GASTEIZ - No puede olvidarse de Aída, tampoco quiere, es el papel por el que la recuerda mucha gente y que la ha mantenido en el candelero de la actualidad durante muchos años. Ahora, Carmen Machi está centrada en su trabajo de actriz de cine y teatro. El viernes se estrena Ocho apellidos catalanes. Ella sabe que hay mucha expectación tras la película original, Ocho apellidos vascos, una película que el miércoles se convirtió en la más vista de los últimos veinte años en televisión, después de haber conseguido llevar a las salas a casi 10 millones de espectadores y haber obtenido una recaudación de 60 millones de euros. Ella seguirá en esta nueva ficción con su personaje y el núcleo fuerte de la película que lo completan Karra Elejalde y Dani Rovira, Clara Lago.
La vemos en papeles muy diferentes. De las películas ‘Ocho apellidos vascos’ y ‘Ocho apellidos catalanes’ a la obra ‘Antígona’ en el teatro.
-Me gusta que los personajes que hago no se parezcan entre ellos, estoy acostumbrada. Me divierto bastante más cambiando la personalidad de los personajes que interpreto porque así el nivel de juego es más alto. Si son personajes que se parecen entre ellos, normalmente no los hago.
Creonte es un personaje masculino al que usted da vida, pero desde el punto de vista de una mujer.
-En la versión que ha hecho Miguel del Arco de Antígona, ha cogido una envergadura muy interesante. Está siendo una aventura que descoloca bastante para bien.
Seguro que va a descolocar a los espectadores que conozcan la versión más literal de esta obra.
-Es interesante cómo cambia Creonte de rey de Tebas a reina de Tebas, y además sigue llamándose Creonte y no pasa a llamarse Creonta. La obra tiene vigencia.
Hay 2.500 años de distancia entre esa realidad y la de ahora ¿no se nota la diferencia?
-Pues le diré que esos 2.500 años que nos separan de Sófocles de repente no existen y es un texto actual. Es interesante y duro este papel, estoy aprendiendo bastante con él.
Si mira al patio de butacas, ¿qué tipo de espectadores ve?
-Gente joven, vayas por donde vayas. En grandes ciudades hay una costumbre de ir al teatro que se ve que es educacional.
¿A pesar de la crisis?
-A pesar de ella, lo comento siempre con muchos compañeros cuando veo salas llenas de gente joven. Yo creo que es porque el teatro no se puede bajar de Internet?
Quizá también porque gusta una buena obra o buen espectáculo en directo.
-Es un público superpuro, hay chicos que van por primera vez y se hacen abonados. Está también la gente para la que el teatro forma parte de su cultura. También te digo que siempre hay una mayoría de mujeres. Parece que el teatro se haya hecho siempre para mujeres.
¿No es exagerar?
-Si me apura, le diré que la presencia de la mujer en un espectáculo de teatro puede ser de un 70 a 30%.
Ocho apellidos vascos: éxito en el cine, éxito en televisión. Parece que la ha tocado una varita mágica.
-Cuando se convierten en un fenómeno son así, son inexplicables. Es una barbaridad la audiencia que hizo en televisión; piensas que todo el mundo la ha visto, y la ponen en televisión y la vuelven a ver más de 8 millones de personas, increíble.
Ahora está el estreno de Ocho apellidos catalanes. ¿Cómo lo ve?
-Se estrena el día 20 de noviembre, ¡menuda fecha, por cierto! No sé cómo lo veo, fue tan fuerte el éxito de la primera película que no sé qué esperar.
Supongo que ni en sus mejores sueños pensó en el éxito desmesurado de ‘Ocho apellidos vascos’.
-Es que no depende de uno. La película ocurrió, la disfrutamos muchísimo, fue un rodaje de buen rollo, de buen ambiente y felices en el País Vasco; todo fue estupendo, pero ya está, terminó el rodaje y hasta el estreno no se vuelve a juntar el equipo.
Y se ven sorprendidos por el éxito.
-Claro. Cuando comienza el éxito, nosotros ya estábamos con otras cosas y con otra vida. Nadie se podía imaginar que ocurriera semejante barbaridad. Esto lo ha hecho el público, no la película.
¿Conoce usted a alguien que no la haya visto?
-No, francamente no. Hay gente que la ha repetido tres o cuatro veces.
¿Demasiadas ganas de reír?
-Supongo, no lo sé. Lo catártico que ocurre tanto en la tragedia como en el drama o la comedia se produce en el cine.
¿La ha visto fuera del estreno?
-Sí, una vez. Normalmente, los actores no vamos al cine a ver las películas que hacemos. Estaba de gira por Galicia y dije: Vámonos todos a ver qué está pasando con esta película. Flipe bastante, esa reacción de la gente creo que nunca la he visto en mi vida, se reía al unísono, era como estar en un estadio de fútbol y llevando todos la misma camiseta y saliendo con una sonrisa de oreja a oreja. Vi que cuando terminaba la película aplaudían a la pantalla.
¿Le gustaría repetir?
-Sí. Pero no es predecible. Decía usted ganas de reírse, sí, pero también le digo que hay muy buenas comedias y no han tenido un éxito similar. Es verdad que ha ocurrido este fenómeno con una comedia y es excepcional, pero también ha ocurrido muchas veces con un drama, de repente todo el mundo va a verlo y se convierte en la película que hay que ver. Ocho apellidos vascos, más que un momento de risas, crea un momento para sentirse feliz.
¿Es difícil que una película tenga una reacción mayoritaria?
-Habla también de una temática delicada, es alucinante. En el País Vasco ha gustado a la mayoría, todos mis amigos de aquí que la han visto, me han comentado que les ha gustado.
¿Algún proyecto televisivo nuevo?
No. La televisión la tengo aparcada; no por nada, simplemente porque no tengo tiempo para hacerla. La televisión te quita mucha tiempo. Por fortuna, tengo la agenda bien. No es que tenga nada contra la televisión, es que tengo la suerte de tener bastantes proyectos de cine y sigo con el teatro.