía azul en el área mediterránea, de forma compatible con la conservación del ecosistema".
Bluemed alineará los programas de investigación de todos los países participantes para reorientarlos hacia objetivos comunes como el impulso a las energías renovables generadas por las mareas o la promoción de la acuicultura.
Es en esta última área donde el IEO protagoniza ya un trabajo especialmente interesante con la puesta en marcha en Mazarrón (Murcia) de una planta "única en Europa" para el cultivo de atún rojo.
Aún en fase experimental, permitirá la reproducción en cautividad de esta preciada especie en una instalación compuesta por cuatro tanques, el mayor de los cuales mide 22 metros de diámetro, tiene una capacidad para 3,5 millones de litros de agua y alberga unos 40 ejemplares de atún rojo con un tamaño de entre 50 y 150 kilos.
Allí los atunes pueden reproducirse no sólo durante su época natural sino también a lo largo de todo el año, mediante el control de las condiciones de luz y temperatura en los tanques.
Los huevos fecundados son trasladados a otra planta de cultivo donde se desarrollan hasta alcanzar un tamaño juvenil y a continuación son volcados a jaulas en mar abierto para su engorde y posterior uso comercial.
Esta planta "es un ejemplo de cómo compatibilizar el desarrollo de producciones económicas y el respeto al medio marino porque los juveniles no son extraídos directamente de la naturaleza" y por tanto se reduce sensiblemente el riesgo de sobreexplotación y extinción, ha puntualizado García Soto.
En cuanto al sector de la biotecnología marina, que ha vivido "una gran evolución" en los últimos decenios, la conjunción de intereses entre investigación e industria ha permitido comercializar nuevas sustancias de origen marino con fines farmacéuticos y cosméticos, además de alimentarios.
En este campo "tenemos grandes expectativas" en el desarrollo futuro de biocombustibles elaborados a partir de algas, ha añadido.
Otros escenarios fructíferos de colaboración entre científicos y empresarios incluyen el perfeccionamiento de vehículos subacuáticos autónomos que proporcionan nuevas oportunidades de crecimiento a los desarrolladores industriales, además de facilitar a los centros de investigación datos más precisos para monitorizar ecosistemas de forma remota.
En esta línea también se ha avanzado en el diseño de sensores oceanográficos que pueden medir la concentración de microplásticos, metales pesados, hidrocarburos, ruidos submarinos o el PH del agua.
Son ingenios "con mayor sensibilidad, más precisos, más resistentes y con un menor consumo energético, y por lo tanto con mayor autonomía" que, en el futuro, integrarán la base del Sistema Global de Observación de los Océanos (GOOS), una herramienta "esencial" para monitorizar el cambio climático en el medioambiente marino.